Es el escritor de lo cotidiano, del desapego, del amor en todas sus versiones, de la pérdida… Pero sobre todo, Paul Auster es el escritor del azar. Su obra está repleta de vestigios que incitan al lector a preguntarse ¿qué hubiera sido de mi si...? “Lo inesperado es parte de la vida. El hombre toma decisiones, tiene planes para su vida, planes que a veces salen y otras no. Cualquier experiencia cambia la historia”.
El escritor norteamericano ha presentado en Madrid 4, 3, 2, 1 (Seix Barrall), su primera novela después de siete años de silencio, una historia en la que juega con el destino a través de su protagonista, Archie Ferguson, al que le otorga cuatro posibles vidas y con el que tiene en común tantas cosas que se ve obligado a confesar que Archie no es él. “Es mi tiempo, mi espacio, pero no soy yo”.
Donald Trump es una amenaza para el mundo, un maniático y un psicópata, los periodistas deben prestar atención"
Efectivamente Archie no es Auster, aunque entre líneas se pueda vislumbrar que el autor le ha prestado recuerdos a su protagonista, no en vano ambos son judíos de ascendencia inmigrante, por ejemplo. Autor comprometido, en 4, 3, 2, 1 entrelaza de manera magistral las cuatro vidas de Archie con la historia contemporánea de EEUU. Resulta inevitable arrancar la presentación preguntándole por la situación política de su país. “Donald Trump es una amenaza para el mundo, un maniático y un psicópata, lo importante es que los periodistas presten atención y cuenten lo que está pasando. La presidencia de Obama, un hombre negro en la Casa Blanca, se convirtió en todo un símbolo. Supuso un avance. Ahora estamos viviendo un retroceso. He leído mil análisis sobre el tema y me sigue asombrando que 60 millones de personas le votasen y, sobre todo, que un 52% fueran mujeres".
Al autor de obras como Trilogía en Nueva York, Leviatán o Sunset Park le enferma el tratamiento que está haciendo la Administración Trump con el problema racial. "La esclavitud es el veneno. América nunca ha solucionado el problema de la esclavitud, la prueba es que ni siquiera tenemos un museo sobre la esclavitud. Mientras no lo arreglemos seguiremos siendo un país enfermo. La bandera confederada que enarbolaron en los disturbios de Charlottesville es igual que la esvástica. La nueva Administración está alentando la división racial, está hablando directamente con una parte de Estados Unidos muy extrema, gente muy peligrosa. Nunca he visto nada parecido. Rezo para que no tenga un segundo mandato".
Convencido de que Donald Trump es incapaz de leer libros, “no le gusta ni su olor, ni es capaz de sujetarlos”, Auster abandona el tema político. “No quiero hablar de política todo el rato. Soy un contador de historias”, explica.
Un contador de historias que ha tardado siete años en escribir las casi 1.000 páginas de su último libro, donde construye cuatro versiones de un mismo personaje para bucear entre el amor, la amistad, la familia, la política y la muerte de cuatro maneras distintas. "Existen cuatro chicos idénticos que viven en circunstancias cambiantes. Estas líneas les hacen vivir una vida diferente a la de los demás. Son todos precoces, inteligentes y en cierta medida excepcionales. Escogí el cuatro porque para mí representa la simetría perfecta. Cuando arranqué a escribir, no tenía un plan elaborado, fui improvisando. Hasta el final no entendí de qué iba la novela”.
Recuerdo perfectamente cuando escribí las últimas líneas, casi me desplomo de lo cansado que estaba"
Desvela que su vida, como la de todos, también es fruto del azar. “Conocí a mi mujer por azar. Ella estaba de visita en Nueva York y sólo compartíamos un conocido en la ciudad. El destino quiso que yo asistiera a una lectura en la Universidad de Columbia. Ella también fue, acompañada por nuestro amigo común. Cuando lo vi, del brazo de aquella joven belleza pensé que tenía un affaire. Mi amigo me sacó de la duda, entonces comenzamos hablar, pasamos la noche juntos y hasta hoy. Treinta y seis años después”.
Confiesa que se acuerda perfectamente del momento en el que escribió las últimas líneas. “Quedé exhausto, casi me desplomo de lo cansado que estaba”. No es para menos. Paul Auster es alérgico a las nuevas tecnologías, por no tener no tiene ni móvil. Escribe sus libros a mano, con pluma y, cuando acaba, es el propio autor el que pasa el manuscrito a máquina. Un proceso que ha bautizado como la lectura de dedos. No quiere ni oír hablar del Nobel, de las veces que su nombre ha sonado, ni de la ingratitud con la que, en ocasiones, han tratado su obra en EE.UU. "Yo sólo hago mi trabajo".
Asegura que no es cierto que 4, 3, 2, 1 sea su última novela. “Tengo planeado seguir escribiendo, ya surgen algunas ideas en mi la cabeza. En cuanto llegue a casa, regreso a mi habitación, cierro la puerta y…”.
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