En 2010 varias organizaciones judías crearon una página web en la que se ponía nombre a las más de 20.000 obras de arte que habían desaparecido durante el Tercer Reich. Se trataba de cuadros, esculturas, joyas... que habían sido expoliadas por los nazis y que aún no habían regresado a las manos de sus auténticos propietarios. Estas habían servido de moneda de cambio para salvar sus vidas, para poder salir del país o habían sido requisadas tras la huida de sus dueños.
Al acabar la II Guerra Mundial, muchos de los afectados por el expolio comenzaron a reclamar lo que era suyo. Sus obras de arte se encontraban en museos públicos, en galerías, se vendían en casas de subastas o decoraban casas de particulares. Aunque los casos se cuentan por miles, en España nos encontramos con dos especialmente sonados. Dos caras opuestas del trato que se le ha dado al arte expoliado por el nazismo en dos de los museos más importantes del país: el Thyssen y el Reina Sofía.
Ambas instituciones cuentan con un lienzo que fue adquirido ilegalmente por el gobierno alemán de la época y, aunque ambos son propiedad del Estado, sus posturas han sido totalmente contrarias hacia los descendientes de los dueños de estas obras de arte:
Para contar la historia de uno de los cuadros más polémicos del Museo Thyssen hay que hablar de Lilly Cassirer. A esta joven judía no le quedó otra opción y tuvo que entregar el cuadro que colgaba de la pared de su salón para salir de Alemania. Era la propietaria de una galería de arte y cuando en 1939 el clima empezó a endurecerse se vio obligada a dejar Berlín y a dar por perdido Rue Saint Honoré, après-midi, effet de pluie, la obra de Camille Pisarro que conservaba en su casa, para poder conseguir el visado que le permitiría salir del infierno.
Durante décadas nadie supo nada del lienzo, nadie sabía dónde se encontraba el Pisarro de Cassirer"
Se mudó a Estados Unidos, como muchos otros judíos, y en cuanto acabó la guerra reclamó lo que era suyo. En 1958 consiguió que el Gobierno federal alemán la reconociese como legítima propietaria aunque le entregaron tan solo 120.000 marcos (unos 60.000 euros) como compensación por la pérdida. El cuadro hoy se valora en más de 13 millones de euros. Durante décadas nadie supo nada del lienzo, nadie sabía dónde se encontraba el Pisarro de Cassirer y, aunque consta que fue comprado por el coleccionista de arte Sydney Brodyen en 1951 en Estados Unidos, no fue hasta el año 2000 cuando uno de sus descendientes lo reconoció en las salas del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid (gran parte de su colección pertenece al Estado).
Desde ese momento, los descendientes de Cassirer trataron de recuperar el lienzo a través de peticiones dirigidas al Gobierno de España. Este jamás dio un sí por respuesta por lo que en 2005 comenzaron una batalla legal en los juzgados de California, que en 2003 había ampliado la ley que establecía la prescripción de supuestos delitos relacionados con obras artísticas de tres años a siete para los casos relacionados con el Holocausto. Aumentando así el plazo hasta el final de 2010.
Ante la demanda, la Fundación Thyssen se pronunció por primera vez. Según la pinacoteca madrileña, el barón había adquirido el cuadro de manera legal en 1976, en una galería de Nueva York, y se lo vendió al Estado español en 1993, junto con gran parte de su colección.
Según la familia Cassirer, el barón Heinrich Thyssen-Bornemisza era consciente en el momento de la compra de que el lienzo había sido robado, por lo que, según la ley española, tendrían que devolverlo. Para defender su postura entregaron fotografías que mostraban el Pisarro en el salón de los Cassirer, además de asegurar que en el reverso del cuadro aparece una inscripción de la galería de Lilly. También confirmaron que se encontraba en la lista de obras de arte expoliadas por los nazis y que la compensación económica, irrisoria, que recibió Lilly Cassirer en 1958, confirma que este cuadro fue expoliado.
