El Café Riche era verdad. Su cristalera a la calle sucia, atestada de coches y hombres de piel oscura y chilaba. También eran ciertas sus mesas con manteles rojos y sus barandillas de madera oscura, su trasiego de gente, silencioso comparado con el bullicio de todo el día. Los globos de las lámparas del techo y las pajaritas de sus camareros. Pero la luz tenue brillaba amarilla; era vieja y teñía de irrealidad el ambiente. Lo volvía un lugar de posguerra y libro de aventuras usado.
Te lo prometo, respondía cada vez que el otro le increpaba y le decía que no. Que sí, amigo.
La segunda cerveza empezaba a contrarrestar el calor de todo el día, de mezquita en mezquita, entre edificios ruinosos, miles de claxon sonando a la vez sin una victoria que celebrar y olores a especias y telas.
...¡No me vuelvas a sacar lo de los camellos y créeme!
Me acomodé la gorra, con el pelo aún empapado de sudor. Había hecho bien no comprando ni un solo escarabajo, del material que fuera. Dos mesas más allá, una mujer inglesa sacaba del bolso dos o tres para volver a mirarlos. Todo eran réplicas, todo promesas de que aquello era verdad, procedente de un yacimiento. Palabrería.
...Que sí, que eran casi las nueve y no había nadie por allí. Fue la chica la que me dijo que subiéramos...Handi, exageras...sabes como yo cuál es el camino más corto para llegar arriba y que con calma se puede. Ella lo hizo incluso mejor que yo...alemana, dices...¿Y cómo se llamaba? ¿Te acuerdas? De eso no me acuerdo, pero sí de que tenía el pelo rubio y los ojos muy azules. Como todas las alemanas menos dos o tres. Y el pelo corto. ¿Y qué más?
Miré al otro lado del ventanal dando por acabado el día y pensando en cómo organizar el siguiente. ¿Qué hacer con la última jornada en El Cairo?
...pues sí, es lo mejor que me ha pasado en la gran pirámide ¡y si no me quieres creer, no lo hagas!
Los días habían sido intensos. Egipto, desde Abu Simbel hasta Giza, pasando por Luxor, era una tierra extraña, como el fósil de una civilización grandiosa ocupada ahora por hombres insignificantes, todos nosotros, que no estábamos a su altura y que vivíamos de vender y comprar sus vestigios, sin ninguna gana de seguir su camino. Egipto era algo que no cabía en un souvenir y que no necesitaba maquillajes para impresionar. Sin embargo, qué sería de todo aquello sin hombres y mujeres que quisieran revivir cada día su misterio y peregrinar hasta su ruinas.
...el caso es que el tipo tiene tres cocodrilos de más de 18 metros disecados en casa, pudriéndose. Eso no puede ser verdad Handi. Te lo prometo ¿Y qué sugieres? ¿Que lo denunciemos y los llevemos al museo? No lo sé, pero eso es dinero, amigo.
Auténticas mareas de cámaras fotográficas, planos, tickets, gafas de sol y crema solar. Pantalones cortos y zapatillas de deporte. Y del otro lado, pañuelos, sandalias gastadas, tazas de té y manos tendidas, callejones con máquinas de coser funcionando entre niños jugando con balones desinflados.
Handi, no te metas en líos. Seguro que esos cocodrilos están ahí, pero es mejor que allí sigan. ¡Pero se van a pudrir! o peor, algún día los venderá a alguien y se perderán para siempre.
Egipto pugna entre el deterioro y la reconstrucción
Egipto vive entre la calma de los rostros de sus faraones en la piedra y la agitación del hormiguero que vive de su recuerdo. Un país como superviviente, en constante pugna entre el deterioro y la reconstrucción, como la pirámide de Zoser....
Zoser, digo en alto.
¿Zoser?
