En el pueblo de Moraleja de Enmedio hay una Puerta del Sol. Está hecha en madera y suena a chotis. Es uno de los varios autómatas que presiden el taller de Cándido Valverde, el único relojero monumental de Madrid. El sonido rabioso de una radial y una impresora plóter se mezcla con el repiqueteo de campanas salientes de los altavoces de un ordenador: “Así se fabricaría hoy un reloj como el de Sol”, sentencia Valverde.
Por las manos de este artesano ya no pasan relojes como el de la Real Casa de Correos en el kilómetro cero. Aquel está conservado por otro maestro, Jesús López-Terradas, quien ha heredado el saber de la casa Losada, fabricante de una maquinaria única encargada de dar los minutos, horas y años nuevos.
En este vídeo de 2016 ponemos frente a frente la tecnología del reloj de la Puerta del Sol, con uno recién salido de la fábrica de reojes de torre de Cándido Valverde. Es el lugar que se encarga de diseñar y mantener las esferas de las estaciones de Cercanías Renfe o de numerosos ayuntamientos y sus carrillones. | Vídeo: M.V.
El reloj de la Puerta del Sol cumple 150 años y ha inaugurado los primeros de enero (uvas mediante) desde al menos 1906. Fue concebido en Londres, como un regalo de Losada a Madrid y tiene al menos dos peculiaridades: las campanas de los cuartos con su bola (cuya bajada provoca un repiqueteo y que sólo suena ya en Nochevieja) y su maquinaria con escape tipo Shelton, “sin retroceso”, lo que en la práctica le hace apenas retrasar cuatro segundos cada mes. Se tardó tres años en construir e instalar.
Hoy, un encargo como el reloj de la Puerta del Sol lo tendríamos listo en una semana
Hoy “un encargo como el reloj de Sol lo tendríamos en una semana aproximadamente”, afirma Valverde. De su taller han salido relojes como el de la Asamblea de Madrid, el Ayuntamiento de Fuenlabrada o los populares relojes de las estaciones de Cercanías.
Frente al reloj de Sol, que se reparte en tres plantas, “la maquinaria casi cabría hoy en una mano. Se compone de una centralita –un pequeño ordenador–, y un motor que mueve las agujas en una esfera de hasta dos metros de diámetro”, que fabrican ellos con una cortadora robotizada, cuyos diseños parten de un archivo de dibujo vectorial diseñado en ordenador. “Hay un catálogo de esferas y agujas, pero nos pueden mandar cualquier cosa”.
“Antes aquí todo se hacía a mano, con una segueta”. El resto del ensamblaje sí es más artesanal y otras piezas se moldean soplete, martillo y sierra en ristre, como en un taller de forja. “Las centralitas las traemos de Suiza y las máquinas, por precio, de Italia; en España, desde la electricidad, no ha seguido la tradición relojera, hace 150 años, sí”.
Del escape y la onda media ,al reloj GPS
Ya no hay ruedas dentadas ni péndulos. El reloj de la puerta del Sol tiene uno cuya oscilación equivale a dos segundos (normalmente es uno). Una rueda de 30 dientes impide el llamado retroceso en su escape (lo que hace tic-tac) evitando pérdidas de milisegundos.
Con todo, hay que mantenerlo en hora. Para ello, López-Terradas toma como referencia un reloj GPS y las señales horarias de Radio Nacional por la onda media. Un transistor descansa en una repisa de la planta principal del reloj. El último pitido marca la hora en punto de manera casi tan exacta como las últimas tecnologías.
Hoy en día, la hora exacta se fabrica en relojes atómicos de observatorios y centros como el de París o el de Hessen, en Alemania. “El mantenimiento in situ es casi nulo”. Por ejemplo, “un reloj de estación de tren va sincronizado por GPS y llevan unas alarmas que detectan cualquier golpe que reciban, fuera de puesta en hora o caída en la iluminación”.
Hoy apenas se fabrican campanas. Ayuntamientos y asambleas autonómicas coronan sus edificios con megáfonos. Conectados a las centralitas de los relojes, llevan grabado el sonido metálico en memorias extraíbles o fijas.
¿Me puede poner mi voz en el campanario?
“El cliente nos manda una grabación del sonido o la música que quiere. Nosotros la reinterpretamos con un teclado MIDI. También puede ir el sonido grabado tal cual. “Un ayuntamiento nos ha pedido que suene a las dos de la tarde una voz que diga ‘es la hora de comer’”.
¿Quién da cuerda al reloj de la Puerta del Sol? Nadie. Un sistema de tres pesas acciona la maquinaria. Van cayendo por la fuerza de la gravedad y hay que volverlas a subir a cierta altura cada siete días.
Actualmente, casi todos los relojes de torre funcionan con electricidad. Los más modernos, se ponen solos en hora tras un corte de la corriente. Eso sí, pueden estropearse, como cualquier otro aparato.
“Desde el inicio de la crisis económica han caído muchísimo los encargos, pero también las reparaciones”, afirma Valverde. ¿Son los relojes de torre un servicio público todavía? En la medida en que confiamos nuestra hora a la que nos devuelve la pantalla del móvil, “sí, son muy necesarios”. Porque a veces no tenemos nuestro teléfono a mano. “Un reloj urbano nos da la hora a golpe de vista”.
Sin embargo los ayuntamientos no deben de verlo tan claro: “La crisis ha dejado muchos relojes parados”.
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