Pero fue precisamente esa compensación económica la que utilizaron desde la Fundación Thyssen para dar validez a su compra. Tal y como aseguraron en un comunicado, en el año 2013: "Es un hecho documentado y reconocido en el procedimiento por la familia Cassirer, que en el año 1958 ésta fue ya indemnizada a valor de mercado por el Estado alemán por razón de la desposesión de la obra. En aquel acuerdo las partes, el Estado alemán y la familia Cassirer, daban por satisfechas todas sus pretensiones derivadas de la desposesión del cuadro. La familia Cassirer carecería, por tanto, de cualquier derecho a reclamar el cuadro por cuya desposesión fue debidamente indemnizada".
El museo podría ser juzgado bajo la figura del 'encubridor' en el supuesto de un hurto", afirma el abogado Bernardo Cremades
"En el año 2015, una sentencia del Tribunal Central del Distrito de California dio la razón al Thyssen al fundamentar que se debía aplicar la legislación española, que no exige su devolución", asegura Bernardo Cremades, de Cremades y Asociados, el bufete que defiende la devolución del lienzo a la familia Cassirer y se encarga del caso en España. Pero en junio de 2017 el Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito (San Francisco) argumentó que los descendientes de Lilly Cassirer tenían derecho a un juicio que aclare si son los dueños legales o no del lienzo. Fue ese mismo año cuando el Estado español se personó en calidad de tercero interesado (amicus curiae) en apoyo de la fundación y cuando la Comunidad Judía de Madrid y la Federación de Comunidades Judías de España aparecieron para apoyar a los Cassirer
"En sus argumentos para aceptar la apelación, el tribunal aseguró que los demandantes están todavía en el plazo legal para reclamar la obra y que el museo podría ser juzgado bajo la figura del 'encubridor' en el supuesto de un hurto, recogida en su interpretación del artículo 1956 del Código Civil de España", añade Cremades. Lo consiguieron al asegurar que el barón Thyssen conocía el pasado turbio del cuadro y que la cantidad que recibió Lilly Cassirer como compensación se consideraba insuficiente. El caso sigue abierto a la espera de que el tribunal acepte o no un recurso de casación presentado por la Fundación, decisión que tomará en los próximos meses.
La misma historia pero con final cerrado es la de La familia en estado de metamorfosis de André Masson. El lienzo, que desapareció en 1940, fue un encargo de Pierre David-Weill, que en su casa art déco de París contaba con cuadros de Picasso, Derain, Balthus, Matisse y que a finales de los años veinte había encargado obras nuevas a Alberto Giacometti, Jacques Lipchitz y André Masson.
David-Weill tuvo que huir de París en 1940 y los altos funcionarios alemanes hicieron de su casa su oficina. Saquearon su colección y provocan tal tristeza en el francés que este jamás volvió a coleccionar arte moderno. No se supo nada de esas piezas hasta que en 1985 la obra mencionada de Masson apareció en una galería de Berlín Occidental, la Galería Bursberg. Tras pasar por varias exposiciones en la Galería Paolo Sprovieri de Roma y el Museo de Bellas Artes de Nimes, en 1988 la casa de subastas Sotheby's de Nueva York la puso a la venta y el galerista canadiense Odermatt la compró.
La obra fue adquirida después por la Caja de Ahorros de Madrid que la utilizó como pago de sus impuestos al Estado español en 1995, cuando pasó a formar parte de la colección del Museo Reina Sofía. Tal y como explica Paloma Esteban, que en aquella época era jefa de colección, "al salir a subasta su pasado quedaba legalizado y los descendientes de Pierre David-Weill nunca habían pedido la obra". Pero, tras un reportaje publicado en 1998 donde se hablaba del expolio nazi y se mencionaba esta obra, el director del Reina de la época, José Guirao, decidió ponerse en contacto con ellos.
"Se reunió con ellos, aunque legalmente no había ningún problema, para decirles que el museo estaba a su disposición. Ellos decidieron firmar un documento en el que daban legitimidad a todo el proceso por el que el cuadro se quedaría en el Reina Sofía", añade Esteban.
Estos son los dos casos de obras expoliadas por los nazis que han llegado a España pero, en el año 2010, varias organizaciones judías crearon una página web en la que se podía consultar el arte que había sido robado durante el Tercer Reich y la lista llegaba a sumar más de 20.000 objetos.
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