Estaba llamado a convertirse en reportero de guerra. La redacción del periódico en el que trabajaba se le venía encima. Oriente Medio se rompía y él quería estar allí para verlo, entenderlo y contarlo. Aún está en ello y va para 10 años. Mikel Ayestaran (Beasain, 1975) es de los que acumulaba vacaciones para perderse con una mochila. Lo hacía en Oriente Medio, su pasión. Ahora es su trabajo, el mismo que relata en su libro Oriente medio, Oriente roto (Ediciones Península) y en el que narra episodios vividos en Irán, Siria, Afganistán o Líbano. Entre ellos su inesperado bautismo de fuego en Líbano. Un día de julio de 2006 recibió la llamada de una amiga de un amigo iraquí que había conocido en Azkoitia invitándole a viajar a Beirut (Líbano) para participar dos días después en un programa de una televisión irano-libanesa. Era el invitado estrella de un programa que iba a abordar la situación de la realidad vasca y ETA. Terminada la entrevista, Ayestaran descubrió que la inquietud de los redactores del canal se debía a que Israel acababa de invadir Líbano. Su nueva vida como reportero de conflictos acababa de comenzar.
Pregunta.- Usted titula su libro, ‘Oriente Medio, Oriente roto’. La región siempre ha estado resquebrajada, pero, ¿cuándo diría que Oriente Medio se rompió realmente?
Respuesta.- Nos podríamos remontar a muchas fechas pero diría que los momentos más recientes que han desestabilizado la región han sido la creación del Estado de Israel en 1948, el triunfo de la Revolución Islámica en Irán en 1979 y la invasión de Irak en 2003. Son tres fechas recientes que pueden ayudar a comprender las tensiones y divisiones actuales entre etnias y religiones.
P.- Pero la herida de Oriente Medio siempre ha sangrado. ¿Occidente no la veía o no la quería ver?
R.- Ahora tenemos más conocimiento de las cosas que pasan. Antes también había conflictos y problemas pero pasaban más desapercibidos. Cualquier persona pega un tiro en cualquier rincón del mundo y tienes un tuitero que te lo está contando al minuto. Por un lado está la destrucción física de Alepo, Mosul o Raqa que necesitará dinero y tiempo para que las ciudades se recuperen y vuelvan a la vida. Lo que realmente está destrozado es el tejido social, la convivencia entre las diferentes etnias y religiones. Eso es lo que ha saltado por los aires y va a ser muy difícil de reconstruir. Muy difícil.
Lo que realmente está destrozado es el tejido social, la convivencia entre etnias y religiones ha saltado por los aires"
P.- ¿Diría que hoy nos enteramos más, sabemos más de Oriente Medio?
R.- Sí, en general, aunque es cierto que doce años después tengo que seguir explicando cada día qué es un suní y qué es un chií.
P.- Las grandes corporaciones y grupos de comunicación han dosificado mucho el envío de informadores a las zonas de conflicto. El peligro y la amenaza está limitando la difusión de la información y por tanto el conocimiento de lo que sucede.
R.- Dosificar no, no van. Es cierto que se trabaja de un modo diferente. Las fuentes locales y el periodismo ciudadano local es allí cada vez más fuerte. Con el Estado islámico pasa lo mismo que ocurría en Afganistán. Estábamos todo el día hablando de los talibanes pero nadie trabajaba en la zona talibán. Con el Estado Islámico hemos estado dos años hablando todos los días del Califato pero no había nadie en el Califato porque te cortan el cuello. Por eso las tres fuentes que hemos manejado han sido su propaganda, la propaganda de los servicios de inteligencia occidentales y la fuentes más valiosa, la de los testimonios de los civiles que salían de allí. Son los pilares sobre los que hemos informado de una cosa que no hemos visto, tocado, ni olido de forma directa. Nadie ha estado allí y el que ha estado le cortan el cuello y le secuestran. El 80% de la información que nos ha llegado es propaganda de uno u otro lado y por desgracia la realidad supera a la propaganda, es mucho peor que todo lo que nos ha llegado.
