Es su manual. Esconde probadas claves de éxito y modos poco habituales en su sector. Lo aplicó durante 15 años en el Museo del Prado y lo ha puesto en práctica de nuevo en su segunda etapa al frente del Museo de Bellas Artes de Bilbao, su ciudad. Miguel Zugaza (Durango, 1964) lo detalló este jueves durante más de una hora en una jornada de la Asociación de Directivos y Profesionales de Euskadi (ADYPE) celebrada en la capital vizcaína bajo el título “¿Qué es ser director de un gran museo de arte?”.
Su respuesta no pasa por lograr vender decenas de miles de entradas. Tampoco por diseñar catálogos de exposiciones de éxito o idear una expansión museística con sedes dispersas por el mundo. No, eso no es ser un buen director de un gran museo, no para Zugaza. Su tarea es más compleja e intemporal, dice. Un buen director debe saber “cuidar del arte” para legarlo a futuras generaciones y saber abrirlo el patrimonio museístico a la sociedad de cada momento. “Es un error hacer un programa expositivo sólo para cautivar a la audiencia, la mayor parte de las veces vas a fracasar. Esa no es la función de un museo”, afirma convencido.
Zugaza subraya que la razón de ser de cualquier museo debe ser poner en valor su propia colección y lograr que su conocimiento sea cada vez mayor “entre diferentes públicos”. No concibe la gestión museística como una sucesión de muestras que aspiran a “avalanchas de interés súbito”: “Plantearlo así sería un fracaso”, afirma.
Es un error hacer un programa expositivo sólo para cautivar a la audiencia, la mayor parte de las veces vas a fracasar"
Insiste en que la labor que debe centrar los esfuerzos de cualquier gran director deben tener como otro e los ejes de acción la investigación y la divulgación, siendo las exposiciones las herramientas para ello. “Son una oportunidad para la investigación, la restauración”, señala. “Durante mi tiempo en el Prado los avances en la investigación se produjeron gracias a las exposiciones”. Es lo que ahora pretende impulsar en el Bellas Artes de Bilbao, al que aspira a convertir en el “Lezama”, en la cantera de la investigación artística para jóvenes autores y estudiosos, “me gustaría que fuera algo así como un laboratorio desde el que impulsar ideas nuevas, donde formarse”.
Direcciones de museo 'de autor'
A Zugaza no le gustan los “directores de museo ‘de autor’”, empeñados en modelar a su único criterio, “hay muchos museos dirigidos y muy marcados por la personalidad del director”. Defiende que un liderazgo en una pinacoteca se debe ejercer de modo compartido, de la mano de todo el personal, con sus aportaciones e ideas. “Mi supuesto ‘proyecto revolucionario’ en el Prado no ha sido más que pedir a todos los trabajadores que aportaran sus ideas, que me dijeran en qué proyecto les gustaría trabajar. Nunca nadie antes les había dicho eso y creo que es una oportunidad que siempre hay que dar”.
En el manual de dirección de Zugaza tampoco caben las ‘bilbainadas’, los proyectos que aspiren fundamentalmente a la proyección internacional como valor en sí mismo. Por eso cuestiona los modelos de expansión de algunos museos. Llega a poner en duda iniciativas de instituciones como el Louvre y su recién inaugurada sede en Abu Dhabi. “No se puede hacer eso por razones de financiación. Sería un error, pan para hoy y hambre para mañana. No sé qué rentabilidad tendrá para el Louvre, pero a museos como el Prado no le veo en este tipo de operaciones, abriendo sedes lejos de aquí”.
La apertura de sedes por el mundo, como el Louvre en Abu Dhabi, puede ser "pan para hoy y hambre para mañana"
Su intervención rezuma responsabilidad por saber gestionar el patrimonio centenario que ahora debe conservar, enriquecer y divulgar. Es así como concibe la labor de un director de un museo, “tarea que incluso se podría hacer con el museo cerrado al público”. Para Zugaza el reto va más allá que un balance de visitas o actividades al cierre de un ejercicio. “Lo que hacemos en los museos es cuidar del arte y darle un sentido, es cuidarlo desde el punto de vista intelectual y material”, asegura, para posteriormente ponerlo a disposición de una sociedad, “es una labor de educación y de difusión, de saber educar para el deleite de su contemplación”: “Dirigir un museo es saber combinar el arte de la conservación con el de llegar a la sociedad, es importante gestionar bien esa relación. El objetivo es lograr que ese encuentro entre el arte y los individuos sea memorable y emocionante”.
Identifica su labor con la de los astrónomos. También ellos miran por un pequeño espacio para descubrir el pasado de hace millones de años para interpretar y entender el presente. “Un museo debe ser un templo de la cultura. Un lugar para contemplar la belleza y la exploración de la condición humana. En definitiva, entender mejor el mundo a través de la mirada de un artista. Es un modo de mirar al pasado para reconocer el presente”
Museos como empresa
Zugaza se refiere a Velázquez a la hora de describir cuál debe ser la función de una posición como la suya. Asegura que en ‘Las meninas’ se resume bien la idea que debería guiar los museos. “Velázquez tuvo la osadía de descubrir que el arte se completa con el espectador, que si el espectador no está ante su obra ésta está coja. Concede a cada uno de sus espectadores un lugar privilegiado de su cuadro”.
Liderar un museo no es sólo preservar el arte, también dirigir una empresa. “En general a los museos nos ha costado mucho entender que somos una empresa. El empujón nos lo dio en su día el Guggenheim. Los fondos de un museo no pueden venir sólo de las instituciones”.
No me gustan los móviles en los museos. No puedes venir desde Japón para ver 'La Gioconda' y sacarte un selfie sin disfrutar de observar la obra
Empresas que ahora deben saber convivir con las nuevas tecnologías y en las que Zugaza ve una oportunidad a la que subirse para expandir la divulgación de modo global. Alerta sin embargo del riesgo de que se conviertan en un quebranto al “deleite” propio del arte. La introducción de la telefonía móvil y otros dispositivos es en realidad “contaminar” la esencia de un museo, señala. “Entrar con un móvil a un museo supone terminar viendo las obras a través de él. Es un elemento que compite con la experiencia que ofrece un museo. Lo que sucede con ‘La Gioconda’ es un ejemplo claro, visitantes venidos desde Japón que se sacan un selfie sin ni siquiera haber disfrutado observando la obra”.
Al frente de un pequeño pero centenario museo como el Bellas Artes de Bilbao, Zugaza reivindica el valor de pinacotecas como ésta, “que incluso son anteriores al Moma de New York en ofrecer arte moderno”. Prepara la expansión de una institución que cumple en octubre 110 años de historia y que se ha quedado pequeña para abrir a la sociedad su colección de 14.000 obras, “debemos crecer en actividad, tener mayor impacto social y educativo pero para eso necesitamos crecer en medios”.
Una aspiración para dejar atrás las cifras, que pese a haber mejorado de modo muy notable respecto a la primera etapa en la que dirigió el museo bilbaíno, confía en poder seguir incrementando. Los 300.000 visitantes del año pasado y los casi 9 millones de presupuesto se le han quedado pequeños: “Necesitamos más ‘carrocería’ y también más ‘gasolina”.
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