Cada verano tiene su historia. La vida de Diana Frances Spencer, el pueblo prefería llamarla Lady Di, estuvo marcada por la estación de la pasión. Para ella, la estación de los acontecimientos de su vida. Nació, se casó, fue madre, se divorció y murió en verano.
El 31 de agosto de 1997 el mundo entero se despertaba con la noticia de su fallecimiento en un accidente de tráfico en París. Su muerte fue uno de los momentos más críticos para la monarquía británica. Isabel II, que por estar divorciada, no la consideraba familia real, pretendía desentenderse de los trámites y del funeral de la ex mujer de su heredero. La reacción del pueblo y la presión de los políticos la obligaron a organizar y protagonizar, junto a su hijo y sus nietos, un funeral del Estado.
Dos décadas después, la figura de Lady Di continúa más viva que nunca. Sus hijos, William y Harry, niños entonces, dos hombres hoy, se han encargado de desvelar el verdadero rostro de la mujer que prefirió ser madre antes que reina. Juntos han participado en el documental Diana, our mother: her life and legacy, estrenado el pasado el 24 de julio en la cadena británica ITV y que TVE emitirá en el 20º aniversario de la muerte de la princesa de Gales. Además, el canal National Geographic estrenó el pasado domingo 6 de agosto Princesa Diana: en primera persona, un retrato íntimo de Lady Di dibujado a través de unas grabaciones inéditas de principios de la década de los 90 realizadas en su residencia oficial. Entre documentales, homenajes, libros reeditados y noticias, 2017 se ha convertido en el último verano de Diana.
Diana Spencer nació el 1 de julio de 1961 en Norforlk, Inglaterra. La llegada de la tercera hija, tras la muerte de un niño, no fue muy bien recibida por Edward John Spencer. Se estilaba en la nobleza priorizar al hijo varón para dar continuidad a la estirpe, de manera que el octavo conde de Spencer ni siquiera había pensado en un nombre femenino. Diana creció sabiendo que ella no era lo que sus padres habían soñado, algo que le imprimió cierto espíritu taciturno.
En el verano de 1967, su madre, Frances Roche, decidió cambiar a su marido por su amante. Con seis años, la niña Diana recibió la primera bofetada de la estación del calor: el divorcio de sus padres. En 1976, Edward Spencer se casó con Raine Leggae, condesa de Dartmouth. La ceremonia también se celebró en verano. Los hijos del conde Spencer no sólo no fueron invitados boda, sino que jamás convivieron con la segunda mujer de su padre. Diana creció en un hogar dividido.
La mayor desdicha en la vida de Diana fue toparse con Carlos de Inglaterra. Corría el verano de 1980. Sí, otra vez en verano. El heredero de la corona británica había cortejado a la hermana mayor de la princesa. Una historia que no cuajó porque, al contrario que Diana, Sarah supo ver que aquello no era más que un paripé en busca de la perfecta figura de la futura reina de Inglaterra. Con 19 años recién cumplidos, la inexperta Diana se dejó camelar por el príncipe de Gales, mientras él mantenía, oculta y a buen recaudo, su relación con Camila Parker Bowles. Diana fue la diana perfecta. Guapa, educada y de sangre azul, aprobó con nota el examen a princesa.
El rígido protocolo británico contrastaba con la alegría, el entusiasmo y el ardor con el que los novios fueron recibidos en la calle
El 29 de julio de 1981 Diana Spencer entraba del brazo de su padre en la Catedral de San Pablo convertida en una caja de bombones arrugada, luciendo el vestido de boda más feo de la historia de los royalties. Aquéllo no era más que un presagio de la que se le venía encima. Tímida, cabizbaja, mirando de reojo a su recién estrenado marido, ella fue la verdadera protagonista de una boda retransmitida en directo y que fue vista por más de 750 millones de personas en el mundo.
El rígido protocolo británico contrastaba con la alegría, el entusiasmo y el ardor con el que los novios fueron recibidos en la calle. Dos millones de asistentes jalearon la carroza de los recién casados. El dispositivo de seguridad contaba con 5.000 policías. Cuentan que, para que nada estropeara el momento, los caballos habían comido un alimento que los hacía defecar heces del color del asfalto. Años después, recordando su boda Diana confesó: “Estaba tan enamorada de mi marido que apenas podía dejar de mirarlo. Me creía la chica más afortunada del mundo”.
Aquella felicidad se truncó pronto. Al fin y al cabo no era más que una niña de 19 años abandonada a su suerte entre la frialdad y la insensibilidad de la familia Windsor, machacada por una presión mediática fuera de lo común (aunque ahora no nos extrañe tanto). Tras la pedida de mano, la anónima profesora de guardería se había convertido en el objetivo de los paparazzi de todo el mundo.
Fue en aquella época cuando la prensa la bautizó como Lady Di. Su empatía, su sentido del humor y su carisma anularon por completo a cualquier miembro de la familia real. Ella era mejor. Su popularidad crecía de manera inversamente proporcional a la de su felicidad conyugal. Arrastraba problemas de bulimia desde antes de casarse. Ella misma confesó que en febrero de 1981, justo antes de comprometerse, Carlos puso su mano en su cintura y dijo “Oh, ¿no estamos un poco gordita aquí?”. Eso fue el inicio de su bulimia, una enfermedad con la que batalló durante muchos años.
