Andrés y Laura son de Guadalajara. Pero la Guadalajara de Andrés está en México. Llevan seis meses pedaleando por el centro de Madrid, como una galería de arte sobre dos ruedas. Cada parada, el baúl de sus bici se transforma en una pequeña exposición itinerante: la Sala Nómada.
No tienen ruta establecida. Cada día el recorrido es diferente, pero desde las once de la mañana es fácil encontrarles en frente del Museo del Prado o del Reina Sofía. “Nos movemos por diferentes sitios, los lugares emblemáticos del centro: los grandes museos, la Cuesta de Moyano y la calle del Doctor Fourquet en Lavapiés”, dice Laura Flores. Autora de los letreros pintados a mano de la Sala Nómada.
Fotografía, dibujos, pinturas y esculturas de pequeñas dimensiones. Para Andrés Montes lo más divertido es el acto mismo de montar la galería: “siempre elegimos a artistas diferentes y nunca una exposición se parece a la otra”. Este artista explica que volvió con la idea en la cabeza después de una temporada de trabajo en Berlín, donde hay experiencias parecidas. “No teníamos nada planeado -recuerda- encontramos una vieja bici GAC roja en internet, la restauramos y ahí empezó todo”.
Arte de proximidad. Dar a conocer el trabajo de los artistas jóvenes más allá del circuito de las galerías tradicionales. “Support your local artist”, ayuda a tu artista local, recita uno de los carteles de esta Sala Nómada. “No hay muchas oportunidades de visibilidad para los artistas, por esto hemos creado una nueva manera para dar a conocer su trabajo”, dice Andrés. Arte a piñón, compromiso a tope.
El Espacio Naranjo es la base de esta galería sobre rueda. Un espacio situado en el madrileño barrio de Tetuán, compartido entre diferentes artistas. Ni Andrés ni Laura son particularmente aficionados a la bicicleta, pero el proyecto se está abriendo camino. Despacio, y no podía ser de otra forma para dos ciclistas. Pronto viajarán a Galicia, donde han sido invitados por una galerista de Santiago.
“Las redes están siendo fundamentales para el desarrollo del proyecto”, dice Laura. De hecho la web es una fuente de ingresos que se suma a la venta directa. “No tenemos ánimo de lucro. Hemos creado la Sala Nómada sobretodo para reivindicar el papel de los artistas fuera del establishment”, admite Andrés. De hecho ambos siguen involucrados en proyectos artísticos personales.
A pesar de tener objetos artísticos de todo tipo y tamaño, son las piezas más pequeñas las que la gente se lleva. Para Andrés lo más agradecido es la cercanía que se establece con el público: “se acerca, ojea, compra. Creamos un diálogo con las grandes instituciones del mundo del arte donde montamos nuestra galería”. La Sala Nómada está fuera, en la calle, pero sigue siendo arte.
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