El 11 de octubre de 1997 el Teatro Real levantaba el telón tras pasar nueve años cerrado por obras y siete décadas sin cobijar entre sus muros ningún espectáculo de ópera. La vida breve de Falla protagonizó aquel sábado la gala que recuperaba la tradición operística para el teatro soñado por Isabel II.
En estos 20 años se han representado 191 montajes en 21 temporadas, de los cuales 10 han sido estrenos mundiales. El Teatro Real vive una etapa de paz, puede presumir de haber conseguido una importante proyección internacional, cuenta con una orquesta que no tiene nada que envidiar a las orquestas de los grandes teatros, con un coro que es el sueño de la competencia y con un equipo técnico que muchos ambicionan. Todo esto no ha llegado de la noche a la mañana, sino fruto del trabajo y del esfuerzo de los profesionales que se han dejado la piel en el camino.
Por sus paredes han pasado cinco intendentes, seis directores artísticos y cinco directores musicales
En el segundo acto de vida del Teatro Real, por sus paredes han pasado cinco intendentes, seis directores artísticos y cinco directores musicales (si contamos la figura de Pablo Heras-Casado como actual principal director invitado), todo ello en siete legislaturas diferentes. Visto así puede que tanto vaivén de cargos haya marcado impronta. Dar forma a un teatro de ópera desde la nada resulta un reto alentador, pero empecemos desde el principio.
Obertura y primer acto
Como si de una ópera se tratara, la obertura del coliseo madrileño se sitúa en 1738, bajo el reinado de Felipe V, cuando se inauguró el Real Teatro de los Caños del Peral con la puesta en escena de la ópera Demetrio, compuesta por Johann Adolph Hasse sobre el libreto de Pietro Metastasio.
El primer acto del Real arranca el 23 de abril de 1818, el día que se iniciaron los trabajos de construcción del Teatro Real con la colocación de la primera piedra. Reinaba Fernando VII. Él fue el responsable de dictar la Real Orden con la que se inició la remodelación de la Plaza de Oriente y en la que se decidió construir un teatro de ópera en el mismo solar en el que se había ubicado el Real Teatro de los Caños del Peral. Unas obras que se alargaron 33 años. “Se quedaron cortos de fondos y gracias a que Isabel II y Luis Sartorius invirtieron capital propio, aquello llegó a buen puerto”, explica Juan Cambreleng, gerente del Real en 1997. El nuevo teatro levantó el telón con La favorita de Donizetti y mantuvo el esplendor internacional durante los 75 años siguientes. El Teatro Real se convirtió en uno de los principales teatros europeos.
El óxido del tiempo y una historia convulsa dieron la puntilla a una institución decadente que el 13 de octubre de 1988 terminó su primer acto como auditorio y sede del Real Conservatorio de Música.
Segundo acto
El segundo acto, el más convulso, crispado y, al principio, el más inestable, arrancó el 11 de octubre de 1997. El Teatro Real se reinaguraba como teatro de ópera con La vida breve y El sombrero de tres picos de Manuel de Falla. Las primeras escenas del primer acto coinciden con la alternancia política y con las filias y fobias de los ministros y secretarios de Cultura de turno. “¿Tú me abrirías el Teatro Real? Esperanza Aguirre me preguntó si sería capaz”, explica Cambreleng. “Es cuestión de ponerse a trabajar, Si en una semana monté la temporada en Las Palmas en ocho meses te abro el Real”, le contestó el primer intendente que sustituyó a Elena Salgado en febrero de 1997.
Cambreleng, fui la víctima de la enemistad entre Esperanza Aguirre, Alberto Ruiz Gallardón y Miguel Ángel Cortés"
“En ese momento el edificio estaba al 80% y había mucho que hacer, montar una orquesta, un coro… Además, el director artístico dejó su cargo al saber que yo me ponía a cargo de la gerencia”, desvela refiriéndose a Stephane Lissner. Juan Cambreleng nombró a Luis Antonio García Navarro como director artístico y musical en mayo de 1997. Para Cambreleng, los cuatro años que estuvo al mando de la nave fueron lo más parecido a un avispero. “Estaba en medio de un fuego cruzado, fui la víctima de la enemistad entre Esperanza Aguirre, Alberto Ruiz Gallardón y Miguel Ángel Cortés. Piensa que yo no tenían carnet, venía de la extinta UCD, y no contaba con la confianza de los políticos. Así que, tras la enfermedad de García Navarro, cuando desde el Patronato decidieron contratar a Emilio Sagi y darle la licencia de reportarles a ellos directamente, yo decidí dimitir. Soy el único que ha dimitido, al resto los han cesado”, recalca.
