Portugal arrasó en el Festival de Eurovisión 2017. Ganó la canción menos festivalera y más deliciosa de toda la noche. Un tema para paladares exquisitos. Salvador Sobral, el representante de Portugal, sedujo a la audiencia con una balada que recordaba a la bossa nova del maestro Caetano Veloso y a Ivan Lins. Amar pelos dois, un tema tan delicado como su intérprete, que padece una dolencia cardíaca que le ha impedido participar desde el principio en la promoción de su candidatura.
"Vivimos en una época en la que prevalece la música de usar y tirar. La música no son cohetes, la música es sentimiento y así hay que entenderla". Salvador Sobral, ya ganador de Eurovisión 2017, repitió el tema a dúo con su hermana Luisa, la compositora de la canción, la que se presentó en Ucrania y lo sustituyó en los primeros ensayos para evitar todo tipo de estrés puesto que, según la prensa lusa, Sobral lleva un marcapasos conectado a unas baterías en su cintura y por eso siempre lleva ropa suelta. Quieto, tan pequeño en ese inmenso escenario, ante los 11.000 espectadores del Centro de Exposiciones de Kiev, Sobral regaló una actuación absolutamente espléndida a la que se entregó con pasión y que le colocó en el primer puesto. El Micrófono de Cristal viajó por primera vez a Portugal.
Portugal sedujo a la audiencia con una balada a caballo entre Ivan Lins y la 'bossa nova' de Caetano Veloso
Las casas de apuestas no se equivocaron. Los cinco favoritos de Eurovisión 2017 quedaron entre los primeros puestos: Portugal, seguido por Bulgaria, tercero fue Moldavia, cuarto puesto para Bélgica y quinto para Suecia. A Manel Navarro no le votó nadie, de manera que la candidatura española quedó en último lugar. Cero puntos del jurado especializado y cinco lamentables puntos del televoto. La peor actuación de la historia.
La fiesta más gay
La fortuna quiso que Israel abriera la gala final. Los tres minutos de la actuación de Imri Ziv se convirtieron en el reflejo de lo que hoy en día significa Eurovisión, la fiesta más gay de la televisión europea. Por tercer año consecutivo, Israel recurrió a la fórmula solista masculino, más coros, más inglés. Este veterano del Festival (fue uno de los coristas de Nadav Guedj en 2015 y de Hovi Star en 2016) interpretó I feel alive, rodeado por un grupo de bailarines que rezumaban testosterona y músculos que le dejaron en el vigésimotercer puesto. Al vocalista le fallaron los nervios y algún gallito se le escapó en los falsetes.
La segunda en pisar el escenario del Centro de Exposiciones de Kiev fue Kasia, la representante de Polonia, una mezcla de Olivia Newton John y Bonnie Tyler del siglo XXI. A punto de cumplir los 30 años, nacida en el seno de una familia de artistas, la solista defendió una balada con fuerza y garra bautizada como Flashlight. Quedó en el puesto 22.
La banda bielorrusa Naviband, cantó en su idioma Historyja majho žyccia, aportó gran dosis de alegría, fiesta y buen rollo con un tema folk. La pareja interpretó la canción subida a una barca. ¡Quién sabe si la letra tenía algo que ver con ella! El austriaco Nathan Trent que parecía estar en La la land. Entonó su Running on air desde una media luna y rodeado de nubes. Los sueños no siempre se cumplen y en esta ocasión le otorgaron una decimoséptima posición en Eurovisión 2017.
Armenia, una de las cinco grandes favoritas, apostó por una canción que sedujo a los eurofans por su puesta en escena y su sonido eléctrico con toques étnicos. Arstvik defendió de manera magistral su Fly with y levantó los ánimos del público por primera vez.
Envueltas en purpurina azul cobalto y con unos escotes de vértigo, las representantes holandesas, las O'G3NE, tres hermanas que parecían una sedición de las Wilson Phillips, empastaron las voces a la perfección para interpretar con fuerza su Lights and shadows, se quedaron en la mitad de la tabla.
Hey Mamma, la propuesta de Moldavia, interpretada por Sunstroke Project mezcló los sonidos del saxofón, del violín y de la música dance en un tema que narra la historia de una novia y su madre haciendo la vida imposible a un joven pretendiente. Este grupo ya representó a su país en Eurovisión hace siete años. En su bis eurovisivo se atrevieron con una extraña coreografía donde novias y novios se multiplicaban realizando unos inquietantes movimientos con sus piernas derechas con el que alcanzaron el bronce.
Italia llegó a Kiev con una canción pegadiza y una coreografía divertida con puntito friki incluido
Los húngaros tiraron de folklore con la participación del cantante de etnia romaní Pápai Joci. Acompañado por una bailarina, interpretó Origo, una canción en húngaro que combinó el ritmo racial con sonidos actuales y rap. El televoto los colocó en el octavo puesto. Tres minutos para olvidar, sobre todo, cuando el que le seguía era Francesco Gabbani, la gran apuesta italiana que aterrizaba como uno de los máximos favoritos y quedó en sexta posición en Eurovisión 2017.
Italia llegó a Kiev con una canción pegadiza y una coreografía divertida con su puntito friki incluido. Gabbani, luciendo uno de esos trajes que recuerdan a Messi en la noche de la entrega del Balón de Oro en el que lucía orgulloso la bandera gay, defendió con oficio su Occidentali's Karma y compartió escenario con un gorila bailón (no, el baile del gorila no lo inventó el italiano, en España se lo debemos a Melody). El representante italiano, que venía como ilustre ganador del Festival de San Remo, derrochó carisma sobre el escenario en una apuesta optimista y colorista. Porque una cosa no quita la otra, todos sabemos que en Eurovisión la puesta en escena también es parte esencial.
