Toda una vida mirando de frente a la parca, sin desfallecer, sin bajar la guardia, sin juzgar a nadie. “Cuando miras a los ojos de un criminal, lo único que ves es un ser humano sobre cuya vida nunca debería decidir un Gobierno”, confiesa la hermana Helen Prejean que ha dedicado su vida al acompañamiento espiritual en el corredor de la muerte.
De los siete reos a los que ha escoltado, fue Patrick Sonnier el que cambió su existencia. La hermana Helen Prejean decidió escribir un libro para compartir con el mundo su relación con este condenado a muerte por el asesinato de dos adolescentes. Fue su primer encuentro con un condenado a muerte. Lo acompañó desde el momento en el que fue sentenciado hasta que fue ejecutado en la silla eléctrica en una prisión de Louisiana (EE.UU). Así, en 1993, nació Dead Man Walking, un libro que fue adaptado al cine dos años después por Tim Robbins bajo el título de Pena de Muerte. Susan Sarandon se enamoró de la historia y se empeñó en meterse en la piel de la hermana Helen. Su magnífica creación, alejada de artificios y sin maquillaje, le otorgó el Oscar a la Mejor Interpretación. Sean Penn bordó el papel de Sonnier, rebautizado para la película como Joseph de Rocher.
El próximo viernes 26 de enero llega al Teatro Real Dead Man Walking en forma de ópera de la mano Joyce DiDonato, metida en la piel de la hermana Helen, y Michael Mayes que interpretará al asesino convicto.
Helen Prejean creció en una familia donde nadie se cuestionaba por qué el servicio estaba compuesto por personas de color
Helen Prejean creció en una familia burguesa en el sur de Estados Unidos. Una familia donde nadie se cuestionaba por qué todo el servicio estaba compuesto por personas de color. “Los negros siempre iban al fondo del autobús y se sentaban al final de la iglesia. Durante mucho tiempo, para mi aquello era normal”. Su vocación religiosa la llevó a descubrir un mundo que hasta entonces había permanecido oculto desde su privilegiada vida en Luisiana. La hemana Prejean se topó con la pobreza en los barrios marginales de Nueva Orleans. “Fue mi despertar”.
Helen Prejean se encuentra en Madrid para asistir al estreno en el Teatro Real de Dead Man Walking. Se trata de la primera ópera compuesta por Jake Heggie (Palm Beach, Florida, 1961) que, sin experiencia previa, en el año 2000 aceptó el encargo del director de la Ópera de San Francisco. “La ópera es la expresión artística más completa de las artes que da la posibilidad de vivir el drama en el escenario, no olvidemos que la música llega a los niveles más insospechados del ser humano”, confiesa Prejean.
Para la hermana Helen, Dead Man Walking no va sobre la pena de muerte. “Es una ópera sobre el perdón, les recomiendo que se pongan cinturón de seguridad para vivir un viaje emocional y espiritual que va a remover más de una conciencia. Tenemos que buscar el perdón, evitar el odio por el odio y la muerte por la muerte, aunque sea hacia una persona que ha cometido el más abominable de los crímenes”.
Al principio no tenía la sensación de que los criminales pudieran ser buenas personas
Confiesa que todo lo que ha escrito en el libro es absolutamente verdad. “Cada palabra es verídica y fiel a mi experiencia. Al principio no tenía la sensación de que los criminales pudieran ser buenas personas. No tenía compasión con ellos, les tenía miedo y, como muchos estadounidenses, pensaba que había que eliminarlos. Cuando los conoces, cuando les miras a los ojos te das cuenta de que son seres humanos como tú. Empecé mal. Me equivoqué. Ahora cuando veo a los reos quiero que tengan dignidad, son seres humanos con derechos. Debemos tener compasión para llegar a hacer lo que es justo”.
Para esta activista, trabajar con los condenados es un "privilegio", sean culpables o no, porque pueden compartir sus sentimientos. “Si matan a un familiar lo primero que surge es el instinto de venganza, es una reacción humana, llegar a transformar ese instinto en compasión no es nada fácil”, comenta.
Afortunadamente, cada vez son menos los familiares que encuentran en la ejecución del asesino consuelo a su dolor. "La pena de muerte se acabará pronto en Estados Unidos, no sé cuándo, pero ya es algo que se está empezando a mover. En este aspecto tenemos mucho que aprender de Europa, donde ya se ha superado esto y siguen adelante. Cuando se ejecutó a Sonnier, la pena capital tenía una aceptación del 80%, hoy en día esa cifra ha menguado mucho”. Para Prejean la lucha actual se centra en dejar de ser coautores de estas muertes junto al Estado.
Aquí nadie gana, todo el mundo sufre. Es una historia que nos enseña lo que puede ser el corazón de un asesino
Por su parte, Joyce DiDonato considera que Dead Man Walking es una historia de amor increíble. "Aquí nadie gana, todo el mundo sufre. Es una historia que nos enseña lo que puede ser el corazón de un asesino. Sabe que va a morir, cuándo, dónde y cómo. Ella es la única persona que tiene de su parte y la única que puede acompañarle hasta el final. Sin embargo, él le dice que no quiere que lo haga porque no quiere que lleve esa cicatriz en el corazón. No piensa en él, sino en ella y en el dolor que le va a suponer su muerte. Es un hombre muy oscuro, de lo peor, pero podemos sentir su viaje hasta conocer el amor y el perdón”.
Tras Sonnier, Helen Prejean ha trabajado con otros seis presos y, en la actualidad, es la consejera espiritual del salvadoreño Manuel Ortiz. “Sé que es inocente. Por suerte le hemos conseguido buenos abogados. Quizá sea la primera persona que se libre del corredor de la muerte. Me despierto a medianoche pensando en que lleva 24 años esperando a ver si le matan o no”, concluye.
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