Siempre tuvo claro que para salvaguardar el futuro primero había que proteger a los clásicos. Volver al origen del pensamiento crítico y filosófico era para Enrique Tierno Galván (Madrid, 1918-1986), la única manera de avanzar como sociedad. Libre, igualitaria y progresista. De ahí que El Viejo Profesor (como le apodó su discípulo y colaborador más cercano, Raúl Morodo) acudiera diariamente a Kant, Hume, Hegel, o Wittgenstein, cuyo Tractatus lógico-philosophicus tradujo en 1957, para avanzar en política, “la ética de la acción”, según definió él mismo en una ocasión.
Y su política de ideales, que no de programa, le llevó a lograr la alcaldía de Madrid en aquellas primeras elecciones democráticas que tuvieron lugar el 3 de abril de 1979. Fue la alianza con el Partido Comunista de España (PCE) de Santiago Carrillo (nueve concejales) la que posibilitó que la candidatura de Tierno Galván se consolidara. José Luis Álvarez Álvarez, candidato a la alcaldía de Madrid por UCD, fue el más votado de aquellos comicios, donde el PSOE y UCD empataron con 25 escaños cada uno. “Desde mañana empezará la convivencia”, remarcó junto a Ramón Tamames (PCE) el 19 de aquel mes desde el balcón de la Plaza de la Villa.
Una Movida idealista
Empezaban así siete años de gobierno de los que se recuerda especialmente su apoyo a la Movida madrileña, sintetizada en su frase: “¡Rockeros: el que no esté colocado, que se coloque... y al loro!”, una proclama a viva voz en un concierto de 1984 que hoy sería tuit. Sin embargo, su mandato fue más allá de eslóganes de modernidad. La recuperación del Manzanares (soltó 25 patos y 2.000 carpas en las aguas del mismo río como medida de su Plan de Saneamiento Integral) y otros parques en zonas degradadas, la inauguración de Mercamadrid, en 1982, o la demolición del scalextric de Atocha, en 1985, fueron algunos de los momentos históricos que definieron su alcaldía. No pudo inaugurar el Planetario, el primero de España, del que fue también impulsor y que terminaría en medio del parque que hoy lleva su nombre. Nada casual. 45 hectáreas de una antigua escombrera, pensadas para el deporte, las ciencias y la música al aire libre: ideario humanista del Viejo Profesor.
“La diferencia entre ideales y programas está en que los ideales pretenden reformar sociedades y estados desde esquemas apriorísticos, que encierran concepciones del mundo en las que va implícita la pretensión formal de perfección, en tanto que un programa es un repertorio concreto de soluciones, respecto de unos problemas determinados, en cuyo repertorio va implícita la idea básica de funcionamiento”, le confesó al periodista Sergio Vilar antes de llegar al cargo.
La fragua marxista de la resistencia
Cien años han pasado del nacimiento de un Enrique que, desde joven, decidiera hacer frente al oscurantismo franquista con el ristre del marxismo. Una postura ideológica que empezó a fraguarse durante la Guerra Civil. El conflicto le llevó a abandonar sus estudios para combatir dentro de las filas republicanas. Fue entonces cuando se percató de que el liberalismo no sólo limitaba la capacidad de decisión del ser humano, sino que fomentaba la lucha entre clases y el pensamiento único. La luz del socialismo acababa de encenderse. “La observación de cómo el individuo se interponía entre la lógica de la acción y la propia acción, es quizás lo que más me impresionó de la guerra, y desde entonces, aun teniendo una gran confianza en los valores individuales, me fui percatando de que los supuestos individualistas, la creencia en la individualidad como referencia máxima, empezaba a dejar de ser valiosa. Pensé que el individuo tenía que estar encuadrado, y regulado en una cierta disciplina ideológica”, explicó el propio Tierno sobre aquellos años bélicos.
La observación de cómo el individuo se interponía entre la lógica de la acción y la propia acción, es quizás lo que más me impresionó de la guerra.
Tras licenciarse en Derecho y en Filosofía, materias en las que obtuvo el doctorado, ejerció como catedrático de Derecho Político en la Universidad de Murcia entre 1948 y 1953, y en la Universidad de Salamanca de 1953 a 1956. Su presencia en las manifestaciones y actividades estudiantiles contra Franco hicieron que el régimen le expulsara de la Universidad en 1965 junto a José Luis López Aranguren y Agustín García Calvo. Todos ellos fueron acusados de “insubordinación contra las autoridades académicas” así como de estimular “las manifestaciones colectivas de los escolares, dirigidas a la perturbación del régimen normal académico o sindical”, y tuvieron que salir del país.
