Los periódicos comenzaron a asegurar que era uno de los candidatos. Faltaban apenas unos días para que la Academia hiciera público el fallo del Nobel de Literatura de 1964 y Jean-Paul Sartre sonaba con más fuerza que ningún otro nombre.
El filósofo, escritor, dramaturgo y, sobre todo, activista estaba a punto de cumplir 60 años y cargaba con el peso de ser reconocido a nivel mundial. Era el autor de La náusea o El ser y la nada, defensor a ultranza de la libertad, estrechamente relacionado al movimiento comunista y el creador de la teoría del psicoanálisis existencial.
Y ni puedo ni quiero, ni en 1964 ni después, aceptar esta distinción honorífica"
En cuanto leyó la prensa, tembló. No quería tener nada que ver con el galardón y no tardó mucho en escribir una carta a la Academia pidiendo que le sacasen de las quinielas. "Por razones que me son personales y por otras que son más objetivas, no quiero figurar en la lista de posibles laureados. Y ni puedo ni quiero, ni en 1964 ni después, aceptar esta distinción honorífica", escribió en una misiva que fue publicada por el diario sueco Svenska Dagbladet y recuperada por los periódicos de todo el mundo.
No sirvió de nada, los académicos habían tomado ya su decisión y anunciaron al poco tiempo que el francés era el hombre elegido "por su trabajo, rico en ideas y lleno del espíritu de libertad y de la búsqueda de la verdad", alegaron. Pero era esa libertad, esa necesidad de mantenerla, la que le impedía que su nombre se relacionase con el premio Nobel. Saltó la noticia y él salió a reiterar lo que ya había avisado días antes. No lo quería. Ni lo iba a querer.
Todos los honores que pueda recibir exponen a sus lectores a una presión que no considero deseable"
"Un escritor que adopte posiciones políticas, sociales o literarias debe actuar solo con sus propios medios, esto es, el mundo escrito. Todos los honores que pueda recibir exponen a sus lectores a una presión que no considero deseable", sentenció, y la prensa le colocó en las portada de todos los periódicos. Desde Borís Pasternak, autor de Doctor Zhivago, que fue obligado por las autoridades soviéticas a rechazarlo, y los tres alemanes a los que Hitler ordenó no aceptarlo; él era el único que había dicho que no a la Academia más prestigiosa del mundo sin ningún tipo de coacción política.
Jean-Paul Sartre lamentó profundamente que este hecho se convirtiese "en un escándalo". "Pero si firmo Jean-Paul Sartre no es lo mismo que si firmo Jean-Paul Sartre, ganador del Premio Nobel de Literatura", manifestó. El francés no quería convertirse en una institución, si lo hacía, su activismo político al favor del socialismo, creía él, se vería dañado.
Críticas y dinero
Las críticas no tardaron en llegar. Pocas personas confiaron en la buena voluntad del filósofo y muchas le acusaron de haber conseguido publicidad gratuita. De querer ganar dinero a través de esa fama temporal. Pero a Sartre la venta de libros no le iba mal y aunque así fuese, llevaba un estilo de vida llamativamente austero para su posición. Además, de haberlo aceptado, el Nobel le habría metido una inyección de 26 millones de francos en su cuenta corriente.
La realidad es que su rechazo le generó gran número de adeptos, más fama y más repercusión. Pero en el año 2000, el sueco Lars Gyllensten dinamitó la imagen del francés. En sus memorias, Recuerdo, sí lo recuerdo, hablaba de su estancia como miembro de la Academia y aseguraba que aunque Sartre había renunciado al premio, años más tarde habría pedido recibir la compensación económica por este. Esta se le fue denegada y su petición no salió a la luz.
Desde él, ningún otro ganador del Nobel de Literatura lo ha rechazado. El último en recibir fue Bob Dylan, y aunque su decisión de no acudir a recogerlo desencadenase cierta polémica, no llegó a más.
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