Como ventaja competitiva, a Italia le sucedió la balada danesa, Where I Am que fue defendida por Anja y que pasó sin pena ni gloria. La apuesta arriesgada y transgresora de Azerbayán fue defendida por Dihaj y su canción canción Skeletons. Muy influenciada por la música underground londinense, la joven mezcló la electrónica con ritmos propios de su región con un resultado mediocre, a pesar de los esfuerzos.
En el ecuador de la gala, el croata Jacques Houdek fue probablemente el más original y tremendo de la final, interpretó My friend en dos registros vocales, uno pop y otro lírico, parecía tener la intención de multiplicarse por dos (él también ocupaba doble espacio, todo hay que decirlo).
Australia, que participó por primera vez en el Festival de Eurovisión como país invitado en 2015, en su tercera final compitió con Isaiah, un joven de ascendencia aborigen de sólo 17 años que ya se ha convertido en toda una celebridad en su continente y que llegó dispuesto a arrasar en Europa con su tema Don’t come easy.
Grecia se alejó de sus típicos ritmos mediterráneos y escogió un tema discotequero titulado This is love, que perfectamente podría ser la banda sonora de cualquier anuncio de una bebida de verano (cerveza por ejemplo).
La actuación de Manel Navarro
Tras el anuncio griego, le tocaba el turno al representante español. Lo que empezó con un corte de manga y con denuncias por tongo acabó tan mal como auguraban las casas de apuestas, en un último lugar, cero puntos (cinco del televoto). Fue la crónica de un desastre anunciado. Ni el tema, ni la puesta en escena, ni la voz (desafinó en varias ocasiones y se le escapó un gallo memorable), nada fue digno. Los intentos surferos de Do it for your lover no conquistaron a nadie. Su puesto en el Festival de Eurovisión 2017 está más que merecido.
Jowst, el representante noruego combinó rap con pop en su tema Grab the moment, el vocalista aguantó en el escenario rodeado por el misterio de los teclistas que, ocultos tras unas máscaras de led, lucían capas al más puro estilo masón que le colocaron en el décimo lugar de la tabla de Eurovisión 2017.
Lucy Jones defendió para Reino Unido su Never give up on you, otro de los grandes baladones de la noche, compuesto nada menos que por Emmelie de Forest, la danesa que ganó Eurovisión en 2013.
Chipre repitió el vigésimo primerpuesto de la pasada edición con Hovig Demirjian. El concursante de la versión griega de Factor X no fue nada original con Gravity. Un popero más acompañado por bailarines.
Rumanía regresaba al Festival tras su expulsión por el impago de una deuda de 10 millones de euros
Rumanía, que regresaba al Festival tras su expulsión del año pasado por el impago de una deuda de 10 millones de euros de la televisión pública rumana Televiziunea Română, se atrevió con un aprendiz de George Michael, en la época de Freedom allá por la década de los 90, que iba acompañado por una rubia que interrumpía el sonido pop con el jodeln, el típico canto tirolés. El dúo rumano Ilinca & Alex Florea, apoyado por el televoto, los cañones y las serpentinas se colocó entre los diez primeros (7) con su Yodel it!
Descalza, como Remedios Amaya (1983) que se trajo un rosco para España (cero puntos) y como Loreen (2012) que se llevó el Micrófono de Plata a Suecia por quinta vez, Levina defendió su Perfect life para Alemania, cuyo arranque resultó muy parecido a Titanium, de David Guetta. La elegancia de la cantante pasó sin pena ni gloria, canciones como la suya está destinadas al olvido. De hecho, Alemania fue la penúltima de la lista de esta edición de Eurovisión 2017.
Los favoritos, en cadena
En el último bloque de la noche, los favoritos sonaron en cadena. Primero Ucrania y su apuesta rockera, todas las ediciones tiene que haber alguien que saque los pies del tiesto popero, esta vez fueron los anfitriones. La originalidad no les mereció la pena (24).
Bélgica presentó una ex concursante de La Voz. Ellie Delvaux, o lo que es lo mismo Blanche, trasladó las luces de su ciudad al escenario de Kiev. Con un tema compuesto por ella misma, Blanche consiguió encandilar a gran parte de los europeos. La joven era la quinta favorita de las casas de apuestas, su voz grave dejó muy buen sabor de boca y la colocó entre los primeros (4).
Los suecos son los reyes de Eurovisión, no en vano cuentan con seis micrófonos de cristal, uno menos que Irlanda. Para la final, los escandinavos apostaron por un tema fácil y bailable, muy del estilo de Justin Tiumberlake que defendió Robin Bengtsson. Acompañado por cuatro bailarines, Bengtsson presentó una puesta en escena original. Arrancó desde la caja del escenario y terminó bailando sobre cintas de correr. Su coreografía en algún momento recordó a los pasitos de Barei del año pasado. Fueron cuartos.
El intérprete más joven del Festival, Kristian Kostov, a sus 17 años, llevó a Kiev una propuesta alternativa, una canción que se apoyó en una original puesta en escena con la que tenía la responsabilidad de igualar o mejorar la cuarta posición de Bulgaria en la pasada edición. Era el tercero en las encuestas y su Beautiful Mess además de alcanzar un puesto más que digno en el festival (fue segundo) podría convertirse en una de las canciones del verano.
Custodiada por la Torre Eiffel, Alma, la representante francesa, fue la responsable de cerrar las actuaciones. La prensa la ha bautizado como la más sexy de Eurovisión 2017 y la representante no oficial de esa Francia abierta y tolerante que el pasado domingo reivindicó el frente republicano de la política que apoyó al ya presidente electo Emmanuel Macron. Su Requiem fue una de las canciones más valoradas por los eurofans. Al final, el televoto la empujo hasta el puesto 12.
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