P.- Usted trabaja como freelance, sin el respaldo directo y completo de un medio. ¿Los grandes medios han desoído y renunciado a su responsabilidad de informar al mundo de lo que allí sucedía?
R.- Ellos lógicamente miran por la seguridad de sus trabajadores y me parece respetable. A los freelance nadie nos obliga a ir. El que va lo hace porque quiere, es una decisión voluntaria. Yo hace tiempo que he dejado de seguir a los medios, sigo a las personas y creo que esa es la gran revolución que han traído las redes. La gente ya no te etiqueta por el medio en el que estás sino por el número de seguidores que tienes. A la gente lo que le interesa es saber quién se lo está contando.
Hemos informado sobre una cosa que no hemos visto, tocado, ni olido. Nadie ha estado allí, nos mataban. El 80% de la información es propaganda"
P.- ¿Oriente se deja conocer del todo?
R.- Ellos saben de nosotros muchísimo más que nosotros de ellos. De forma abrumadora. Nuestro desconocimiento es fruto de nuestra prepotencia. Los ejemplos desde 2001 son numerosos, con operaciones para imponer la democracia a golpe de bomba, sin conocer cómo funcionan esos países. Ejemplo de ello es Siria. Seguimos buscando después de seis años de guerra a los buenos y a los malos, cuando aún no nos hemos dado cuenta de que la opción es entre los malos y los peores.
P.- ¿La solución comenzará a vislumbrarse cuando nos duelan lo mismo los 150 muertos de Kabul o los 17 de Irán que los ocho de Londres?
R.- Desde luego, pero eso no va a suceder nunca. Es comprensible que no te afecten igual, te afecta lo que te toca más de cerca. Lo que sucede allí ya lo tenemos asimilado, es un “otro más” que casi no ocupa ni un breve. El problema es que aquí, en Europa, al ritmo que están imponiendo llegará un momento en el que tampoco habrá tanta cobertura de los ataques. También aquí bajará el pistón de la atención informativa. Sucedió cuando asesinaban a los periodistas con buzo naranja. Cuando salió James Foley fue tanto el shock que Barack Obama ordenó actuar. Después del quinto decapitación, aunque sea crudo, la gente lo recibió de otro modo.
P.- La amenaza del Daesh se ha convertido en otro modelo de terrorismo ante el que nos está costando actuar y buscar una solución.
R.- Hay que tener en cuenta que ellos utilizan un ‘terrorismo de bricolaje’ podríamos decir. Es una ‘hazlo tú mismo’. Ya no requieren largos años de entrenamiento en Afganistán, tener los mejores explosivos o armas de última tecnología. Ahora la ‘Guerra Santa’ no se hace en Siria, se puede hacer en tu casa, con tu coche. Ala te espera igual aquí, en Europa, que en Siria. Ellos van mucho más rápido en aportar soluciones y opciones a los suyos que nosotros en ponerles freno. Por ahora el único freno que se pone en occidente siguen siendo los bombardeos y las operaciones masivas, y a cañonazos no acabaremos con esta gente.
P.- ¿Se está dejando demasiado abandonada la vía de la educación como el arma más eficaz para desactivar esta espiral?
R.- Sí, la educación diría que es un arma de construcción masiva. La educación construye y las armas y los ejércitos no están para construir sino para labores defensivas o hacer la guerra. Lo que nosotros estamos exportando a estos países de forma masiva son armas y soldados. No exportamos profesores o ingenieros, les enviamos lo que les sobra a ellos. Las consecuencias de las tres grandes operaciones militares internacionales de los últimos años son nefastas, en Afganistán, Irak y Libia. No hay más que ver cómo se han quedado esos tres países y nadie paga por ello, por esas decisiones. Los han convertido en avisperos para sus ciudadanos pero también en el núcleo del que ha emergido una amenaza global.
