De los campos de algodón norteamericanos a emparentarse con la familia real británica. Meghan Markle, bisnieta de esclavos, actriz, feminista reivindicativa y divorciada, ya es duquesa de Sussex. Meghan Markle entró en la iglesia de San Jorge como plebeya y salió convertida en alteza real al contraer matrimonio con el príncipe Harry de Inglaterra, hijo de Carlos y Diana, sexto en la línea de sucesión al trono de Inglaterra. Pasada la una y media (una hora menos en las Islas Británicas), la pareja real se daba el sí en una ceremonia a la que asistieron más de 600 invitados.
La boda de Meghan y Harry se ha convertido en un rayo de luz en la gris Inglaterra del Brexit. Un enlace que pretende acercar la monarquía británica a las nuevas generaciones. Aunque en un principio la vetusta, antigua y arcaica sociedad británica no aceptó de buen grado el romance del hijo menor de Lady Di con una de las protagonistas de la serie canadiense Suits, la Inglaterra contraria al Brexit, la de los millenials, la Inglaterra en la que una de cada 10 parejas es interracial, esa estuvo desde el principio a muerte con ella.
La boda de Meghan y Harry pretende acercar la monarquía británica a las nuevas generaciones
Los ingleses no son muy dados a emocionarse con las personas, sólo se enternecen con los perros, los caballos y las bodas. Como muestra, los cuatro días que cientos de personas pasaron acampados frente al castillo de Windsor para asegurarse puesto de calidad y ser los primeros en ver a los recién estrenados duques de Sussex.
La boda real no tuvo el boato y el esplendor de la de su hermano William, eso sí, coincidió en romanticismo y solemnidad. A primera hora de la mañana comenzaron a llegar los invitados al castillo de Windsor. Lucieron más las estrellas de Hollywood que las testas coronadas europeas (que brillaron por su ausencia). George y Amal Clooney, David y Victoria Beckham, Elton John, James Blunt y su pareja Sofia Wellesley, Tom Hardy y su mujer Charlotte Riley, Ophra Winfrey, James Corden, el elenco completo de Suits, los deportistas Nacho Figueras y Serena Williams destacaron entre la familia real británica.
A la una menos cuarto (una hora menos en las islas), Harry y William, vestidos de uniforme, llegaban a pie al castillo de Windsor. Un momento emocionante que presagiaba todos los que estaban por llegar. Los hermanos caminaban solos hacia la que ha sido residencia de 39 reyes y el lugar donde están enterrados muchos monarcas británicos, entre ellos Enrique VIII. Un instante en el que resultaba inevitable no pensar en la fallecida Lady Di. Harry y William son los huérfanos del mundo. Su desamparo, su orfandad y su soledad despiertan el instinto maternal más profundo. Nada más entrar, como manda el protocolo, se despojaron de la teresiana para ser recibidos por el deán de Windsor.
Emocionados, cómplices y visiblemente nerviosos hicieron el paseíllo. Daban ganas de achucharlos. Harry, un pícaro pelirrojo de tonsura incipiente y de sonrisa eterna, no paraba de hablar con su hermano mientras esperaban a la novia. En esos minutos de tensa calma, llegó Carlos de Inglaterra acompañado de Camilla, su segunda mujer. Ella lucía un tocado rosa pastel inexplicable, un tocado de esos que se convierten en parapeto de los no agraciados, porque cuando llega sólo miras a la Pamela y te olvidas de su cara. Diez minutos después, Isabel II, la reina de Inglaterra, la reina más reina del mundo, se acercaba al castillo acompañada por su marido el príncipe de Edimburgo.
Con una puntualidad británica, detrás de los 92 y 97 años reales se desvelo el secreto mejor guardado. Precedida por 10 pajes, entre los que se encontraban los dos hijos mayores de Kate y William, llegó la novia luciendo un sencillo vestido de cuello barco y manga francesa diseñado por Clare Waight Kelle, directora artística de Givenchy. La tiara Filigree sujetaba un enorme velo en el que 53 personas diferentes habían bordado 53 flores que representaban los países de la Commonwealth.
La novia perfecta, impresionante de sencilla (habrá quien la critique por eso) dejó clara su marca. Caminó hacia el altar sola, valiente, bajo los acordes del introito cantado por el coro de la capilla de San Jorge. A la mitad de camino se le unió el príncipe de Gales. A Meghan Markel no la entregó nadie. Ella sola se basta y se sobra. Criada en una familia protestante, educada en un colegio católico, casada con un judío, ahora abraza la religión anglicana por amor.
El arzobispo Curry recordó en su sermón que “también los esclavos negros perdonaron para curar sus heridas"
Los novios permanecieron toda la ceremonia con las manos entrelazadas. Aunque el sí de Harry levantó risas entre los presentes, lo más destacado de la ceremonia fue el sermón del arzobispo Curry. Inmenso, se dirigió a los novios hablando sobre el poder del amor y recordando incluso que “también los esclavos negros perdonaron para curar sus heridas”.
En una ceremonia integradora, el momentazo, la gran sorpresa llegó con el coro gospel que interpretó Stand by me, cantando y bailando delante de la reina Isabel. Brutal la renovación que vive la realeza británica. Con toda la emoción llegó el momento de los votos clásicos de los novios y la entrega de anillos como símbolo de su amor.
La sorpresa llegó con el coro gospel que interpretó Stand by me, cantando y bailando delante de la reina Isabel
Al finalizar el enlace, la pareja realizó un paseo en el mismo carruaje de 1873 que utilizaron Kate y William en su boda. Harry y Meghan fueron recibidos entre vítores y aplausos por una multitud congregada en las calles de Windsor. La reina Isabel II fue la anfitriona del almuerzo y Carlos de Inglaterra organizó la fiesta nocturna en la mansión Frogmore que contó con los 200 convidados más selectos de la ceremonia.
Como anécdota, entre los invitados se encontraban dos ex del príncipe Harry, Cressida Bonas (2012-2014) y Chelsy Davy (2004-2011), las jóvenes que lo acompañaron durante su etapa díscola y con las que parece que mantiene una relación estupenda.
Cuentan que la pareja no ha firmado un contrato prenupcial. A pesar de que la boda ha despertado menos interés en los británicos que la de su hermano, la audiencia y la rentabilidad están aseguradas. Harry es el sexto en la línea de sucesión, su boda ha generado una atención social, más de 5.000 miembros de medios de comunicación británicos e internacionales han cubierto el enlace del hijo del príncipe Carlos y la fallecida Diana de Gales. Una boda que ha costado 30 millones de libras, pero que se espera que genere unos beneficios de 1.200 millones, parte de los cuales irán a las arcas de la corona británica.
La monarquía es un hecho incontestable en Reino Unido, el 65% de los consultados está a favor de mantener la institución frente a un 19% que apoyaría una república, lo que se ha conseguido con esta boda es acercarla a una nueva generación, que podría estar más despegada a la institución.
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