Sucedió hace medio siglo. En aquella San Sebastián donde el dictador pasaba sus veranos, la misma en la que la falta de libertad y expresión asfixiaba como en el resto del país. También aquí hubo valientes, inconformistas y comprometidos. Humildes luchadores por la libertad que decidieron plantar cara. Ellos lo hicieron con letras y libros. Su modo de dar el paso contra la dictadura primero y para aguantar la mirada y el pulso cruel de ETA. Algunos, como María Teresa Castells e Ignacio Latierro batallaron con un arma implacable: los libros. Lo hicieron desde el 3 de diciembre de 1968 con su humilde librería Lagun (Amigo, en euskera) que terminarían convirtiendo en un símbolo y lugar de encuentro contra la intolerancia.
Hoy, en el año que se cumplen cinco décadas desde que levantaron la persiana por primera vez, muchos de los que en los tiempos más difíciles no dudaron en cruzar aquel umbral del local de la Plaza de la Constitución de Donostia, han querido recordar lo que supuso en sus vidas aquel escaparate tantas veces atacado, aquellos libros prohibidos que encontraron en su trastienda o los instantes de rabia y unidad en los que buscaron consuelo y fuerza tras la enésima amenaza.
Incluso el Gobierno ha querido estar presente en el acto celebrado esta tarde en el Teatro Victoria Eugenia de la capital guipuzcoana y que desde hace meses venía organizando la Diputación foral. El ministro de Educación y Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, ha concedido a los impulsores de Lagun, a Castells a título póstumo -falleció el pasado 10 de septiembre- y a Latierro, que lo ha recogido en persona, la mayor distinción del ministerio: la Orden Civil de Alfonso X el Sabio.
Después, intelectuales, pensadores, políticos, ciudadanos y amigos de Castells y Latierro han intervenido en el acto “50 amigos de Lagun” en el que medio centenar de asiduos de la librería han recordado el libro que compraron o el momento vivido en Lagun que más les marcó. En un escenario repleto de lámparas de luz tenue, sillones de lectura y acompañados de un amable piano que acompañaba los testimonios, algunos han recordado"el libro manchado de pintura roja" que compraron tras un ataque a modo de "símbolo de resistencia", o los momentos de paz en los que "los perseguidos por ETA" encontraban en el interior de esta librería. En un clima de emoción serena y de profundo agradecimiento a Castells y Latierro, los 50 testimonios han completado el repaso agradecido hecho por el propio Latierro.
En la lista de amigos muchos ya no están. Ni Ernest Lluch, ni José Luis López de la Calle acudirán, ETA los asesinó. Como ellos, otros nombres significados, en especial del partido socialista y del constitucionalismo vasco en general, recuerdan estos días a Lagun como el refugio en los momentos más difíciles del acoso terrorista.
La historia de la librería está repleta de instantes de flaqueza, pero muchos más de gallardía y puesta en pie. Castells y Latierro soportaron la presión del franquismo y la amenaza de ETA. Regentar una librería en el casco antiguo de San Sebastián, centro de algunos de los episodios de kale borroka más violentos no fue sencillo. Durante aquellos años 90 ya se había hecho merecedora del título de la librería más atacada de Europa. Sólo en 1996 sufrió una veintena de ataques.
Un día era el escaparate, otro una pintada (“Que se vayan… preparando”) o una diana amenazante. En el peor de los casos, la llamada de la Ertzaintza les informaba de un ataque con cóctel molotov. Las presión superó todos los límites la noche del 12 de enero de 1997 cuando un grupo de encapuchados accedió a Lagun tras romper el escaparate y comenzó a sacar y apilar libros en el exterior antes de prenderles fuego al más puro estilo antisemita de la Alemania nazi.
Aquella pila de la intolerancia ni siquiera llegó a ser el peor de los momentos. El 14 de septiembre de 2000 ETA atentó contra José Ramón Recalde, marido de Castells y ex consejero de Educación y Justicia en tiempos del gobierno de coalición PNV-PSE de José Antonio Ardanza. Recalde resultó gravemente herido y con secuelas importantes pero sobrevivió. Aquello colmó en parte el vaso de valentía de los impulsores de Lagun. Continuar en la parte vieja de Donostia era un riesgo y un sufrimiento difícil de soportar y optaron por dejar atrás el local que les había acogido durante 32 años.
Fue sólo un paso al lado. Tras un periodo de reflexión la librería volvió a abrir sus puertas en la calle Urdaneta de la capital guipuzcoana, una zona más tranquila, donde hoy continúa abierta y con sus estantes repletos de libertad y valentía.
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