La ciudad de Madrid agota sus descampados. El Plan General de 1997 ya contemplaba construir al límite de la capacidad del terreno disponible. En la almendra central, quedan menos de 400.000 metros cuadrados para construir. Sin embargo, esta ciudad agotada sobre el papel aún está pendiente de vivir algunas de las transformaciones más importantes de su historia a base de acero, hormigón, cristal y vegetación. El recién presentado Plan Barajas, la operación Campamento –en suspenso– y la más importante de todas por su ubicación e implicaciones: Nuevo Norte que, tras más de dos décadas, sale adelante.
Este lienzo abigarrado, sin embargo, hubo un tiempo, en que estaba lleno de agujeros llamados descampados. Una realidad en extinción pero relativamente reciente. Porque Madrid creció sin orden y a lo ancho desde el siglo XVI. Sencillamente, porque la gente no quería tener casas de más de una planta, para así no tener que ceder alcobas a los funcionarios del rey Felipe II, cuando trasladó la capital. Esa realidad se mantuvo, en paralelo, con una villa de grandeza que tanto reyes Austrias como Borbones llenaron de casas, palacetes y calles más anchas. Es la primera planificación urbana de tipo público.
La otra, privada, llegará con el ensanche diseñado por Carlos María de Castro. Fue el primero en poner sobre el papel una suerte de plan general de ordenación urbana, sementando la ciudad en usos y clases sociales. El ensanche de Madrid –que se inspira en el de París– se inició en 1846 y acaba definitivamente con la cerca que Felipe VI había levantado con motivos fiscales a partir de la de Felipe II.
Madrid crece al norte hacia las rondas , pero la iniciativa privada toma las riendas urbanísticas poco después de la mano del marqués de Salamanca. Prototipo de la nueva burguesía, de esta época datan los primeros pelotazos urbanísticos y también las más estrepitosas ruinas, como la que acabó con este empresario. José de Salamanca siguió el damero diseñado por Castro en todo menos en una cosa: redujo la superficie ajardinada para aumentar la edificabilidad. No iba a ser un barrio de ricos.
Pero el siglo XX lo iba a cambiar todo. Éxodo rural. Chabolismo y construcciones improvisadas en las márgenes de las carreteras radiales. Con el desarrollismo franquista, surge otro nombre: José Banús, promotor que rubrica colmenas como las del Barrio del Pilar o el de la Concepción. Es el Madrid que se expande a lo alto y ancho fuera de una nueva cerca, la M-30, 32 kilómetros de circunvalación cuyas obras se inician en 1970. Con ella, el Madrid de los descampados.
Una ciudad de descampados
Masivo, denso y alto. Y entre bloques, carencias, cuya representación física es el descampado, ante la ausencia de dotaciones, cuyo máximo exponente es La Vaguada, el descampado de la discordia que debía haber sido parque, pero que nunca llegaba. El vecindario del Barrio del Pilar se organizó y, aunque se construyó el centro comercial Madrid 2 en sus terrenos, se reservó una parte para la actual zona verde y un teatro municipal –hoy abandonado–.
Mientras llegaban los parques, las canchas, los centros de salud… una generación de chavales jugó interminables tardes entre maleza y secaral, como retrata la película Barrio (Fernando León de Aranoa, 1998). Otros de estos terrenos baldíos fueron tumba de una generación acribillada por las jeringuillas.
Ahora, el Madrid de los descampados está en extinción. Dentro de la M-30, apenas un puñado de solares de edificios derribados. Fuera, aparcamientos improvisados. Aún excelsos, pero vallados, en los llamados PAU (nuevos barrios de los años dos mil, de Sanchinarro a Valdecarros), a la espera de convertirse en dotaciones públicas.
De Campamento a Nuevo Norte
En en 1975, el 2,2% del suelo de la región de Madrid estaba edificado. Hoy el 10,07% de la superficie es ya suelo urbano y otro 26,9%, urbanizabale. Técnicamente, la comunidad es ya una metrópoli. Tras los llamados PAU de los 2000, ya no quedaba prácticamente Madrid por construir.
O, en realidad, sí. Al lado de Madrid Nuevo Norte, queda el más grande descampado. Uno en el que difícilmente podían jugar niños: Barajas; este martes, Fomento presentaba los cimientos de un ambicioso plan. Espera edificar 2,7 millones de metros cuadrados con una inversión de 3.000 millones de euros.
También al norte, el Paseo de la Dirección prevé la construcción de cuatro torres residenciales de lujo para financiar la remodelación completa de las últimas vías dentro de la M-30 trufada de infraviviendas.
Al sur, en Campamento se concentra la última gran superficie urbanizable paralizada. Defensa es titular de 1,5 millones de metros cuadrados edificables, ahora paralizados. Podrían pagarse hasta 200 millones de euros, cuya titularidad corresponde esencialmente al Ministerio de Defensa.
También en manos de defensa estaba un solar, en la calle Raimundo Fernández Villaverde, frente al distrito financiero de AZCA, destinado a pisos. 54.000 metros cuadrados edificables aunque aún no se puede construir.
Algo parecido ocurre con las antiguas cocheras de Metro en Cuatro Caminos. 62.400 metros cuadrados para pisos y oficinas, en una operación desbloqueada en 2017, con cierta oposición de asociaciones.
Ninguno de esos enclaves, eso sí, marcarán un nuevo rumbo en la topografía madrileña como el de Nuevo Norte. La mayor transformación urbana de la historia reciente de España, con permiso de la Barcelona olímpica y la ría de Bilbao. La operación se ha desbloqueado 25 años después de que Renfe plantease el soterramiento de la playa de vías de la estación de Chamartín.
Conforme al plan consensuado entre administraciones, Adif-Fomento, Comunidad y promotores privados, el uso mayoritario al sur de la M-30 será de oficinas (1,2 millones de metros cuadrados), los edificios más altos, junto a la estación.
Al norte, hacia Fuencarral, Malmea y Tres Olivos, el uso mayoritario será residencial (715.030 m2) . El nuevo plan propone la construcción de unas 10.500 viviendas, el 20%, protegidas, como exige la ley.
La estación verá soterradas sus vías, en lo que será una gran zona verde y deportiva hasta más allá de la actual brecha de la M-30 y M-11, que desaparecerá para crear continuidad con los terrenos al norte. Chamartín se ampliará, convirtiéndose en la gran conexión con aeropuerto y AVE, cuyos trenes al sur de la Península por fin llegarán al norte.
Un norte que cambiará, junto con Barajas, el horizonte y topografía madrileña, que borra de su mapa, quizás para siempre, sus últimos descampados.
Para saber más:
- Francisco Juez Juarros, Barrio de Salamanca, Flashback Ediciones, 2015
- Carlos Sambricio, Madrid, vivienda y urbanismo: 1900-1960, Akal, 2004.
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