María Kodama (Buenos Aires, 1937), escritora y traductora, ha pasado su vida siendo la sombra de Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1889 - Suiza, 1986), incluso tras la muerte del autor es la mujer que sigue tirando de su nombre. No suena bien, pero la que se convirtió en su esposa meses antes de la muerte del escritor decidió vivir en un eterno segundo plano. Ser la compañía del argentino, vivir a través de él. Se conocieron cuando ella era demasiado joven, había terminado su licenciatura en Literatura y se apuntó a unas sesiones de estudios literarios que él impartía.
Congeniaron al instante y al acabar los cursos se fundieron el uno. Kodama se convirtió en su discípula y amiga. Borges, que ya había perdido toda la visión pero que todavía podía andar, la adoró durante el resto de su vida. "Era un ser maravilloso. Tremendamente humilde. Siempre decía que sus obras no eran para tanto y es que las habría estado corrigiendo sin parar", asegura Kodama en la rueda de prensa de La biblioteca de Borges, de Paripé Books, que se ha presentado en la Casa de América de Madrid.
Un libro que recoge los ejemplares más queridos del escritor. El alma de Borges. "Tenía una biblioteca de 3000 ejemplares, para él era su paraíso, que ahora se encuentran en la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, creada por su viuda en 1988. Nosotros hemos recogido solo un 5% de todos ellos. No tenía mucha literatura, la mayoría son libros de filosofía y religión", asegura Fernando Flores Maio, el encargado de esta publicación que cuenta con un prólogo de Kodama.
Entre todos los ejemplares elegidos, llama poderosamente la atención su fijación por la Biblia. "Era un agnóstico confeso pero en ella encontraba una fuentes de inspiración constante. Para Borges el más curioso de todos sus textos es el libro de Job, donde la obra, como él acentúa, 'se limita a ofrecernos espléndidas metáforas'".
Borges quería conseguir la felicidad y la encontraba primera en la lectura y luego en la escritura"
También era un apasionado de la filosofía. "El autor quería conseguir la felicidad y la encontraba primero en la lectura y luego en la escritura", añade. Algo que corrobora Kodama, que asegura que nunca se sintió satisfecho del todo con su obra. "Es a través de la lectura de los prólogos que escribió Borges a lo largo de su vida con los que no damos cuenta de la variedad de autores que le gustaba ir descubriendo. La mayoría era de origen inglés o norteamericano, aunque también encontramos de todas las nacionalidades. Entre ellos: Rudyard, Kipling, Donne, William Blake, Banchs, Dante, Kafka, Homero o Virgilio", añade su viuda.
Borges y Cortázar
No encontraremos, en esta publicación, autores contemporáneos al escritor argentino. "No leía nada nuevo, no le gustaba", asegura Kodama. "Yo era una apasionada de Cortázar y él le había hecho la cruz por sus ideas políticas y porque no leía a escritores jóvenes. En uno de nuestros viajes a Madrid, visitando el Museo del Prado, apareció ante nosotros un gigante. Le dije: 'Borges, es Cortázar'. Y antes de que pudiera responderme este se lanzó a darle un abrazo. Fue un momento muy emocionante y luego me dejó leerle alguno de sus libros".
En La biblioteca de Borges se muestran también las anotaciones realizadas por el autor para llamar la atención sobre algo que "le aportaba la posibilidad de reflexionar", y que a "todo el mundo" le "pueden aportar este interés". Entre ellas nos encontramos una en La Eneida: "Virgilio es nuestro amigo. Cuando Dante Alighieri hace de Virgilio su guía y el personaje más constante de la comedia, da perdurable forma estética a lo que sentimos y agradecemos todos los hombres". "Siempre se sintió más orgulloso de sus lecturas que de él mismo", añade su viuda que, quizás, fue su mayor crítica.
"La primera vez que supe de Borges fue con 10 años. Llegó a mi una revista con uno de sus cuentos y, aunque no entendí nada, me llenó por completo. Me impactó", afirma. Eran Las Ruinas Circulares, "el único libro que salvaría si tuviese que destruir toda su obra". "Yo le dije que El Aleph siempre me pareció banal y él me confesó que nunca había escrito nada con tanta intensidad como Las Ruinas".
Kodama no ha venido a España sólo ha presentar este libro. En La Térmica de Málaga se acaba de presentar Borges y Kodama: infinito encuentro, una selección de 51 fotografías que muestran la intimidad del autor a través de sus viajes con su última mujer. Además, en la muestra también se recogen imágenes de ambos sacadas por fotógrafos tan prestigiosos como Alicia D'Amico, Amanda Ortega o Eduardo Comesaña. También se proyecta la película de Borges: el eterno retorno (1999), dirigida por Patricia Enis y Fernando Flores, que esboza su visión de Argentina, sus paseos con Kodama, su pasión por libros, el tiempo y lo fantástico.
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