La habían escogido única y exclusivamente para ser la madre del futuro rey de Inglaterra
En el libro Diana su verdadera historia, Andrew Morton desvela cómo tras firmar los papeles para el matrimonio pasó a tener escolta policial. La noche antes de comprometerse Diana sintió como si "una espada atravesara el corazón" cuando su custodia le dijo que era su “última noche de libertad para el resto de su vida”.
El matrimonio empezó fatal. En el viaje de novios descubrió una foto de Camila dentro del diario de su marido, por no hablar de unos gemelos con dos ces entrelazadas que su marido lucía cada vez que tenía una recepción. Diana ya sabía la verdad. La habían escogido única y exclusivamente para ser la madre del futuro rey de Inglaterra. El príncipe William nació al año siguiente de la boda, el 21 de junio de 1982, el primer día del verano.
Tras una década de matrimonio y dos hijos, Lady Di se sentía “desesperada, desesperada”. La sombra de Camila era alargada. "Éramos tres en este matrimonio y eso es demasiada gente", confesó la princesa en una entrevista en televisión. Por fin, Carlos y Diana llegaron a un acuerdo verbal amistoso y el 9 de diciembre de 1992 el primer ministro británico, John Major, anunciaba oficialmente al mundo la separación de los príncipes de Gales. Aquel cese de la convivencia no implicaba un divorcio, ni la modificación de la sucesión a la corona, ni tampoco de la situación del príncipe Carlos como futura cabeza de la iglesia de Inglaterra.
Con la libertad en la mano, Diana se dedicó a sus hijos (en el documental la recuerdan como una madre "con gran sentido del humor que repartía amor allá donde fuera") y a pelear por todas aquellas cuestiones que le preocupaban. Luchó por erradicar la pobreza, cedió su imagen como apoyo para buscar tratamiento a una entonces desconocida enfermedad que se estaba cebando con la comunidad gay y se centró en su particular batalla contra las minas antipersona. Proyectos que aún siguen vivos de la mano de sus herederos. Así se ganó el sobrenombre de la Princesa del pueblo.
Tras el divorcio, una nueva Lady Di resurgió con fuerza en el papel couché
El príncipe Carlos confesó públicamente su adulterio dos años después y la separación terminó en divorcio el 28 de agosto de 1996. Otra vez en verano. Lady Di resurgió con fuerza en el papel couché. Hacía unos meses que mantenía una relación secreta con Hasnat Khan. Según su mayordomo, Paul Burrell, pretendía casarse con él. La princesa lo había conoció durante una visita a un amigo en el hospital Royal Brompton de Londres, donde Khan trabajaba como cardiólogo. Burrell asegura que la relación entre Diana y Hasnat se prolongó dos años, desde 1995 hasta julio de 1997. Por lo visto, fue Khan quien rompió, porque no fue capaz de soportar la intromisión de los medios de comunicación. La princesa no podía dar un paso sin que le siguiera una cohorte de paparazzi. Sostiene Burrell que el cardiólogo fue "el único gran amor de Diana" y que ella no perdió la esperanza de volver con él. Es más, defendía y continúa defendiendo que Diana pretendía darle celos con Dodi Al Fayed, con quien sólo mantuvo "una relación de 30 días".
Treinta días con Dodi
Dodi Al Fayed, hijo de papá y ex cocainómano, estaba prometido con Kelly Fisher, una modelo a la que le había regalado un impresionante anillo de zafiros y diamantes valorado en 118.000 libras y con la que pensaba casarse el 9 de agosto de 1997. El dueño de Harrods vio las posibilidades de acercarse a la familia real y obligó a su hijo a cambiar de objetivo. Total, ¿a quién le importaba Kelly Fisher?
A principios de julio, Mohamed Al Fayed había invitado a Lady Di a pasar unos días de descanso en el Jonikal. Diana aceptó la invitación por que no tenía donde ir. Según el acuerdo de custodia, sus hijos tenían que pasar las vacaciones en Balmoral con los Windsor. En su situación, nadie se atrevía a invitar a la princesa puesto que nunca llegaba sola sino rodeada por una marabunta de fotógrafos. Ella buscaba paz, por eso aceptó la invitación. El dinero de los Al Fayed hacía posible contratar una guardia pretoriana de seguridad contra los teleobjetivos.
Diana sabía que los robados con Dodi en el Jonikal iban a sentar fatal a su familia política
Dodi fue la venganza de Diana. Sabía que los robados en el Jonikal, anclado el la riviera francesa, iban a sentar fatal a su familia política. La Lady Di que subió al yate ya no era, ni por asomo, la dulce inocente que hacía años había entrado temblando en la catedral de San Pablo. Si algo había aprendido en todos aquellos años era a utilizar a la prensa. Sabía cómo posar para que lo fotógrafos les robaran un instante en la cubierta. Sus fotos en el Jonikal luciendo barriguita dieron la vuelta al mundo. "¿Estará embarazada la princesa?", se preguntaban los tabloides británicos.
"Te lo juro, le encantaba posar. Aquel verano estaba espectacular, llevaba un biquini diferente cada día. Era el paraíso de los paparazzi. De no ser por el trágico final que le esperaba aquel 31 de agosto de 1997 en París, la Riviera francesa hubiera sido el escenario de la sesión de fotos más larga e internacional de la historia de los paparazzi". Los fotógrafos estaban como locos. Al final, aquella locura se convirtió en una persecución que terminó en tragedia y Diana se llevó su secreto a la tumba. ¿Hasnat Khan o Dodi Al Fayed?
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