Cambreleng se siente muy orgulloso del trabajo realizado y de todos sus montajes. Entre todos destaca La Boheme de Giancarlo del Mónaco como su favorito. Hoy, desde la distancia, ve al Teatro Real como “una propaganda fantástica pero sin tensión”.
-. ¿Sin tensión?
-. “Sí. Con Mortier por lo menos había tensión; negativa, pero tensión porque era un provocador. Ahora no hay nada”.
La segunda escena del segundo acto estuvo protagonizada por el triángulo Inés Argüelles (como gerente), Emilio Sagi (director artístico) y Jesús López Cobos (director musical). En esta etapa, Inés Argüelles dio los primeros pasos para iniciar los cambios necesarios para modificar la orquesta. “Fue un gran trabajo. Inés era una verdadera gerente. Exigía coherencia en los números, pero no se metía en la programación que yo hacía”, explica Emilio Sagi.
No ha salido del Real ni un director artístico en buenas condiciones"
Sagi sostiene que eso de las “alternancias y simpatías con el ministro o la ministra de turno es algo tremendo”. “No ha salido del Real ni un director artístico en buenas condiciones. A todos nos han quitado de mala manera. En esta segunda etapa todos nos hemos ido sin terminar el trabajo, porque el político de turno decidió que ya no éramos dignos de su confianza. Ahora hay una estabilidad más importante. Soy muy positivo y espero que Joan Mataboch pueda hacer su trabajo. Es el gran transformador del Liceo, tiene experiencia y gran sabiduría”.
A Sagi le parece una barbaridad el hecho de inaugurar un teatro y destaca, sobre todo, la calidad humana y la profesionalidad del equipo técnico, “envidia de todos los grandes teatros”. “José Luis Tamayo y Daniel Bianco (actual director del Teatro de la Zarzuela) formaron un equipo impresionante, algo de lo que no se habla nunca. Allí todo funciona como un reloj desde que se inauguró, la calidad de ejecución es magnífica, el trato a los artistas es exquisito. De verdad, es uno de los mejores del mundo. Eso no lo hace una persona, eso se hace desde dentro, desde las entrañas y es justo reivindicarlo”.
Sagi destaca la profesionalidad del equipo técnico, “envidia de los grandes teatros”
La destitución de Sagi coincidió con la primera legislatura de Zapatero y antes que él salió Inés Arguelles que fue sustituida por Miguel Muñiz.
La tercera escena del segundo acto recayó sobre otro triángulo cuyos vértices fueron Miguel Muñiz, Antonio Moral y López Cobos, que se encontraba inmerso en la ardua tarea de reformar la orquesta.
De su etapa, Moral destaca la oportunidad que tuvieron de abrir las puertas del Teatro Real a un público más amplio y variado, alcanzando los mejores datos de afluencia de público hasta aquella fecha. “El Teatro Real consiguió la cifra récord de 28.110 abonados en la temporada 2007/08 (cifra que aún no se ha superado) y un total de 301.357 espectadores. Buena parte de ese público eran jóvenes menores de 26 años, que se pudieron beneficiar tanto del Abono Joven como de la política de descuentos en las entradas de último minuto. Durante mi gestión artística, siempre de acuerdo con la gerencia, el Teatro Real democratizó su oferta de entradas y abonos, haciendo más accesible el coliseo a las diferentes clases sociales que pudieron beneficiarse, por ejemplo, de la creación de unos abonos populares con entradas a mitad de precio que se agotaban a los pocos días de ponerse a la venta”.
Su mayor orgullo es la Katia Kabanová de Leos Janácek y su mayor polémica el Wozzeck de Alban Berg en la versión escénica de Calixto Bieito. Coincide con todos los que le precedieron en confesar que las alternancias no son buenas compañeras. “El Teatro Real fue, es y será siempre un coliseo politizado, como lo es la Scala de Milán. Es algo inevitable en este tipo de teatros donde la aportación de fondos públicos es tan importante”, añade.
