Hay dos mujeres en mí. Me gustaría ser Maria, pero está la Callas con la que debo estar a la altura. Así que lidio con ambas como buenamente puedo”. Ni la mejor soprano del siglo XX, ni la mejor cantante, Maria Callas fue mucho más que eso. Tuvo una carrera corta, pero intensa. No más de 10 años de plenitud que Tom Volf resume con destreza y elegancia en Maria by Callas.
Su canto sonaba como una herida abierta, una herida profunda, insondable, de esas que sabes que como no la cierres tras ella se te escapa el alma. Maria Callas rezumaba temperamento, su presencia imponía y su mirada estremecedora la colocaba siempre en actitud distante. Era un monstruo. Tenía aura. Hablaba y cantaba con los ojos. Maria Callas llevaba la tragedia cosida a su instrumento.
Tom Volf ha buceado entre vídeos privados, fotografías antiguas y cartas personales con las que ha resucitado a la Callas
Obsesionado por la figura de la diva, Tom Volf estrena el próximo 11 de mayo Maria by Callas, un documental que se presenta como una visión intimista de la soprano, una autobiografía en imágenes. Tom Volf ha pasado los últimos cinco años buceando entre más de 60 horas de entrevistas inéditas, ha recopilado vídeos privados en Super 8, fotografías antiguas y cartas personales con las que ha resucitado a la Callas a través del alma y la voz de Fanny Ardant, actriz que hace 15 años interpreto a la diva en Callas forever.
Arranca Maria by Callas con una mujer nostálgica que rememora una niñez de regusto agridulce dominada por los deseos de una madre muy ambiciosa. “Ella decidió que fuera cantante. En aquella época uno hacía lo que decían sus padres. Los niños no deberían tener esa responsabilidad”. Aún así, defiende que disfrutó la poca infancia que tuvo y confiesa que lo verdaderamente le pareció duro fueron los años de la guerra en Grecia, “pero a nadie le hace mal superar ciertas penurias”.
Durante toda su vida mantuvo una relación postal con Elvira de Hidalgo, su profesora de canto. Ella recuerda que era la alumna más aventajada. “Era perfecta, dócil, inteligente y muy trabajadora”. A cambio comparte para el documental su correspondencia más íntima.
Sorprende que a pesar de su amor y su relación con la música, Maria Callas repite durante toda la cinta que hubiera preferido tener una familia e hijos. “Creo que esa es la principal vocación de toda mujer. El destino me llevó por esta carrera, primero por mi madre, después por mi marido. Yo lo hubiera dejado con placer”.
Fue la actriz-cantante más famosa de su época. Su presencia en el escenario creó un antes y un después en el mundo de la ópera. Es aquí donde su condición la inmortalizó. Nadie igualó su glamour dentro y fuera del escenario. “No creo que el público quiera a una artista de verdad que no sepa interpretar”.
La noche del 2 de enero de 1958 en Roma, marcó un punto de inflexión en su trayectoria profesional
La noche del 2 de enero de 1958 en Roma, marcó un punto de inflexión en su trayectoria profesional. La función de Norma fue anulada 40 minutos después de empezar. “Fue la noche más triste de mi carrera. Se desató una ola de violencia contra mí tras aquella actuación. El día anterior tuve escalofríos, me picaba la garganta y aquel día me desperté sin voz. Muda. Me apodaron la tigresa, pero aquella noche de enero la tigresa salió a aquella pista maravillosa y sobrecogedora del teatro con un hilo de voz. Al día siguiente me di cuenta de que había empezado mi linchamiento, con una violencia inaudita”.
Rudolf Bing, entonces director del Metropolitan, confiesa en Maria by Callas que no la echaron sino que cortaron relaciones con la cantante; al tiempo que la diva defiende que fue ella la que rechazó el contrato de Nueva York porque lo único que le ofrecían era repertorio antiguo. “Esto no es arte, no puedo”.
