Alguien debería decirle a DC que las comparaciones son odiosas. El sello de cómics se ha aliado con Warner Bros para plantar cara al binomio formado por Marvel y Disney en el mundo de los superhéroes y, de momento, la batalla está claramente desnivelada en favor de la Casa de las Ideas.
El universo cinematográfico Marvel, salido de la inabarcable red de personajes e hilos iniciados por Stan Lee, ya ha demostrado que es un éxito en taquilla, algo que en DC no han querido desaprovechar. Los superhéroes están de moda, y es el momento de sacar tajada, pero de hacerlo con un estilo propio.
Su gran apuesta es la Liga de la Justicia, película que llegará a los cines este viernes. Es la confluencia donde van a encontrarse las últimas películas protagonizadas por Superman y Batman, la que compartieron ambos y, por supuesto, el bombazo del año para DC: Wonder Woman.
Al estilo de Los Vengadores, Warner Bros ha querido montar una historia para todos sus superhéroes, que enganchara a los aficionados de todos ellos, como ya han hecho las dos cintas de Marvel o Capitán América: Civil War, todas ellas con recaudaciones superiores a los 1.100 millones de dólares en taquilla.
El problema es que a DC le ha salido una película oscura, un tanto precipitada. Los personajes y las relaciones entre ellos aún no están construidos, por mucho que se apretujara a Batman y a Superman en una misma cinta. No existen lazos naturales entre las historias, y eso con los héroes que ya conocíamos. Si a eso le sumamos a dos recién llegados, como Aquaman y Flash, el conjunto queda deslucido.
Wonder Woman sostiene toda la cinta y, en estos momentos, todo el futuro de las franquicias de DC y Warner
El rey de los mares, interpretado por Jason Momoa, el recordado Khal Drogo de Juego de Tronos, es totalmente insulso y parece un elemento ajeno a la acción. El Flash de Ezra Miller sí que le da algo de aire, con los escasos espacios para el humor que tiene la cinta es sus dos horas de metraje.
A lo largo de toda la acción sólo queda una cosa clara: Wonder Woman sostiene toda la cinta y, en estos momentos, todo el futuro de las franquicias de DC y Warner. Gal Gadot es el centro de la acción, si bien sobran los repetitivos primeros planos, y soporta la trama sin problemas. Es el gran filón a explotar, como ya demostraron los más de 800 millones de dólares que recaudó su debut en solitario.
Una película con dos directores
Warner ha tenido que lidiar con un importante problema durante el rodaje de la Liga de la Justicia. Zack Snyder era el encargado de dirigir la producción, después de ponerse a los mandos del lavado de cara de Superman, pero un problema familiar provocó que abandonara las riendas de forma repentina.
El estudio decidió recurrir a un peso pesado, Joss Whedon, director de las dos partes de Los Vengadores, para terminar la cinta y el montaje final, algo que se nota en esos pequeños toques de humor que no son muy propios del estilo de Snyder.
Esa pugna entre los estilos de ambos la ha terminado ganando la oscuridad de Snyder, pero sin la pequeña aportación de su sustituto es muy posible que la película hubiera resultado un fiasco.
DC debe afrontarlo: ni sus personajes ni las tramas que los involucran a todos están lo suficientemente trabajados como para lanzar a Superman, Batman o Aquaman a los leones.
Seguro que los fanáticos de Clark Kent o Bruce Wayne saldrán contentos, pero el éxito no radica en llevarlos a ellos al cine, si no en entretener a aquellos que no son tan aficionados. Y para eso falta luz, mucha luz.
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