Conseguimos equilibrar el repertorio operístico del coliseo", asegura Antonio Moral
Respecto a la programación, Antonio Moral resalta que durante su etapa consiguieron equilibrar el repertorio operístico del coliseo. “Cuando yo llegué las óperas de corte romántico capitalizaban la programación del teatro con un 57,5% del total. El barroco era inexistente con un ridículo e inexplicable 2,5%, mientras que el repertorio moderno y contemporáneo, me refiero a los siglos XX y XXI, estuvo muy bien servido con el 31,2%. Al término de mis cinco años de gestión artística todos los periodos se equilibraron: el barroco pasó del 2,5% al 16,1%, y el clasicismo del 8,8% al 13,6%. El romanticismo descendió del 57,5% hasta el 33,3% y el repertorio del siglo XX y XXI subió ligeramente del 31,2% hasta el 37%. Conseguimos un mejor y más coherente reparto de la oferta operística de un coliseo público”.
Gerard Mortier protagonizó la cuarta escena del segundo acto. Para unos un provocador, para otros, como Sagi, “un sabio iluminado con una gran cultura”. Mortier no dejó frío a nadie. Aterrizó en el Teatro Real en enero de 2010, precedido por la polémica. “Le acusaron de programar temporadas demasiado contemporáneas, y le hicieron la cama los mismos que hablaban de él maravillas”, añade Sagi. “Si lo contratas ya sabes lo que va a pasar, era su estilo, él no engañó a nadie. Yo creo que todos los directores trabajamos mucho y no creo que ninguna etapa sea irrelevante”, añade.
Gerard Mortier aterizó en el Real en enero de 2010 precedido por la polémica
Mortier no pudo acabar su contrato. Un cáncer de páncreas se lo llevó antes de tiempo. Joachim Pflieger, su asistente y responsable del Programa Pedagógico y actual director general de Fondation Fiminco en París, desvela lo que para él fue el hito más importante de la era Mortier: “la proyección internacional que alcanzó el Real”. “Madrid salió al mundo. Vinieron grandes directores musicales y de escena, se hicieron giras internacionales, Coeur viajó por toda Europa por ejemplo y la versión de La fura de Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny se estrenó en el Bolshoi”, recuerda.
Conociendo como conocía al intendente belga, Pflieger se atreve a decir que probablemente el montaje del que más orgulloso se sentiría Mortier sería San Francisco de Asís de Messiaen que se estrenó en el Madrid Arena el 6 de julio de 2011. “Creo que es lo que él te contestaría, por el hecho de sacar la ópera fuera del edificio. Era una ópera que estaba vinculada a toda su carrera”. Entre polémica y polémica, tampoco deberíamos olvidar que fue Mortier el que desmontó el coro y, con la inestimable colaboración de Andrés Máspero, dio los primeros pasos para conseguir lo que hoy es uno de los mayores orgullos de la institución.
La última escena del segundo acto y el final de la ópera (de momento) se encuentra en las manos de Gregorio Marañon, presidente del Patronato; Ignacio García-Belenguer, director general; Joan Matabosch, director artístico e Ivor Bolton, director musical desde septiembre de 2015. A ellos les ha tocado lidiar con la crisis y con la celebración de los aniversarios.
Pueden presumir de haber abordado la crisis económica sin recurrir a subvenciones extraordinarias, ni endeudarse. Formando un modelo de participación de la sociedad civil considerado ejemplar, incluso fuera de España.
Hoy por hoy, estamos ante la primera institución de artes escénicas u musicales de España, según el Observatorio de la Cultura 2016. “De los 50 millones de euros anuales, que es lo que cuesta el Teatro Real para que funcione sin generar beneficios, las administraciones públicas financian exactamente el 27%, es decir, unos 12 o 13 millones de euros. El resto proviene de ingresos de taquilla y de ingresos de patrocinadores privados", confiesa Marañón.
La realidad actual del Teatro Real es producto del esfuerzo de todas las almas que han dejado parte de su esencia entre sus paredes.
Baja el telón (de momento).
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