Tenía que ser una noche mágica. El Teatro Real cumplía 20 años y el azar (o no) quiso que coincidiera con el estreno de Carmen, la versión que Calixto Bieito estrenó en el Festival de Peralada en 1999.
La obra llegaba al coliseo madrileño bajo la batuta de Marc Piollet, tras un viaje por medio mundo y, como casi es habitual en los montajes de Bieito, rodeada de cierta polémica, esta vez por el tema de las banderas. Con la que está cayendo, las declaraciones (o no) unilaterales de independencia; requerimientos (o no) a los responsables catalanes y la activación (o no) del artículo 155, los responsables del Teatro Real decidieron autocensurarse y cambiar dos escenas en las que consideraban que se perdía el respeto a la bandera. Pues no era para tanto.
En el Real decidieron autocensurarse y cambiar dos escenas en las que se perdía el respeto a la bandera
Convertida la bandera en un trapo rojo, los artistas no hacen con ella nada que cualquier futbolista no haya hecho ya al celebrar la Liga, la Champions o cualquier otro título deportivo. ¿Quién no mantiene en la retina las imágenes de Sergio Ramos dando pases toreros con una bandera española y, en lugar de escudo, el toro de Osborne? Si decidimos diseccionar a fondo esta versión de Carmen de Bizet, sin duda encontraremos situaciones muchísimo más ofensivas que el tema de la bandera.
No resulta necesario explicar el tema sobre el que gira la obra: los celos, el sentimiento de posesión, el amor mal entendido, si no es conmigo con nadie… En definitiva la ópera de Bizet rezuma violencia machista desde el primer acorde. Sin anestesia.
La España de la Carmen de Bizet enfrenta a franceses y españoles en la Sevilla de finales de 1800, Bieito la traslada a Ceuta, donde tiene su cuartel general el Tercio Duque de Alba de la Legión.
Su versión, más cercana al libreto de Prosper Merimee que a la obra de Bizet, sustituye a los soldados por legionarios, las cigarreras son meretrices y los contrabandistas recuerdan a las mujeres que cada día pasan la frontera de Marruecos con mercancías.
La propuesta de Calixto Bietio es soez, sórdida, atávica y machista, muy machista. Exageradamente machista. La violencia masculina se encuentra a flor de piel. La escena de Carmen metida en una cabina de teléfono rodeada y agobiada por la presencia de más una treintena de legionarios transmite una claustrofobia y una desesperación casi insoportables. Sólo una mujer con los arrestos de Carmen es capaz de salir viva del envite.
Bieito lleva la violencia implícita de Carmen a rincones insoportablemente dolorosos
Bieito lleva la violencia implícita de Carmen a rincones insospechados, a espacios insoportablemente dolorosos en un año en el que las muertes por violencia machista se han incrementado considerablemente.
La puesta en escena posee cierto regusto a Jamón, jamón de Bigas Luna (otro provocador nato). Probablemente, los momentos censurados de la bandera no habrían resultado tan duros como la imagen de la pequeña bailarina rodeada de mujeres ligeras de cascos (por utilizar un eufemismo), sin infancia, sin futuro y con la única aspiración de convertirse en una de ellas cuanto antes. En el Día Mundial de la Niña, duele.
No podía ser de otra forma, la dirección de arte se llevó una sonora pitada al subir al escenario. Calixto Bieito se la ahorró porque se encuentra imbuido por su nuevo proyecto, el estreno de Obabakoak en el Teatro Arriaga de Bilbao. Todo lo contrario le sucedió a los artistas.
Para contrarrestar la zafiedad, las voces, el coro y la orquesta aguantaron la estocada artística y estuvieron a la altura. Maravillosa Eleonora Buratto como Micaëla.
Anna Goryachova (Carmen), Francesco Melli (Don José) y Eleonora Buratto alternarán reparto en las 18 funciones con otros dos formados por Stéphanie d'Oustrac y Andrea Caré y Gaëlle Arquez y Leonardo Caimi. En el papel de Micaela se repartirán Eleonora Buratto y Olga Busuioc.
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