Aunque oficialmente nacieron en 1933, fue en 1922 cuando Claude V. Caver empezó a dar forma al concepto de autocine. El estadounidense colocó una pantalla en el centro de la localidad de Comanche, en Texas, proyectando películas para toda la población.
Sería diez años más tarde, cuando Ricard M.Hollingshead viera en aquella idea un negocio. Su familia tenía una empresa de químicos y pensó que aquel mecanismo les serviría para publicitarse. Un año más tarde, en 1933, consiguió la patente. Y comenzó la fiesta. A la primera proyección acudieron 600 personas atraídas por la novedad y por el precio. Fue Wives Beware, una comedia británica protagonizada por Adolphe Menjou, la que inauguraría una era. Se cobró 25 centavos por persona y otros 25 por coche; lo que suponía que las familias con hijos podían acceder con más asiduidad a este tipo de servicios y, además, nadie llamaba la atención por el ruido ajeno, cada uno lo soportaba en su coche.
El éxito fue apabullante pero su verdadero auge apareció en los años cincuenta, cuando Estados Unidos estaba plagado de estos aparcamientos cinematográficos, casi 4.000 repartidos por toda su geografía. Incluso se llegó a decir que un alto porcentaje de los bebés que nacieron en aquella época habían sido concebidos en las últimas filas de los autocines, donde los más cariñosos se escondían para pasar un rato agradable. Algunos medios llegaron a tachar a estos lugares de indecentes, de "pozos de la pasión", y a tachar a las mujeres que acudían ahí con sus parejas de estar más interesadas en emocionarse con un chico que con una película.
Pero ni esas lograron parar el furor alrededor de estos lugares. Tal fue su auge que decenas de libros, películas y series de televisión dejaron claro que los autocines habían formado parte de la cultura americana, que habían, incluso, democratizado un arte al que durante al tiempo sólo accedían los que tenían los bolsillos más holgados. Se intentó proyectar películas a la luz del día, pero no encontraron la infraestructura correcta para llevarlo a cabo. El autocine y la caída del sol estaban demasiado vinculados.
Vivió en aquella década su mayor esplendor, pero como todas las modas acabó cayendo en picado. Empezaron a dejar su actividad solo para los meses de verano, y muchos desaparecieron, pasando de ser miles a un par de cientos. En España, aunque se abrió durante aquella época algún que otro cine de verano, la adicción no llegó con esa fuerza. Pero ahora, más de 80 años después del primer autocine estadounidense, los aparcamientos con inmensas pantallas viven un momento dulce gracias al auge de lo vintage.
Autocines en España
Este año en España han abierto, o reabierto, sus puertas casi una decena de autocines. Lo hacen, sobre todo, en zonas de buen clima y en grandes ciudades y casi siempre a las afueras, donde la capacidad de encontrar un terreno más amplio es más elevada. A precios más bajos que los cines tradicionales, se han convertido en un todo en uno, donde se puede cenar, beber (si no conduces) y ver una película dentro de tu coche o al lado de tu moto.
Su diseño es similar al de los de los estadounidenses, aunque solo funcionan en verano. En Valencia se encuentra el Autocine Star, que está abierto desde 1981 y que tiene capacidad para 350 coches. En su bar se pueden comprar desde perritos a hamburguesas, siempre muy a la americana y forma parte de los autocines del Mediterráneo, que engloba también al Autocine El Sur de Alicante, mismo modelo, misma comida, misma intención.
En la playa de Les Marines, en Denia, desde hace casi 40 años se encuentran los Drive-in, donde entran hasta 300 coches y de los pocos que cada día tienen doble sesión de cine. Es Asturias la comunidad autónoma que englobaba más autocines. El de Gijón abrió sus puertas en 1993 y sigue en funcionamiento, mientras que en Ribadesella se intentó plasmar el modelo en 2016 y cerró a los pocos meses.
Son Cantabria, el País Vasco y Madrid las últimas que se han apuntado a este fenómeno. A apenas 15 minutos de Santander se encuentran los primeros, que llevan abiertos desde 2014. En Getxo, los segundos, se atrevieron un año más tarde, en 2015. Y ha sido este verano el decisivo para que la capital se apunte al boom. En la carretera de Fuencarral de Madrid ha empezado este 2017 el único autocine de la capital.
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