El martes 19 de noviembre de 1850 el Teatro Real levantaba por primera vez el telón con los acordes de La Favorita de Donizetti. Aquella representación suponía el final de 32 años de obras (la primera piedra se colocó en 1818). Por fin, gracias al tesón, al empeño de la reina Isabel II y a una inversión de 42 millones de reales, Madrid contaba con un teatro de ópera. Michele Rachele se puso al frente de la recién nacida orquesta y Marietta Alboni se metió en la piel de Leonor en aquella primera representación.
Anoche, 167 años después, los acordes de La Favorita volvieron a sonar entre las paredes del Teatro Real. La de ayer fue una noche mágica. El Teatro Real, además de su bicentenario, conmemoraba el vigésimo aniversario de su reapertura como teatro de ópera, el 11 de octubre de 1997. La representación de La Favorita (versión original francesa en concierto) supuso un guiño a ambas fechas. Esta vez fueron las voces de la mezzo Jamie Barton (que cantaba por primera vez el teatro) y la del tenor mexicano Javier Camarena (un habitual en el Real donde ha interpretado con éxito en I puritani y La fille du regiment, ópera con la que realizó el segundo bis de la historia del coliseo madrileño) las que se llevaron todas las ovaciones. Camarena, que debutaba en el rol de Fernando, sedujo de nuevo al público del teatro que podrá volver a disfrutar de su timbre de voz al final de temporada con Lucia di Lammermoor, otro Donizetti.
Camarena demostró por qué La Favorita es una ópera para tenor, uno de los papeles más importantes que hay para esa cuerda de Donizetti. Nada más salir a escena Camarena tuvo que afrontar un aria con un re bemol sobreagudo, luego canto legato y el temido do de pecho al que llegó sin complicaciones y con la seguridad del que domina el terreno belcantista.
Aunque su presencia estaba anunciada, al final los reyes no asistieron a la gala. ¿La excusa? El rey debía permanecer en su despacho de Zarzuela para atender temas de trabajo. El conflicto catalán no da respiro. Tampoco asistieron cuatro de los ministros que habían confirmado, incluyendo al de Exteriores, Alfonso Dastis, y la de Defensa, María Dolores de Cospedal. Los que no se perdieron la representación fueron Iñigo Méndez de Vigo, ministro de Cultura; los ex ministros de cultura Carmen Alborch, Carmen Calvo, Pilar del Castillo, César Antonio Molina y José Ignacio Wert, este último acompañado por su mujer Montserrat Gomendio; el presidente del Constitucional, Juan José González Ribas, y los embajadores de Bélgica, Canadá, Colombia, Japón Italia, México, Reino Unido, Rusia y China.
Asistieron también Mario Vargas Llosa acompañado por su novia Isabel Preysler y su hija Tamara Falcó; Pablo Heras-Casado y Anne Igartiburu; los ex directores del Real Elena Salgado, Juan Cambreleng y Antonio Moral; la periodista Marta Robles; la modelo Mar Flores, Naty Abascal y el marqués de Griñon acompañado por su mujer Esther Doña, entre otros.
Joan Mataboch, director artístico del Real, justificó la representación de La Favorita en versión concierto porque “se trata de una ópera increíblemente atractiva para los cantantes, pero no la más conseguida", de ahí la decisión. "Es una obra escrita a toda prisa, que es la demostración de que si no hay forma de hacer una versión escénica decente lo mejor es que se cante".
Si no hay forma de hacer una versión escénica decente lo mejor es que se cante
La trama de la ópera pulula por la historia de Leonor de Guzmán, la mujer con la que Alfonso XI de Castilla, casado con María de Portugal, tuvo nueve hijos (entre ellos el iniciador de la saga de los Trastámara) y que los autores del libreto, Alphonse Royer, Gustave Vaez y Eugene Scribe, convierten en una fantasía romántica.
Un novicio, Fernando, ve un día a Leonor. No sabe quién es pero cae fulminado de amor por ella, tanto que abandona el monasterio. Fernando se ha enamorado perdidamente de la amante del rey, que pretende repudiar a su mujer para casarse con ella. Peregrinos, monjes de la Orden de Santiago, nobles sevillanos y esclavas moras trufan una trama de final trágico pero "reparador para la moral de la época y que carga la culpa del pecado en la mujer, no en el rey que se la lleva engañada", revela Mataboch.
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