El arte de Janet Echelman cambió radicalmente cuando lo perdió todo. Pintora y profesora de Harvard, se comprometió a exponer sus cuadros en la India después de ganar una beca Fulbright. Sin embargo, cuando llegó a Mahabalipuram, un pequeño pueblo de pescadores en el golfo de Bengala, descubrió que las cajas con sus obras se habían extraviado.
Fue así como dejó los pinceles por la escultura. Echelman empezó a experimentar con las redes de los pescadores de Mahabalipuram porque era el material más barato y más disponible. “Realmente fue una tragedia. No fue un cambio planificado, pero tenía el compromiso de una exposición y no podía echarme atrás”, dice esta artista estadounidense a El Independiente.
Vídeo: G. M. Piantadosi | Locución: M. Viciosa
Echelman ha viajado hasta Madrid para el estreno de la instalación 1.78 Madrid, su última “escultura flotante", creada para las celebraciones del IV Centenario de la Plaza Mayor. A pesar de venir de Boston, donde en invierno la temperatura media es de -1 grado, tirita por el frío mientras supervisa las últimas labores de montaje: “Es la primera vez que la veo después de 13 meses de proyecto y de elaboración de los cables. Hasta ahora estaba confinada en mi mente y en los planos. Solo cuando la ves montada sabes realmente cómo es”.
Dejó la pintura para la escultura cuando perdió todos sus cuadros y empezó a crear con redes de pescadores de la India
Más de 100 kilómetros de fibras envueltas sobre sí mismas en una malla gigante, 20 metros de alto, 44 de largo y de ancho más de 30. La escultura 1.78 Madrid es una reflexión sobre el tiempo. A España le tiene mucho cariño porque aquí empezó su carrera como escultora, en Arco 2001, sin embargo ha pasado estos días de gira corrigiendo los errores aparecidos en los medios sobre su obra. “En muchos medios redondean a 1.8 y dicen que es una pieza sobre Fukushima. En realidad la escultura forma parte de la serie Earth Time Series, una investigación artística sobre la interconexión entre nosotros y el tiempo. El temblor de que causó el tsunami y el accidente de la central nuclear provocó un desaceleración de 1,78 milisegundos a la duración del día. Estamos aquí, en un día de febrero, con 1.78 milisegundos menos, celebrando los 400 años de la apertura de la Plaza Mayor". Para Echelman, la obra es una invitación para pensar el lugar que cada uno ocupa en la enorme red de la historia humana a través de una escultura que cambia a cada momento por la acción del viento".
Tecnología y tradición
Echelman se inspiró en las oscilaciones del tsunami para elaborar la forma de la malla de su escultura flotante. Cada malla tiene 12 cordones de nylon de diferentes colores que responden de forma distinta a la luz. La técnica con que están trenzados y anudados es la misma que utilizaban los marineros españoles en el siglo XVII. La inmensa red que cuelga en la Plaza Mayor está sostenida por fibras de polietileno, un material tecnológico, más resistente que el acero y empleado por la NASA para el aterrizajes de sus robots en Marte.
Esta obra flotante, suave y etérea de Echelman cierra la programación de arte urbano Cuatro Estaciones, con la que el Ayuntamiento de Madrid ha querido convertir la plaza más famosa de la capital en una sala de exposiciones al aire libre. “Hemos conseguido que los madrileños se acerquen a la Plaza Mayor con otros ojos” - dice Remedios Vicent, comisaria del programa en el que han participado artistas como Suso33 y que han reinventado la forma de interactuar con la Plaza Mayor, cubriéndola de césped o llenándola botellas de plásticos.
No es una escultura sobre el accidente de Fukushima, sino una reflexión sobre el tiempo
Para Vicent el arte urbano ya no se puede reducir a los graffiti o al “arte de las glorietas”. Está cada vez más orientado a una interacción más compleja entre público y obra de arte: "en las décadas anteriores se ha gastado muchísimo dinero en esculturas y arte, que se han convertido en mobiliario urbano. Los pasantes ni reparan en ellas. Bajo el paraguas del arte en las calles se pueden experimentar cosas distintas. Con esculturas como la de Echelman queremos que el espectador sea partícipe y creador de su propia versión de la obra de arte: dependiendo la posición en la plaza puedes ver una escultura diferente”.
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