La Guerra Civil pasó por el Monasterio de Sijena, donde se encontraban las monjas de la Orden de San Juan del Hospital, con toda su rabia. El edificio no tardó en arder y con él decenas de obras de arte que la congregación llevaba acumulando desde 1183 hasta finales del siglo XIX. Fue entonces cuando Josep Gudiol i Ricart, historiador catalán, se dejó caer por esta zona de Huesca sabiendo que no visitaba cualquier monasterio. Llevaba encima 4.000 pesetas y aprovechó la debilidad de aquel momento para hacerse con los frescos románicos del siglo XIII que decoraban su sala capitular.
Se llevó las obras a Barcelona, asegurando que cuando el edificio religioso estuviera otra vez en condiciones, las devolvería. Nunca regresaron, e incluso en 1960 el director de los Museos de Arte de Barcelona, Joan Ainaud de Lasarte, regresó al monasterio para acabar con la función de Gudio, i Ricart. Las monjas salían del edificio y se iban a Barcelona porque este se encontraba en mal estado. Él trasladó el resto de la obras que acabaron ocupando, a modo de "depósito", a las salas del Museo Nacional de Arte de Cataluña y del Museo Diocesano de Lleida.
Ainaud vendió aquel cambio de localización como la forma de realizar una enorme exposición sobre frescos románicos. Esta se realizaría en 1961 y las obras serían mencionadas como "arte procedente de un castillo de Lleida", nunca del monasterio de Huesca.
Pasaron los años y las monjas perdieron fuerza, fueron muriendo y tras el fallecimiento de la madre superiora, se vendieron de forma definitiva las obras a la Generalitat de Cataluña, donde todavía se encontraban desde aquella exposición, a un precio que se consideró irrisorio en relación al valor artístico de las mismas. La venta se realizó en tres tandas: una en 1983, otra en 1992 y la última entre 1992 y 1994.
No habría ningún problema en esa compra-venta entre la congregación y el gobierno catalán si no fuese porque en 1923 el Monasterio de Sijena fue declarado Monumento Nacional, por lo que todos sus bienes pasaron a ser patrimonio protegido. Es decir, no se podían comercializar sin la autorización del Gobierno central, algo que ni las monjas ni los catalanes pidieron en ningún momento.
Siete años desde la primera demanda
Por eso, Aragón considera que la presencia de los bienes de Sijena en Cataluña es "un expolio" y lleva desde 2012 luchando para que estos sean devueltos. Fue en ese año cuando el el Gobierno de Aragón y el ayuntamiento de Villanueva de Sijena se querellaron contra la Generalitat. Pidieron 97 obras pertenecientes al Real Monasterio de Sijena y que se encontraban repartidas entre el MNAC, que contaba con 53, y el museo de Lleida, que tenía bajo su poder 44.
Las demandas se trataron por separado, una para el museo situado en Barcelona y otra para el de Lleida. Fue en 2016 cuando el juzgado número 1 de Huesca dió la razón a Aragón y 51 obras del MNAC partieron camino a Sijena, dejando dos de ellas bajo su techo, las consideradas más importantes: las pinturas murales. Desde el museo catalán aseguraban que existía "riesgo de daño irreparable" en su conservación, alegando que el monasterio no disponía de las condiciones adecuadas. Ahora asegura que estas dos obras están "extraviadas". Las de Lleida no han abandonado Cataluña.
Ha sido ahora, y con el 155 de por medio, ya que da la autoridad cultural de Cataluña a Mendéz de Vigo, cuando el ministro ha ordenado que se cumpla la sentencia del Juzgado de Primera Instancia número 1 de Huesca que dictó "una providencia por la que requería al ministro de Educación, Cultura y Deporte para que ordenase la entrega inmediata de las 44 obras artísticas del Real Monasterio de Villanueva de Sijena (Huesca) depositadas en el Museo de Lleida".
Esta sentencia viene después de que la juez Carmen Aznar dictara una sentencia el pasado mes de julio "por la que que autoriza la entrada en el Museo de Lleida de la fuerza pública para hacer posible la recuperación de las piezas con auxilio de los técnicos aragoneses" y que nunca se llegó a producir. Ahora, en Sijena esperan que confirmen la fecha de entrega de estos bienes que llevan esperando casi ocho décadas.
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