La sensación del verano pasado fue Pokemon Go. Por mucho que queramos negarlo, pocos smartphones se libraron de la descarga de la aplicación desarrollada por Niantic bajo el amparo de Nintendo. Lo que parecía ser una moda, aunque no lo parezca, se ha convertido en un hábito.
Pokemon Go tiene 65 millones de usuarios activos mensuales. La aplicación ha sido descargada más de 750 millones de veces desde aquél 5 de julio en el que llegó a los primeros países, ya que su desembarco fue escalonado. Fueron los entrenadores de Australia y Nueva Zelanda los primeros en tenerla, aunque un día después ya estaba en los móviles de medio Estados Unidos.
La vida de la app con más descargas en una semana de la historia de la App Store de Apple ha vivido de todo. A su alrededor han surgido cientos de historias, y las que le quedan, con jugadores que han acabado en la cárcel, encontrándose cadáveres o incluso en la carrera por la Casa Blanca.
Inicios complicados
La cronología de Pokemon Go no ha estado exenta de problemas. Las primeras noticias que tuvo el mundo de que los pequeños personajes volvían fue un 10 de septiembre del año 2015, cuando el presidente de Pokemon Company, Tsunekazu Ishihar, el jefe de Niantic, John Hanke, y el legendario diseñador de Nintendo, Shigeru Miyamoto, presentaron la aplicación en un acto en Tokio.
Sin embargo, después de esa ceremonia, llegó el silencio. No se supo nada del juego hasta que no llegó marzo, y todavía por entonces las noticias aparecían con cuentagotas. Se filtraron las primeras imágenes en las que todo era demasiado difuso, casi tanto como la fecha de lanzamiento, que aún no existía.
Cuando finalmente el 5 de julio, casi por sorpresa, la app apareció en los contenedores de aplicaciones de Australia y Nueva Zelanda, se desató el fenómeno. Los primeros problemas aparecieron el 8 de julio, cuando el juego ya llevaba dos días disponible en Estados Unidos. Un adolescente cazaba pokemons en un lago en el estado de Wyoming cuando se encontró con un cadáver. No es la mejor publicidad del mundo, pero tampoco fue suficiente para hundir a nadie.
De hecho, las sonrisas en Nintendo no podían ser más grandes. El 11 de julio las acciones de la compañía japonesa se dispararon un 25% , la mayor subida de sus títulos desde el año 1983. Ese mismo día no fue todo bueno, pues se hicieron públicos los primeros problemas de seguridad en la aplicación: a los usuarios del iOS de Apple se les pedía que facilitaran acceso a su cuenta de Google, algo que según Niantic no debía pasar. Tuvo que ser el propio buscador el que pusiera solución al problema.
Así, con problemas y todo, el fenómeno seguía intacto. El 13 de julio comenzó el desembarco en Europa, primero en Alemania y luego en Gran Bretaña, para acabar conquistando todo el continente.
La locura terminó de dispararse el 16 de julio, cuando el juego llegó a la carrera por la Casa Blanca. Primero fue la por entonces candidata demócrata, Hillary Clinton, la que organizó un mitín en una localización en la que había un gimnasio pokemon en Ohio, al este del país, y posteriormente fue su rival republicano, Donald Trump, el que respondió creando una criatura llamada Crooked Hillary, la tramposa Hillary.
El éxito a nivel de público se trasladó rápidamente a los mercados. Nintendo duplicó su valor en bolsa en apenas tres semanas, y eso que el juego no llegó a su país de origen hasta el 21 de julio. Justo al día siguiente emitió un comunicado Apple, en el que no dio cifras concretas pero en el que sí confirmó que Pokemon Go era la aplicación más descargada en una semana. Los analistas afirmaban que la app generaba dos millones de dólares al día.
Más problemas
En lo más alto de la ola, tras una subida vertiginosa, llegó la caída. El 25 de julio el mercado, ese que había ensalzado las acciones de Nintendo, golpeó con fuerza y desplomó el valor de la compañía nipona. Según los analistas, los ingresos eran ínfimos por mucho que la popularidad estuviera desatada.
Por supuesto, las anécdotas alrededor de Pokemon Go no faltaron en el mayor evento deportivo del año 2016: los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. El gimnasta japonés Kohei Uchimura, siete veces medallista olímpico, se encontró con una factura de casi 5.000 euros por los datos de internet gastados en Brasil mientras jugaba a Pokemon Go. El famoso roaming. Semanas después fue detenido un youtuber ruso, encarcelado dos meses y con una pena que podía haber sido mucho mayor, por jugar a Pokemon Go dentro de una iglesia.
El 23 de agosto se materializó la gran caída de jugadores que se venía rumiando desde semanas antes. En su segundo mes de vida el número de jugadores se hundió desde los 45 millones diarios de mediados de julio hasta los 30 millones diarios de un después.
Pokemon Go también suponía una oportunidad de negocio que no todos supieron ver. Sí lo hicieron Sprint y Starbucks, dos actores poderosos en el sector de las telecomunicaciones y en el de la hostelería respectivamente. Muchas de las tiendas de ambos se convirtieron en paradas o en gimnasios, atrayendo así a los jugadores. De hecho, Starbucks incluso creó una bebida basada en el juego.
La aplicación entró entonces en un páramo. No sabemos si por falta de ideas o por la nula capacidad de implementar novedades, Pokemon Go no presentó nada nuevo hasta el 12 de diciembre, cuando llegaron un par de criaturas nuevas para capturar. De poco sirvió, porque las cifras del primer mes nunca volvieron, y nunca volverán.
La última gran expansión, la penúltima bala que gastaron en el cuartel general de Niantic en San Francisco, fue meter en el juego a 80 nuevos pokemon para capturar una vez más a los entrenadores que ya se habían ido. No sirvió.
El pasado junio llegó la última novedad, con cambios en los gimnasios y la opción de pelear contra otros usuarios. Pocos jugadores volverán, por lo que son nuevas opciones que solo disfrutarán los que aún eran fieles a la aplicación.
Fue el fenómeno social del pasado verano, pero aún no está muerto. Es cierto que su popularidad se ha estancado, pero 65 millones de usuarios mensuales activos son unas cifras que pueden tener contento a cualquiera. Aún quedan entrenadores con el gran objetivo de hacerse con todos.
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