No se lo querían dar. El premio iba para su marido, Pierre Curie. Para ellos, ella era sólo la ayudante del genio, el apoyo casero que todo gran científico necesitaba para poder enfocarse en su trabajo. Pero Pierre, sabiéndose secundario, luchó para que Marie tuviese un sitio dentro del Nobel de Física. Lo consiguió. En 1903 la mujer que aisló el radio se convirtió en la primera en recibir un premio Nobel, era compartido, pero era suyo y comenzó a cambiar la historia.
Tocó una puerta que abrió del todo convirtiéndose en doble premiada en 1911, está vez el de Química. Era la primera persona en hacerse con dos y era mujer. Una salvajada. Aunque han pasado más de 100 años, sólo 47 mujeres a partir de Curie han conseguido conquistar el Nobel. La última ha sido Svetlana Alexiévich, en 2015 la Literatura llevó su nombre. Sus textos, sus libros, encontraron el equilibrio perfecto entre la literatura y el periodismo y ella halló en los conflictos bélicos la narración necesaria. La Fundación destacó "sus escritos polifónicos, un monumento al sufrimiento y valor en nuestro tiempo".
Entre ellas dos, entre la gran física y la literata, cuatro decenas de mujeres que tuvieron que trabajar, pensar y luchar algo más que sus similares masculinos. Ahora, el Museo de Ciencias Naturales de Madrid recupera la memoria de doce de ellas. Lo hace con la muestra Mujeres Nobel que se podrá visitar hasta marzo del año que viene y que hace un recorrido por sus biografías. "El principal objetivo de esta exposición es dar a conocer a la sociedad, especialmente a la juventud, a las mujeres que han luchado por un ideal y se han convertido en referentes mundiales en diversas disciplinas", aseguran. Desde El Independiente, en la semana que se están dando a conocer los galardones de 2017, recordamos a algunas de ellas:
Bertha von Suttner. Era amiga de Alfred Nobel. Había sido su secretaria durante apenas dos semanas y su relación de amistad se alargó durante años. Suttner venía de dos mundos. El primero, el de su padre, un rico conde que murió antes de que ella naciese y que le dejó una fortuna a su familia. El segundo, el de su madre. La viuda tardó en dilapidar el dinero un par de manos. Su ludopatía las llevó a la penuria económica. A Bertha haciendo de institutriz de los hijos de aquellos que antes cenaban en su casa.
Su mentalidad estaba fuera de lo común. Hablamos de finales del siglo XIX. Bertha no consintió ni un buen matrimonio concertado, ni depender de nadie. Se casó en secreto, su marido fue desheredado porque su familia no la quería como mujer de su hijo, y pasó una parte de su vida contando los cuartos que entraban en casa. Ella y su marido, Arthur Gundaccar, vivían de escribir artículos y reportajes para periódicos austriacos sobre la guerra ruso-turca. Quizá fue esa época la que le hizo ver que el pacifismo era lo único que podía salvar al ser humano de si mismo. Desde entonces, su obra se basó en esa teoría. En la Paz, en la fe en el progreso del ser humano hacia ella. Fue su obra Adiós a las armas la que le llevó a ser la primera mujer en ganar el Nobel de la Paz, 1905.
Françoise Barré-Sinoussi. Fue una de las personas que descubrió la infección más temida de los años ochenta. El VIH empezó a desarrollarse y fueron ellos los que le dieron nombre y consecuencias. Françoise formaba parte de ese equipo de tres que en el Instituto Pasteur vieron que era necesaria la utilización de pruebas para que el virus no se contagiase con aun más rapidez. Era 1984. Vieron que por el momento era incurable, lo más parecido a una plaga bíblica.
Fue en 2008 cuando consiguió el Nobel de Medicina. Lo compartió con sus colegas y fue la mejor forma de reconocer una carrera dedicada, primero al descubrimiento y luego a los posibles tratamientos para paralizar su dispersión, del VIH. Fue ella la que en 2009 enviaría una carta al Papa Benedicto. Le recriminaba su falta de ética al asegurar que el condón no era útil para la prevención de este virus.
Gabriela Mistral. No fue la primera en conseguir el Nobel de Literatura, pero sí que fue la primera latina y la única hasta Rigoberta Menchú, en 1992, en entrar a formar parte de pequeño grupo que formaban los ganadores del premio sueco. La Fundación se lo concedió "por su poesía lírica que, inspirada por poderosas emociones, ha hecho de su nombre un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano". Algo que no sentó bien a todo el mundo. Borges se quejó, asegurando que Gabriela Mistral no había escrito "ningún poema lo bastante bueno".
Ella era poeta, era diplomática, pero, sobre todo, era pedagoga. Ascendió rápidamente en el mundo de la educación, pasando en poco tiempo de ser profesora a directora de un centro chileno. Escribía poesía con fuerza y constancia. Dicen que conocía Chile de norte a sur por su trabajo como maestra y que había algo en él "que le dolía". Lo describió así, con la letra que aporta el dolor e intentó combatir el problema de la educación en su país, una de las mayores lacras de las zonas rurales. Veía la formación como las mejores alas y desplegó su legado por buena parte de la geografía chilena.
Elinor Ostrom. Aunque los premios Nobel nacieron hace más de un siglo, el de Economía no se creó hasta 1968. Pese a que llegó tarde, ha tenido que esperar hasta 2009 para caer en las manos de una mujer. Más de 40 años. Elinor Ostrom lo consiguió por "su análisis de la gobernanza económica, especialmente los bienes comunes". El premio lo compartió con su colega Oliver E. Williamson e hizo historia. Destacaron porque "su trabajo había desafiado la creencia convencional de que la propiedad común es gestionada de manera pobre y debería ser regulada por las autoridades centrales o privatizada".
Ese mismo año, en 2009, otras cuatro mujeres fueron ganadoras del Nobel. Dos consiguieron el de Medicina, otra el de Literatura y la última el de Química. Parecía las mujeres estaban de racha, pero sólo lo parecía. Tanto 2010, como 2012 y 2016 quedaron vacíos de presencia femenina.
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