La búsqueda de rutas para llegar al Pacífico desde Europa empujó al gobierno británico, en el siglo XIX, a la conquista del ansiado Paso del Noroeste, una travesía marina que bordea América del Norte por el Ártico, entre las grandes islas canadienses, hasta llegar al estrecho de Bering.
La hazaña se llevaba intentando siglos. Portugueses, españoles y rusos, desde Asia, ya habían intentado, previamente, hacer la travesía con resultado fallido. La pujanza del imperio británico y los avances tecnológicos condujeron a pensar que había llegado el momento. La misión partió de Inglaterra, en mayo de 1845, comandada por Sir John Franklin.
Pertrechados con dos navíos de madera, el Terror y el Erebus, con los cascos reforzados con hierro, para enfrentarse al hielo marino, y con abundante alimento, la expedición estaba convencida de su éxito. Nadie antes lo había intentado con semejantes medios. En agosto un barco ballenero divisó por última vez a los navíos en la bahía de Baffin. La expedición de 129 hombres desapareció por completo.
Franklin murió y su tripulación pasó dos inviernos en la isla del Rey Guillermo, donde fueron pereciendo poco a poco.
Desde su desaparición hasta nuestros días -en 2016 se terminaron de localizar los cascos hundidos de los barcos-, se han sucedido las investigaciones para saber qué pasó con la expedición. Inglaterra envió misiones de rescate que, entre otras cosas, sirvieron para cartografiar mejor la zona. Los navíos quedaron atrapados por el hielo marino en las cercanías de la isla del Rey Guillermo tras haber pasado un primer invierno en la isla Beechey. En junio de 1847 el comandante Franklin murió y su tripulación pasó dos inviernos en la isla del Rey Guillermo, donde fueron pereciendo poco a poco. No sobrevivió ninguno.
Las investigaciones realizadas sobre los cuerpos exhumados a finales del siglo pasado en la isla del Rey Guillermo mostraron que neumonía, escorbuto y tuberculosis fueron las principales enfermedades que los mataron. Enfermedades que fueron agravadas por el envenenamiento causado por el plomo de las latas de alimentos que portaban en los barcos. Los restos de marcas de cuchillos encontrados en los huesos han llevado a la conclusión de que la tripulación se fue alimentando de los muertos.
Más miedo en la ficción
Pero si todas las situaciones de la expedición fueron terribles, la ficción ha querido ir un poco más lejos y ha introducido en el escenario Ártico un monstruo que va aniquilando a los marinos. Esto es lo que hace The Terror, la serie producida por Ridley Scott y que se estrena el 3 de abril en AMC.
La serie, basada en la novela homónima de Dan Simmons, nos traslada al corazón del drama de la aventura de Franklin que terminó trágicamente. Atrapados en el hielo, con mucho frío, el elemento del monstruo introduce un elemento ficticio a los hechos reales que vivieron los ingleses. Un “alien” en mitad de un Ártico congelado que, a mediados del siglo XIX, era tan lejano y épico como nos puede parecer hoy una misión tripulada a Marte.
Los cortos veranos del Ártico, en el lado oeste de la isla del Rey Guillermo, no permitían siempre que se deshiciera el hielo, por eso se quedaron atrapados los barcos de Franklin. Sin embargo las aguas de la costa este de la isla se quedaban libres de hielo. Esa fue la ruta que tomó Roald Amundsen, en 1906 cuando se convirtió en el primero en hacer el Paso del Noroeste.
Una ruta que pese haber sido controlada por la navegación y técnica moderna, apenas se usa comercialmente. Sólo ahora que el cambio climático hace que el hielo marino esté en claro retroceso, se plantean nuevas rutas comerciales para conectar los continentes por el Polo Norte. Pero eso es otra película de terror.
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