Corría diciembre de 1936, la Guerra Civil acababa de estallar y Radio Tetuán anunciaba a todo el protectorado español en Marruecos que el general Francisco Franco había preparado un barco militar de vapor para llevar a trescientos musulmanes de Ceuta a Jedda, el puerto saudí donde empieza el peregrinaje a la Meca. Desde entonces y hasta 1951, el régimen franquista organizó y financió el hajj, la visita que cada musulmán tiene que hacer, por lo menos una vez en la vida, al santuario más importante del islam.
En 1939, y no solo, en un gesto de hermandad hacia el fascismo italiano, los barcos de Franco cargaron también a los fieles de la Libia ocupada por Mussolini. A menudo, antes de volver a Marruecos, los peregrinos paraban en Sevilla o Córdoba, donde a veces el Caudillo se reunía con ellos para hablarles de Al Ándalus como la segunda Meca.
El mito de Al Ándalus sirvió para justificar la presencia española en el norte de África
“No fue sólo un gesto que sirvió para reclutar soldados marroquíes destinados a la Guardia Mora. Franco apoyaba la unidad cultural de Marruecos como parte integrante de Al Ándalus, un marco político, cultural y territorial que desde la Edad Media unía España y Marruecos. Al Ándalus era un concepto geoestratégico para justificar la presencia española en el norte de África y marcar la diferencia con el colonialismo francés, su gran rival en la región, que apostaba por dividir la sociedad marroquí favoreciendo el nacionalismo de la minoría bereber”.
Eric Calderwood, profesor de la Universidad de Illinois, ha empleado diez años viajando por España y Marruecos en la búsqueda de las raíces del mito de Al Ándalus. El resultado es Colonial Al-Andalus: Spain and the Making of Modern Moroccan Culture (Al Ándalus colonial: España y la formación de la cultura moderna de Marruecos) publicado por Harvard University Press. Un libro todavía inédito en España pero que ha suscitado un vivo debate entre los académicos españoles.
El mito hispano-árabe
Símbolo de convivencia religiosa y esplendor artístico, puente entre culturas a los dos lados del Mediterráneo, el concepto de Al Ándalus tiene una vida paradójica y resurge tal y como lo conocemos ahora "al final del siglo XIX como justificación del colonialismo español. Tanto la República como el franquismo se apropiaron de esta idea que se acabará convirtiendo en uno de los pilares fundamentales del nacionalismo cultural marroquí", explica Calderwood.
El recuerdo de Al Ándalus es tan fuerte que figura en el preámbulo de la moderna constitución de Marruecos. La especial relación de España con el mundo árabe sigue siendo el eje de la política exterior de Madrid, con sus estrechas relaciones diplomáticas con Marruecos y Arabia Saudí, la Alianza de las Civilizaciones y la Fundación Tres Culturas.
Franco fomentó la unidad cultural, geográfica y racial entre España y Marruecos
Para este estudioso norteamericano, el franquismo tuvo un papel fundamental en la actualización del concepto de Al Ándalus: Franco fomentó la unidad cultural, geográfica y racial, un aspecto que Calderwood califica como “sorprendente” para un régimen fascista. Su permanencia en Marruecos durante los años veinte fue determinante para su visión de las relaciones hispano-marroquíes y le permitió entender la mentalidad musulmana.
No obstante, los republicanos también se sirvieron del concepto de Al Ándalus. El historiador Américo Castro, durante su exilio en los años 50, publicó muchos estudios sobre la convivencia en su origen como herramienta política para criticar el régimen.
Franco y Al Ándalus
En su carrera para ganarse la confianza y el respecto de los marroquíes, Franco se atrevió a un gesto que hoy sería impensable: autorizar el uso de la mezquita de Córdoba para la oración musulmana. Cuenta Calderwood que incluso circuló el rumor de una secreta conversión del Caudillo al Islam. "Por el favor con el que trataba a los musulmanes empezaron a llamarle "El Hajj Franco". Hajj es el título que se da a una persona que ha cumplido el peregrinaje a la Meca". Franco nunca hizo tal viaje, pero consiguió que se le considerara "un buen musulmán". Cuando un grupo de refugiados marroquíes de la zona francesa se asentó en el Protectorado español con el terreno y el dinero del gobierno franquista, llamó al asentamiento Aldea del Hajj Franco.
Fueron los nacionalismos periféricos los que dieron a Franco las herramientas culturales necesarias para su propaganda en Marruecos. “El andalucismo de Blas Infante reivindicó el rasgo euroafricano de Al Ándalus para criticar un catalanismo que rechaza lo semítico y mira a las catedrales góticas de Europa. Argumentos que posteriormente fueron incorporados por el nacionalismo franquista a pesar de que Blas Infante fue fusilado sin juicio por los falangistas”, explica el investigador.
La lengua castellana tiene todavía amplia difusión en el norte de Marruecos, pero la herencia española -con su patrimonio histórico y arquitectónico- está a punto de desaparecer. Después de la independencia de Marruecos en 1956, las familias más importantes de Tetuán y Tánger se mudan a Rabat y Fez -es decir, a las zonas de lengua y cultura francesa-. Hassán II, el padre del actual monarca, tuvo una relación conflictiva con el norte y durante décadas no hubo inversiones.
El cultivo de hachís se ha convertido en la principal industria de una región deprimida. Los antiguos edificios neomudéjares de Tánger se han reconvertido en hoteles y restaurantes borrando todo rastro de su pasado como oficinas del protectorado español. En el patio de uno de ellos, el Pension Palace, existe también una reproducción de la Corte de los Leones de la Alhambra, abandonada y reducida a un jardín sin agua ni flores.
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