Nació en Portugal cuando António de Oliveira Salazar lo manejaba todo y se fue en cuanto su padre consiguió empaquetar décadas de vida y encontrar una mejor en Brasil. Artur Barrio tenía apenas diez años, por lo que su cabeza comenzó a tomar forma en un país que vivía entre la pobreza y el miedo, entre el hambre y la violencia. Calles sucias, casas de quita y pon y una sociedad reprimida supusieron para el portugués la influencia necesaria para desarrollar su trabajo.
Estudió Bellas Artes y tras pasar desapercibido durante algunos años, en 1969 su nombre empezó a gritarse. Barrio tiró desde el Museo de Arte Moderno y, además, dejó a lo largo de algunas calles empaquetados de sangre y otros residuos corporales. Parecían cadáveres y hasta que supieron que se trataba de arte a nadie pareció impactarle. "Introducir la carne y la sangre es salir de los contextos del arte. Quise mostrar la brutalidad del cuerpo contra el pensamiento y la libertad de expresión y crear una reflexión sobre 'el horror mentiroso' de cuando la gente se encontró los cuerpos", aseguraría Barrio.
Desde entonces, "las intervenciones en el espacio público y la búsqueda de un lugar de expresión al margen de las instituciones artísticas confluyen en Artur Barrio como un signo de resistencia que poetiza la vida cotidiana". Así lo explica João Fernández, comisario de la muestra Experiencias y situaciones, que se acaba de inaugurar en el Museo Reina Sofía y que recorre la trayectoria del artista que en 2011 se hizo con el Premio Velázquez de Artes Plásticas.
Barrio irrumpió en la escena artística brasileña a finales de 1960 cuando la tensión política iba creciendo. En 1964, tras un golpe de estado, los militares se hicieron con el poder y el estado se vio más reprimido que nunca. En ese contexto tan agresivo, Artur Barrio "supone una de las mayores rupturas en el Brasil de aquellos años. Acabó con los paradigmas estéticos tradicionales y redefinió las prácticas artísticas", asegura Fernández.
El artista luso-brasileño utiliza siempre materiales perecederos y precarios, "lo que los demás tiran a la basura", para realizar sus intervenciones, además de preparar lo que él denomina como "experiencias" y que realiza en galerías de arte o museos. "Durante un periodo determinado previo a la inauguración de las muestra convive con las dinámicas productivas de la institución, irrumpiendo y creando fricciones en la normalidad diaria. Recoge la idea de la inutilidad del arte para hablar de la inutilidad de la política del arte e invita a enfrentarse al sistema a partir de su obra que hace pensar en la experiencia en su propio tiempo y el espacio", añade.
Debido al carácter efímero de sus trabajos, Barrio utiliza la fotografía, el vídeo y el texto para documentar y registrar sus obras, lo que, según el director de la institución Manuel Borja-Villel "deja constancia de un poeta que aúna lo lírico y lo físico" y que "acaba por forzar el espacio" mediante una voluntad de "desestetizar cualquier elemento".
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