Si nunca habéis pensado en la Luna como una escombrera es el momento de hacerlo. Ahí arriba hay toneladas de chatarras: los restos de más de 70 misiones espaciales. Instrumentos científicos inservibles, contenedores vacíos de comida, bolsas con los deshechos de la tripulación y cientos de objetos abandonados por los astronautas para dejar su marca sobre la superficie lunar. En este panorama tan poco halagüeño, desde 1971, destaca un objeto: la única obra de arte enviada específicamente a la Luna. Se llama El astronauta caído y es un homenaje a los astronautas fallecidos a lo largo de la carrera espacial.
En el Parque Juan Carlos I de Madrid, en el distrito de Barajas, hay unos parientes de esta estatuilla. Una familia de robots llamada Eolos. Una obra del artista belga Paul Van Hoeydonck, el escultor del astronauta caído. Veinticinco años después de la inauguración del Parque, en 1992, el escultor ha vuelto a reencontrarse con ellas, invitado por la Junta de Distrito y la asociación Barajas B.I.C. (Bien Interés Cultural). La última vez que vino el parque estaba en obra. Ahora, con 92 años, puede ver por fin la escultura colocada.
“Siempre he creído que la humanidad, o por lo menos parte de ella, está destinada a abandonar la tierra y viajar a otros planetas” - dice Van Hoeydonck a El Independiente -. “Por eso cuando creé la estatuilla destinada a la luna hice un hombre en pie, mirando el cielo”. Sin embargo la historia fue otra.
Los robots siempre han formado parte del imaginario de este artista. “Eolos es como una familia. El personaje más pequeño representa al hijo que siempre he deseado de mi última pareja. Su anatomía es tecnológica como la nuestra es de carne y hueso”. Sin embargo, ya no ve el futuro con el mismo optimismo de antes. “La inteligencia artificial y la robotización podrían convertir la tierra en una fábrica y los humanos en esclavos. Pero mientras exista la posibilidad de un Adán y una Eva que lleven nuestra civilización a las estrellas, tengo confianza en la humanidad”.
Culebrón en el espacio
Cabría suponer que el primer artista en enviar una escultura a la Luna estuviera destinado a tener la gloria de un gigante del arte. Sin embargo la carrera de Van Hoeydonck estuvo a punto de despeñarse después de haber alcanzado un hito que ni Picasso tuvo el honor. La historia de El astronauta caído es un culebrón.
En 1971 su galería de Nueva York contactó con David Scott, el comandante de la misión Apolo 15 y le propuso la idea de llevar la estatuilla de Van Hoeydonck a la Luna. La Nasa dio vía libre con unas condiciones: que el autor permaneciera anónimo hasta el final de las misiones Apolo, que la escultura no tuviera atributos sexuales o raciales y que fuera de un material compatible con un viaje espacial. Van Hoeydonck aceptó.
La Nasa no avisó al escultor de que iban a cambiar el sentido de su obra de arte
Cuando la agencia espacial informó a Richard Nixon, el Presidente de Estado Unidos decidió convertir la estatuilla en un memorial para los astronautas caídos durante la carrera espacial. Sin embargo, nadie avisó al escultor, que se enteró solo durante la rueda de prensa de que la tripulación del Apolo 15 dio a la vuelta a la misión.
Amenazas y gloria
Un año después el Museo Smithsonian de Washington contactó con el astronauta David Scott para obtener una réplica de El astronauta caído. Fue entonces cuando Van Hoeydonck consideró que si su estatua iba a ser expuesta en un museo, tenía el derecho de ver su nombre junto a ella. En marzo de 1972, durante el directo de la misión Apolo 16, el periodista Walter Cronkite anunciaba al mundo el nombre del primer artista con un obra de arte en la Luna. La entrevista provocó el enfado de la Nasa y la ruptura de la amistad de Van Hoeydonck con Scott.
Envuelto en la polémica, la reputación de Van Hoeydonck estaba en entredicho. Pero su obra se había reconsiderado
La situación empeoró cuando la galería de Van Hoeydonck decidió sacar 50 réplicas de la escultura. Después de muchas presiones por parte de la administración espacial estadounidense Van Hoeydonck renunció. Envuelto en la polémica, su reputación y su carrera estaban en entredicho. Pero también la situación de Scotto y de los otros astronautas de la misión, investigados por haber vendido los “sobres de la luna”, unos sellos que fueron llevados a escondidas en la cápsula del Apollo 15.
Cuarenta años después, la situación ha cambiado y la reputación de Van Hoeydonck se ha restaurado. Una galería alemana está preparando unas réplicas de El astronauta caído siguiendo el proyecto originario, es decir, de un astronauta en pié mirando las estrellas y no caído. También verá la luz un documental y se volverá a publicar un libro de 1972 donde por primera vez Van Hoeydonck contaba su versión y su visión de la estatuilla.
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