Día 2 de octubre 2013. Silvio Berlusconi aparece sonriente en la portada de la revista Vanity Fair. Con el dedo apunta a una mujer, mucho más joven, sentada a su lado. Se llama Francesca Pascale. El titular dice: "Yo me casaré con él". Dos días después, el 4 de octubre, la junta electoral del Senado italiano despoja a Berlusconi de su acta parlamentaria por la condena a cuatro años de cárcel por las cuentas en B de Mediaset Italia. Casi 280 millones de dólares procedentes de sus televisiones escondidos entre Suiza, Las Bahamas y Montecarlo.
En cualquier país europeo, una condena representa el final con deshonra para un líder político. Pero Silvio, a sus entonces 78 años, estaba acostumbrado a ser el jefe de gobierno más criticado y denostado de toda cumbre internacional. Respondió a la condena con el amor para Francesca, 28 años de edad y casi 50 de diferencia.
Pero el barco en el que navegaba Berlusconi había empezada a hundirse dos años antes, cuando abandonó la presidencia del gobierno abucheado por una masa enfurecida por la crisis. Ahí entendió por primera vez que los chistes y los cuernos no bastaban para mantener cohesionado a un país azotado por el desempleo y cada día menos merecedor de formar parte del G7, el grupo de los siete países más industrializados del mundo. En aquel invierno del 2011 fue cuando las cosas empezaron a torcerse, cuando los amigos empezaron a desaparecer. Nadie quería acompañar a Silvio en su personal descenso a los infiernos judiciales. Sin embargo para il Cavaliere, el repudio del Parlamento no fue el punto y final, sino un paréntesis. Lo sabía él y lo escribían los periódicos. "Berlusconi no está acabado, como mucho está acabado el berlusconismo", se podía leer en las páginas de aquel otoño.
Condena y expiación
Nunca pisó la cárcel. En abril de 2014, los jueces de la Corte de Milán le quitaron el pasaporte pero le concedieron el trabajo en beneficio de la comunidad como alternativa a los domiciliarios. "Por cada 2 millones de euros defraudados a Hacienda, Berlusconi se limpia con una hora de voluntariado en una residencia de ancianos", escribió un periódico notoriamente hostil hacia al del centro derecha. Lo único que realmente le dolió a Berlusconi fue la condena a la inhabilitación de los cargos públicos hasta 2019. Quizá demasiado tarde para volver a ocupar su escaño en el Parlamento.
Después de cumplir condena, Berlusconi volvió a la política
En aquella primavera, cuando il Cavaliere empezaba su purgatorio junto a los enfermos de alzheimer, Forza Italia, su partido, se descomponía. La Liga Norte y su ideario xenófobo conquistaban a los electores más conservadores. Los moderados ya se habían pasado al otro bando, convirtiéndose en satélites del Partido Democrático de Renzi. Silvio, como un terrible dios de la antigüedad, se había comió todos sus posibles delfines y no confiaba en nadie. Durante todo este tiempo sólo Francesca se quedó a su lado.
Lo peor vino después, cuando volvió a ser un hombre libre, en mayo 2015. La salud empezó a claudicar, los negocios a desplomarse y el amor a enfriarse. Primero fue la rodilla, que le obligó a ingresar. Luego fue el corazón, que empezó a fallar: tuvieron que intervenirle de urgencia a la válvula aórtica. "Ha estado a punto de morir", dijo el cirujano de Hospital San Raffaele que le operó. Aquel verano de 2016 coincidió también con una crisis en la relación con Francesca Pascale. Cuando el magnate dejó el hospital para volver a su casa, Francesca se mudó a una mansión que le había regalado el ex presidente. El último susto para la salud fue el pasado septiembre, durante un vuelo a Nueva York. Otra vez el corazón, que le obligó a quedarse ingresado en el Presbiterian Hospital de Manhattan durante unos días.
Patinazos de Berlusconi con España
Los negocios, en crisis
El 2017 ha sido el año en que Berlusconi se ha enfrentado a los problemas económicos de sus empresas. Su imperio editorial y televisivo resistió sin descalabros a la crisis, pero después de casi diez años de reducidos ingresos publicitarios, las grietas han empezado a notarse en las cuentas de Mediaset y Mondadori. Incluso las inversiones en España, que siempre dieron alegrías, se han torcido después de las repetidas caídas de las acciones de Mediaset España.
Berlusconi vendió el Milan para salvar Mediaset
Para solucionarlo, Berlusconi decidió vender Mediaset Premium, la plataforma de pago titular de los derechos de los partidos de fútbol. El comprador, su amigo Vincent Bolloré, dueño del coloso francés Vivendi. Tenía que ser un acuerdo fraternal, pero en breve il Cavaliere se dio cuenta que Bolloré quería convertirse en el propietario de todas las televisiones Mediaset, no sólo de los canales de pago.
La batalla económico-judicial con Vivendi sigue abierta y ha traído números rojos a las cuentas de las empresas de Berlusconi. Es la principal razón que le ha obligado a vender su querido Milan. Desde Kaka a Van Basten, durante 30 años Silvio compró los mejores futbolistas. Todo lo que fuera necesario para convertir el equipo de su infancia en el mejor del mundo. Fue la empresa que más lo hizo feliz y el pasado abril la cedió al inversor chino Li Yonghong a cambio de 700 millones de euros. Dinero necesario para combatir la batalla contra Vivendi.
El amor gana siempre
Con 80 años a su espalda, Berlusconi dice sentirse todavía un jovenzuelo. No tiene planes de dejar la política. De hecho está convencido de que el Partido Democratico tendrá que aceptar una gran coalición para evitar que gobierne el Movimiento Cinco Estrellas. Este verano, después de años de ausencia, ha vuelto a pasar las vacaciones en Cerdeña, como en los tiempos en que todo iba bien. El amor con Francesca Pascale también ha revivido. Han aparecido juntos en unos cuantos saraos.
En Porto Rotondo, centro vacacional de la jet set internacional, Silvio y Francesca han sido los invitados de honor de la inauguración de la discoteca Country Club. Berlusconi se ha hecho selfies con los invitados y ha comido sushi en una mesa de 12 amigos a la que estaba también Dudu, el caniche de Francesca que es como una hija para la pareja. "Sigo en el campo, es pronto para convertirse en ‘noble ascendiente’", ha declarado Berlusconi a los reporteros.
Sobre el tema del liderazgo del centro-derecha, dicen los bien informados, Belusconi es consciente de que tendrá que tomar una decisión. Podría intentarlo otra vez con Sergio Marchionne, pero el ex presidente de Fiat de momento ha declinado. El elegido podría ser entonces Antonio Tajani: el presidente del Parlamento Europeo es el activo más valorado y más reconocido internacionalmente dentro de Forza Italia. "Nada de Marchionne o Tajani. La apuesta de Berlusconi es una mujer" - escribe el periódico Il Messaggero - "¿pero cuál de ellas?"
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