Uno de los dos hombres que conversaban a mi lado en árabe se había marchado y el otro se giró. ¿Zoser? Yo puedo llevarte allí, dijo entonces en inglés ¿Es usted guía? Y de los mejores amigo, soy miembro del sindicato de guías de El Cairo. Tratamos de ofrecer buenas rutas, en lugar de las de otros, que se dedican a robar a los turistas...en el sindicato intentamos conservar Egipto, su museo...me llamo Handi.
Le conté que estaba pensando en qué dedicar el tiempo mañana. He estado dando vueltas por la ciudad, me acerqué a ver las pirámides, que me han decepcionado algo, lo siento.
Lo entiendo...pero Zoser es diferente. La pirámide escalonada, la necrópolis de Saqqara. Además, desde allí podríamos acercarnos a la pirámide roja y comer en el restaurante de un amigo que hace el mejor falafel de El Cairo.
Handi, de pronto Handi, se movía nervioso y con los ojos muy vivos.
No sé, creo que puedo ir solo. No, amigo. Le hará falta un guía si quiere ver bien Zoser...De verdad, conozco a un hombre que actualmente está trabajando en la zona en un yacimiento. Han encontrado unas nuevas cámaras subterráneas y no saben si puede haber nuevas tumbas...si quiere puede ser el primer occidental en entrar.
Me quedé pensando. Y le lancé una pregunta. El otro día, en uno de los templos de Luxor encontré unos relieves con escenas de pesca. Los peces eran desproporcionados y me llamó la atención porque las inscripciones o los jeroglíficos no suelen tener esas características. Me respondió con convicción, eso es porque hace muchos siglos, el Nilo era un auténtico vergel, mucho más caudaloso que ahora, mucho menos explotado. Entonces, los peces eran bastante más grandes que ahora, igual que los cocodrilos. Créame.
La mujer inglesa no paraba de sacar souvenirs del bolso. Alguno, quien sabe, podría ser un objeto valioso de verdad.
Hablamos durante un rato de lo que había estado viendo días atrás, me explicaba con gran profusión detalles en los que no había reparado. Karnak se volvía más grandioso a través de sus palabras, en lugar de un templo al que en las visitas nocturnas, la megafonía añadía aullidos de perro para maquillar aún más sus misterios.
Handi insistió en visitar las excavaciones en busca de, quien sabe, un nuevo hallazgo, y accedí.
Zoser parecía una castillo de arena levantado por un faraón infantil
A primera hora, cuando la mañana aún era fresca, pasó a recogerme con una furgoneta que parecía blanca y algo destartalada y tomamos rumbo a la necrópolis de Saqqara. Hablamos de la vida, el arte...y cuando por fin alcanzamos el desierto, en poco tiempo estábamos ante la pirámide escalonada de Zoser. Pese a los andamios, se levantaba solemne. Era la construcción más antigua más imponente que había visto nunca. No era opulenta y parecía un castillo de arena levantado a su antojo por un faraón infantil. Polvo a punto de desvanecerse. Y ni rastro de turistas.
Handi me sacó del ensimismamiento y me metió prisa para ir a la parte de atrás de la pirámide, en pleno desierto. Rápidamente me plantó ante un agujero en el suelo por el que bajaba una escalera de madera. Apareció de pronto otro hombre con una chilaba y lo que parecía una escopeta. En ese instante, Handi me pidió algo de dinero para dárselo a aquel tipo, aunque eso no lo habíamos convenido. No tenía muchas opciones. Después descendimos.
Abajo del todo, había una puerta de madera torpemente incrustada entre paredes arenosas. Handi encendió una pequeña, pero potente linterna. Abrió la estancia y enseguida divisé paredes llenas de imágenes y jeroglíficos.
No hace falta ir al Valle de los Reyes; vas a ver unas pinturas muy bien conservadas, como si se hubieran hecho ayer. Venga, disfrútalo antes de que llegue la gente, luego te explicaré unas cosas de Zoser e iremos al local de mi amigo, allí podrás comprar un montón de figuras y papiros si quieres.
Justo decía eso cuando enfocó con la linterna a la pared y allí apareció el dibujo de un reluciente escarabajo verde.
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