En las postales futuristas de los años veinte, los ilustradores pintaban ciudades con grandes rascacielos sobrevoladas por ultraligeros. Los coches del futuro han volado desde entonces (con permiso de Blade Runner). Pero en 1983, el productor Glen A. Larson inventó un vehículo que no tenía necesidad de surcar cielos para reflejar el futuro. Hablaba.
31 años después de la cancelación de El Coche Fantástico, los automóviles (algunos) tienen pantallitas con navegador. Hacen videoconferencias. Son capaces de conducir solos. Se pueden controlar algunas funciones desde un reloj de pulsera. Diagnostican la salud de quien lo conduce. Y, desde luego, hablan.
El Coche Fantástico fue un encargo que firmó el productor Glen A. Larson justo antes de abandonar Universal para irse a la Fox. Venía de hacer Battlestar Gallactica y Magnum. Según relataba el propio Larson, poco antes de fallecer en 2014, "ya habíamos ensayado algunos elementos de El Coche Fantástico en Battlestar, apenas unos esbozos". La idea de que hablase un automóvil terrestre, sin embargo, parecía "una locura".
Aquel era un Pontiac Firebird Trans AM, que se vendía en los concesionarios. Aunque Kitt se reencarnó en 2007 en un Ford Mustang. El Coche Fantástico fue la 'traducción' de Knight Rider, Caballero Andante. Un Quijote llamado Michael Knight a lomos de un híbrido entre Rocinante y Sancho Panza llamado Kitt, acrónimo de Industrias Knight 2000.
Las tierras de La Mancha eran, en realidad, las de la desértica California, donde galopaba este llanero solitario a sueldo de la Fundación para la Ley y el Orden. Junto a él, un mayordomo convertido en jefe de la organización, Devon Miles, y una mecánica (bueno, hubo dos: Bonnie Barstow y April Curtis); papel femenino que, por una vez, no babeaba por Michael, como el resto de chicas Knight que acompañaban efímeramente al protagonista en sus aventuras a lo James Bond.
Kitt es la inteligencia artificial del coche, que sigue las leyes de la robótica de Asimov al pie de la letra, frente a su gemelo perverso, Karr, que tiene en su programación por norma protegerse a sí mismo frente a los demás.
El coche era el protagonista. Y si fue tan excesivo en los rodajes se debió un poco a una casualidad. En 1983, un camión que transportaba Pontiacs volcó. Los coches quedaron intactos, pero la ley no dejaba que circulasen, así que la fábrica los vendió por un dólar a la Universal. Se usaban hasta 9 por capítulo. Al terminar la serie, todos los Pontiac se destruyeron, conforme a la ley. Todos menos cinco.
La música original se popularizó muy rápido. Stu Phillips es su autor, conocido por la banda sonora de Battlestar Gallactica, aunque el toque electrónico es del propio Larson y los vientos vienen de este ballet del siglo XIX:
Hoy, David Hasselhoff es un personaje en sí mismo, que ha conseguido sobrevivir a Michael Knight, que tuvo un cameo en la saga de 2008, esa reedición para locos del tuning y el GTA. Aquello no pudo despertar el fenómeno fan que sí tuvo la serie original.
Para saber más:
Stefanie Armbruster, Watching Nostalgia: An Analysis of Nostalgic Television Fiction, Transcript, 2016
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