Nueve años con Onassis
Entre sus confesiones más íntimas, de la mano de Volf en Maria by Callas, el espectador descubre que coleccionaba recortes de recetas de revistas y de periódicos. La diva desnuda su corazón y su alma. En las cartas a Elvira, negro sobre blanco, Maria Callas va dando pinceladas de su turbulenta existencia. Las confesiones más íntimas, su encuentro con Onassis, su desencuentro con su marido, sus inseguridades... Todos los miedos salen a la luz a través de sus labios. “Al principio consideraba a Meneghini (su marido) como un escudo que me protegía del mundo exterior. Es lo que hacía al principio, hasta que mi fama se le subió a la cabeza. Fue el comienzo del declive de nuestro matrimonio. No fue Onassis, ni el dinero”.
La Callas se dejó impresionar por la arrolladora personalidad del naviero griego con el que mantuvo durante nueve años una semioculta relación. Convencionalismos de la época. Ella no era una mujer del todo libre, no estaba divorciada, de manera que jugaba a las adivinanzas con los periodistas y con su público. Cuando su relación era una verdad evidente.
Tras siete años de ausencia, Maria Callas regresó al Metropolitan como una diosa. Allí aguardaban sus admiradores, los mismos que llevaban noches sin dormir a la espera de que se abrieran las taquillas para comprar una entrada. Ella fue la pionera, la que inauguró la veda de la locura (no, los campamentos de fans antes de un concierto no son patrimonio de nuestra época). Cual Madonna, en 1965 cientos de jóvenes durmieron al raso soñando con una butaca en el Met para ver a la Callas.
Bipolar desde entonces, artísticamente hablando, fue la cantante más ovacionada y la más abucheada. “Mi sistema nervioso fue el verdadero culpable de todo. Empecé a los 13 y ahora tengo 41 años. Mi alma se va consumiendo y lo mismo sucede con la energía. Mis discos me muestran lo que hacía antaño y mi grabadora me reproduce lo que hago ahora y no debería. Si funciona, tanto mejor. Si no funciona, lo dejaré todo. En el fondo tengo a Aristóteles, ¿qué más puedo pedir?”.
Ella creía que lo tenía, pero lo perdió. Maria Callas se enteró de la boda del naviero con Jackeline Kennedy a través de los periódicos. “Es cruel, ¿verdad? Pero ambos lo pagarán, ya lo verás”, le escribía a Elvira. “Lo peor es que él no me dijo nada de su boda. Creo que me lo debía después de nueve años a su lado. Que al menos no me enterara por los periódicos”.
Te he amado, no siempre bien, pero tanto y todo lo mejor que he sido capaz. Hice lo que pude”
El tiempo pone a cada uno en su sitio y la Callas sabía que Onassis volvería. Lo deja claro en Maria by Callas. “A veces creo que me necesita como amiga porque soy la única que le dice la verdad”. Arrepentido, él la buscó de nuevo y le confesó que su matrimonio había sido un error. “Lo acepté. Así fue como nació mi gran amistad con Aristóteles Onassis. Una amistad apasionada”.
Onassis murió el 15 de marzo de 1975. “La última vez que lo vi estaba tranquilo y creo que en paz consigo mismo. Estaba muy enfermo, sabía que se acercaba el fin y me dijo: te he amado, no siempre bien, pero tanto y todo lo mejor que he sido capaz. Hice lo que pude”.
Dos años después, el 17 de septiembre de 1977, a Maria Callas se le rompió en corazón de tanto usarlo. Murió en París, como Violetta Valery, uno de sus roles favoritos. Murió en extrañas circunstancias. Oficialmente se le paró el corazón, pero las malas lenguas murmuran que fue un suicido, una sobredosis. Otro argumento para alimentar el morbo de la inmortalidad. Sus cenizas volaron por el Egeo, al tiempo que un monumento funerario recuerda quién fue en el cementerio de Père Lachaise.“He escrito mis memorias. Están en la música que interpreto, el único lenguaje que verdaderamente conozco”.
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