La figura de José Monge Cruz, Camarón de la Isla, va siempre acompañada de adjetivos como superior, inconmensurable, eterno, gigantesco, legendario, etc. Adjetivos que no se despegan del discurso cuando artistas, flamencólogos y todos aquellos relacionados con este arte hablan del cantaor. Los mismos adjetivos aparecen cuando hablan del arte flamenco. Y es que todo lo que rodea al flamenco es lo más grande que hay. Probablemente se deba a que, como dice el flamencólogo Antonio Barberán, “es un arte de transmisión”. Por eso la proliferación de adjetivos que traducen el torrente de sentimientos y emociones de este arte, porque cuanto mayor sea el adjetivo más Camarón cabe, más flamenco entra. Por eso Camarón era superior, porque “nadie ha vuelto a transmitir como él”, como asegura Barberán.
Era la encarnación del duende del flamenco, se encarnó en esa persona como el jazz se metió en Miles Davis
“Camarón era la encarnación del duende del flamenco, se encarnó en esa persona como el jazz se metió en Miles Davis o el rock en Jimmy Hendrix. Ellos eran medium, canalizadores de algo superior. Lo ves cuando interpretan absortos, como en otra dimensión”, asegura Ángel L. Vicente Rodríguez, productor del espectáculo de Veranos de la Villa Camarón: Más allá de la leyenda. Contesta a las preguntas de El Independiente desde la Línea de la Concepción, donde los hijos de Camarón y el saxofonista Jorge Pardo rematan el recital que darán el domingo en el Centro Conde Duque, 25 años después de la muerte del cantaor.
Luis Monge y sus hermanos llevan todo el año homenajeando a su padre, pero este espectáculo es especial, coincide con el aniversario y lo hacen con Jorge Pardo, el músico que tantas veces acompañara a su padre. “Es muy complicado ser los hijos de Camarón porque se creen que vas a cantar como él y eso fue un don que Dios le dio a él. No sé si mis hijos y sobrinos, a lo mejor, cantan un poco parecido a él. Con eso ya nos conformamos”, cuenta Luis Monje, guitarrista de la formación en la que sus hermanas Gema y Rocío ponen las voces. “Este año lo hemos dedicado a él haciendo sus temas lo mejor que podemos, porque como él no lo vamos a poder hacer en la vida. Pero después tenemos un proyecto para hacer nuestro propio disco con canciones nuevas y de otra forma”, asegura el hijo de Camarón.
La vida sin Camarón
El flamenco vivió hace 25 años, el 2 de julio de 1992, el luto masivo jamás vivido por un cantaor. Pero la vida siguió y el flamenco que Camarón revolucionó también. “El flamenco es una música inmensa, ni siquiera depende de un intérprete tan referencial como Camarón, el flamenco estaba antes de que llegara él y se fue Camarón y nos iremos todos y el flamenco seguirá ahí”, asegura el productor. “Estamos ensayando en una peña flamenca en la Línea y sólo en este lugar sus paredes están llenas de fotos con mucha historia. Hay un antes y un después, nos iremos todos y pasarán 50 años de este homenaje y seguirá estando ahí”, reitera. La vida sigue y el flamenco también.
Lolo Picardo es el gerente de la cuarta generación de la Venta de Vargas, el lugar que hizo de escuela para Camarón en su natal San Fernando, en Cádiz. “El pasaba mucho por aquí, de crío venía a la playa y venía ver quién cantaba, era amigo de mis primos. Para Camarón fue muy especial la Venta, estaba hasta altas horas de la madrugada, y empezó a destacar en el cante y por allí conoció a Manolo Caracol, Mairena, Lola Flores...”, explica Picardo. La Venta funcionó como una cantera, se llevaron de allí al Chato, a Alvarito de la Isla y a Camarón se lo llevaron a Málaga.
“Notamos su ausencia, la grandeza que él tuvo no la tiene hoy nadie pero Camarón dejó una escuela bastante importante y el flamenco hoy está repleto de guitarristas, de cantaores, bailaores, muchos más que nunca y gracias al impulso que le dio Camarón”, asegura el gerente de este templo del cante jondo. “El flamenco es como unas raíces, es una música viva, como las raíces van por el suelo, unas van para un lado, otras para otro lado, unas no crecen y se mueren. El flamenco que habrá dentro de 50 años será será muy diferente del flamenco de ahora”. Para Picardo Camarón fue una raíz por sí sólo y de la que han brotado muchas más raíces.
La revolución de Camarón tuvo un momento clave con el disco La leyenda del tiempo, que hoy es considerado uno de los discos más grandes de la historia de la música de España, pero que en su día fue un gran fracaso, los gitanos devolvían el disco a las tiendas porque no les gustaba”, recuerda Picazo. Venta de Vargas sigue siendo cantera de cantaores y el flamenco se mantiene en buena forma.
A la espera de la próxima revolución
Antonio Barberán, investigador de la cátedra de flamencología de Cádiz, considera que “ya no tenemos aquellos artistas vivenciales y existenciales que han tenido una forma de vida diferente a los cantaores de ahora, no es cuestión de pasar fatiga pero sí que es verdad que yo noto una bajada de calidad en cuanto en la transmisión de los cantes genuinos flamencos", afirma. "Pero dicho esto", añade, "todavía quedan muchos grandes intérpretes, hay mucha gente cantando bien. Pero no transmiten, es muy difícil que se dé una figura como Camarón, porque además no es sólo que cantaba bien es que conectó con el público internacional junto con Paco de Lucía”. Este investigador asegura que hay muchos que están cantando muy bien pero la generación de anterior “fue muy potente y estar a la altura es muy difícil”.
Más optimista se muestra Javier Osuna, investigador y productor de radio que no considera tanto que haya un vacío tras el cantaor de la Isla, sino que forma parte de la evolución de flamenco, que es un arte vivo. “El techo de Camarón y el de Paco de Lucía parece que es la cota más alta a la que se puede llegar en el flamenco, pero es que a principios de siglo XX entre Antonio Chacón y Ramón Montoya hubo una comunión artística que en su día traspasó todo”, asegura.
Era capaz de irse a un pueblo a muchos kilómetros para escuchar un fandango atesorado por una cantaora campesina"
Para este investigador el gran mérito de Camarón “fue su enorme curiosidad y su permeabilidad, el dejarse influenciar por todas las corrientes, voces y tendencias. Eso le hizo mucho más rico. Era capaz de irse a un pueblo a muchos kilómetros tan sólo para escuchar un fandango muy personal atesorado por una cantaora campesina. Era un curioso, un estudioso y eso es lo que le hizo mucho más grande”.
Como si de una revolución científica se tratara el flamenco vive 25 años sin su último transformador esperando a alguien más grande, alguien superior que eche nuevas raíces en el folclore más vivo de Europa. A la espera del nuevo descubrimiento, Camarón y Paco de Lucía son un paradigma institucionalizado.
Ana María Tenorio trabaja en el Centro andaluz de Documentación de Flamenco y asegura “que el número de consultas de investigadores crece continuamente. El flamenco está más vivo y más gente que nunca consulta sobre ellos. Gente de muchas disciplinas que se interesan por este arte en cualquiera de sus vertientes, desde la antropología, la musicología, la filología o desde cualquier materia se está investigando flamenco”.
A este centro de Jerez de la Frontera llegan muchas visitas de escolares y ante la pregunta de a qué cantante conocen, los niños, en un 99% de los casos, contestan que a Camarón de la Isla, asegura la documentalista.
Sólo reconociendo que hay un ser superior, Camarón de la Isla, se puede profesar la religión del flamenco.
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