Aranguren se trasladó a Los Ángeles, donde ejerció como catedrático en la Universidad de Berkeley. García Calvo se exilió en París, donde fue profesor en la Universidad de Lille y en el Collège de France. En cambio, Tierno Galván viajó hasta la Universidad de Princeton como profesor invitado. Tres años más tarde fundaría el Partido Socialista del Interior (PSI), que en 1974 pasaría a llamarse Partido Socialista Popular (PSP). Sus campañas se acompañaron en televisión de la recia y robótica música de Kraftwerk, lejos del rock lúdico que abanderaría un año después, cuando el PSP se integró en el PSOE y con el que lograría la Alcaldía de Madrid.
Tierno Galván: el bando por literatura
Su proximidad con los ciudadanos, su compromiso con la cultura así como con la sostenibilidad de la ciudad, le llevaron a ser (y aún hoy se sigue utilizando este adjetivo) el “alcalde de todos los madrileños”.
Defendió la palabra en todas su formas y variantes y siempre se mostró leal a la norma castellana y a la modernidad de los tiempos.
Una muestra de ese diálogo entre generaciones radica en sus Bandos de alcalde, donde la tradición oral y la escrita crearon no sólo una nueva ética para sus conciudadanos, sino un nuevo género literario de naturaleza “didáctico-lúdica”, como calificaría Fernando Lázaro Carreter estas líneas de carácter popular pero de espíritu ilustrado. Según sus propias palabras, Tierno Galván “toma la pluma y, mientras mezcla pueblo vivo y prosa ilustre muerta, ejercita el humor e invita a distender el ceño”.
La educación cívica, la limpieza y mantenimiento de la ciudad, la defensa del turismo, la protección de los espacios comunes e infraestructuras, son algunas de las líneas generales que buscan concienciar a la de todos aquellos que habitan la urbe y alrededores. Respecto al último punto, el 16 de diciembre de 1984 llegó a indicar que “las buenas costumbres piden comedimiento y mesura en cuanto al destaparse toca, pues en esos lugares de común recreación y roce que son las públicas piscinas, como natura huye de lo triste y apetece lo deleitable, exagérense los destapamientos sin haber cuenta del decoro que cada uno a sí propio debe y del respeto que la tranquilidad de los demás merece”.
Indicaciones que permanecieron intactas en la memoria de los madrileños, cuyo estrecho vínculo con el que fuera su alcalde se demostró hasta el día de su muerte, el 19 de enero de 1986. Durante los tres días de luto oficial, más de un millón de madrileños salieron a despedir el féretro. Al grito de "¡Tierno, Tierno!" y "¡Alcalde, alcalde!", la capilla ardiente, situada en el Patio de Cristales de la Casa de la Villa, recibió constantes visitas de sus ciudadanos. Las colas, que llegaron a ser de un kilómetro de longitud, iban desde la plaza de la Villa por la calle Mayor hasta la Puerta del Sol.
El funeral, realizado por Pilar Miró a petición del propio alcalde, fue digno de un jefe de Estado. Dos carrozas del siglo XIX tiradas por caballos negros llevaron los restos de Tierno Galván desde la Plaza de la Villa hasta la de Cibeles (no se podían usar los coches de época de la Almudena porque sus viejos motores no hubieran soportado aquel peso durante tal recorrido). Millares de crespones negros colgaban de los balcones de la ciudad. Un funeral de Estado para un hombre de Estado y de la Villa.
Murió Tierno, y con él, parte de aquel nuevo tiempo llamado Transición. “El silencio de todo un pueblo como una bandera inmensa, de sombra y aire. Después de esto, me dije, ya sólo nos queda la burocracia, el politiquerismo y el precio de los garbanzos. La transición ha terminado y la Utopía ha muerto”, dejó escrito Umbral en Y Tierno Galván ascendió a los cielos. Un retrato minucioso sobre aquel hombre que invocaba a Hegel por las plazuelas de la ciudad.
Para saber más:
- Tierno Galván: Bandos, Tecnos, 2011.
- Francisco Umbral: Y Tierno Galván ascendió a los cielos. Seix Barral, 1990.
- Sergio Vilar: Protagonistas de la España democrática. La oposición a la dictadura. 1939-1969. Ediciones Sociales, 1968.
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