Emplean un 'terrorismo de bricolaje', un 'hazlo tú mismo'. Van mucho más rápido en dar opciones a los suyos que nosotros en ponerles freno"
P.- ¿Hasta qué punto la solución está en manos de los líderes del Islam?
R.- La solución siempre está en casa. Ocurrió en Euskadi y sucede en todos lados. La mayoría está trabajando de modo importante, son ellos las principales víctimas. Sin embargo, hay una minoría que está fortaleciendo este tipo de sentimiento radical y aprovecha cada error de occidente para echar más gasolina. Esa ideología existe, tiene su espacio y no se le puede hacer frente desde el aire.
P.- Las principales víctimas de los grupos radicales son los propios musulmanes. ¿Percibe algún tipo de movilización o levantamiento social contra ellos en los países de Oriente Medio?
R.- Los principales desconcertados son ellos. Aquí creemos que son ellos los culpables y en cambio allí la mayoría piensa que se trata de un complot. La calle cree que la culpa es de los americanos. Existe un cruce de acusaciones mutua y mientras tanto el problema sigue ahí. Cada país es diferente.
P.- Y entretanto los movimientos xenófobos e islamofóbicos en Europa crecen. ¿Aspirar a una convivencia razonable entre los dos mundos es utópico?
R.- Creo que las sociedades multiculturales no funcionan. No sé por qué, pero ese sueño ideal no funciona. El ejemplo es Líbano, donde existe una convivencia razonable pero en realidad están juntos pero no mezclados. En Europa el número de gente a integrar es menor y nos parece difícil imaginarnos lo que sucede en países como Turquía, Jordania, Líbano o Irak, es muy difícil. De nuevo la educación es el único modo de construir tolerancia y eso necesita tiempo, no se hace de la noche a la mañana. Todo lo queremos hacer rápido, queremos acabar con Al Qaeda matando a Bin Laden y no sólo no se terminó sino que va a peor. Cuando se derrocó al Gobierno Talibán parecía que había terminado y ahora tenemos además de los Talibanes al Estado Islámico. Tenemos una prisa para todo que no nos permite hacer las cosas bien y en el tema de la integración ocurre lo mismo. Queremos más asimilación que integración. Eso es imposible.
P.- Siempre se apunta a la situación en Siria como el principal foco de desestabilización de la región y que una vez resuelta la situación allí volverá a recomponerse el equilibrio. ¿Lo comparte?
R.- Para nada. En Siria la guerra como tal ha terminado. Ahora estamos en la fase de repartir el pastel, cada potencia quiere su parte, con sus milicias locales y demás. Cuando generas un sistema a partir de tanta injusticia no sale bien. El problema en Siria es que nunca será tan estable como lo era en 2011, con todos los defectos que tenía el régimen sirio. Seguirá siendo un foco de tensión para la región y el mundo que antes no lo era. Sucedió igual con Irak, que antes con Sadam era menos amenaza para occidente de lo que es ahora.
Las sociedades multiculturales no funcionan, no se por qué, pero es un sueño ideal que no funciona. Queremos más asimilación que integración"
P.- ¿La mayor amenaza para occidente y el impacto de la inestabilidad en Oriente Medio es Donald Trump?
R.- Con Trump estoy confuso. Antes lo veía desde fuera y decía que todo el mundo lo criticaba pero en definitiva es el presidente de los EEUU. Después de ver el viaje a Arabia Saudí y Tierra Santa, que los he seguido de cerca, descubres que la gran tragedia con Trump es que es un ‘bluf’, que detrás de él no hay nada. Es pura fachada, una política por impulsos, sin estrategia, sin un plan y eso es muy peligroso. Me parece una figura peligrosa por el superpoder que tiene en sus manos.
P.- Esa inconsistencia del presidente de los EEUU, ¿se percibe en Oriente Medio y podría ser aprovechada como una oportunidad?
R.- Lo hemos visto estos días. Arabia Saudí llama a sus aliados para aislar a Qatar y a las 20 horas tenemos un tuit de Trump aplaudiendo la decisión y llamando a los qataríes como los grandes financiadores y apoyo del terror. Ahora no sólo tenemos el conflicto entre suníes y chiíes sino que gracias a Donald Trump tenemos esta lucha interna entre las dos grandes potencias económicas suníes.
P.- ¿El aislamiento de Qatar acarreará consecuencias graves?
R.- El impacto que tiene una medida así en los conflictos como el de Irak o Siria a través de la financiación es inmenso. Qatar además está metido en nuestras economías, no es una república bananera, es una petromonarquía con una capacidad económica increíble. Es un movimiento peligroso. Ahora Qatar es un animal herido y habrá que ver cómo responde, esto no va a quedar así, no va a traer nada bueno.
Qatar es un animal herido y habrá que ver cómo responde. Esto no va a quedar así, no traerá nada bueno"
P.- El papel de un agente fundamental en la región, Arabia Saudi, ¿cómo queda?
R.- En la época de Bush estábamos en la época del ‘eje del mal’ y ahora en cambio estamos en la época del ‘eje del bien’. Trump quiere hacer ese ‘eje del bien’ y para ello ha elegido a Arabia Saudí e Israel como sus dos cabezas visibles. Arabia Saudí con este movimiento trata de eliminar cualquier voz discordante o política regional que se desvíe de lo que ellos quieren. Qatar tiene una política regional propia. Lo que es dramático es que se aísle así a un país sin pruebas, sólo con eslóganes y acusaciones diciendo que se apoya a Irán sin detallar dónde y cómo.
P.- El escenario que está dibujando de Oriente Medio es pesimista. ¿No ve motivos para el optimismo?
R.- Diría que el escenario que dibujo es realista. Con los datos en la mano no tengo nada que a futuro me invite al optimismo. Los conflictos cada vez están más vivos.
P.- Se echa de menos un líder con carisma y liderazgo suficiente para poner orden en la región…
R.- Siempre hacen falta líderes. Los árabes son muy de seguir a líderes, tienen la figura del ‘rais’, el líder es fundamental. El caso palestino es claro, tienen un presidente como Mahmud Abás al que no apoyan pero le tienen un gran respeto por ser el ‘rais’. Es una figura que tiene idealizada y que ahora lamentablemente no es momento de grandes líderes ni en el mundo árabe ni en Europa, la mediocridad es general.
P.- Lleva diez años trabajando y analizando los países de Oriente Medio. ¿Cuál es el país que tiene pendiente, su próximo reto?
R.- Arabia Saudí, tengo muchas ganas de ir. Tengo ganas también de regresar a Irán, donde iba a ir pero me cancelaron el visado. Son dos países que siempre tengo ahí. También volveré a Siria, a los sitios hay que volver.
En Oriente Medio cada día hay nuevas intrigas y teorías de la conspiración. Tengo más preguntas que respuestas"
P.- ¿Cuántas veces le han dicho en casa que lo deje, que ya es suficiente?
R.- En casa nunca me lo han dicho, aunque hay silencios que dicen mucho más, claro. A mis padres les pondría el mayor monumento. Siempre trabajo priorizando la seguridad y ellos saben que no soy un cabeza loca. Preferirían tenerme en Nueva York y Bruselas, pero tengo la suerte de que me apoyan.
P.- ¿Cuál es la gran pregunta sobre Oriente Medio que le golpea una y otra vez y para la que aún no tiene respuesta?
R.- Sigo en esta región porque me sorprendo cada día. Si dijera que entiendo lo que está pasando mentiría. El día que deje de sorprenderme o que piense que lo entiendo me marcharé. Es una región imprevisible. Si hace 48 horas me dijeran que los saudíes iban a aislar Qatar o que habría un atentado suicida en el Mausoleo de Jomeini diría que están locos. Y así cada día. Para un periodista es una maravilla, cada día nuevas intrigas, teorías de la conspiración constantes, influencias de las potencias regionales y mundiales, intereses económicos, etc. Tengo muchas más preguntas que respuestas.
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