Ha estado años en las quinielas. Su nombre ha sonado con fuerza en varias de las ediciones del más prestigioso premio literario. Philip Roth (1933, Newark, Nueva Jersey), que ha muerto esta mañana a los 85 años de edad por insuficiencia cardíaca, ha sido el eterno candidato al Nobel de Literatura y ha fallecido sin recibir ese reconocimiento.
La primera vez que las encuestas lo pusieron entre uno de los más firmes candidatos fue en 2009. Un año después de que la Academia Sueca se viera engullida por la polémica. El entonces secretario, Horace Engdahl, declaró a una agencia de prensa que “Europa todavía es el centro literario del mundo” y acusó a los EEUU de ser una nación “demasiado aislada, demasiado insular”.
Los periódicos se hicieron eco enseguida de aquellas declaraciones y se pensó que al año siguiente el Nobel acabaría cruzando el océano como muestra de que la Academia no estaba sesgada. Roth sonó con más fuerza que nunca, los críticos le otorgaban el galardón de antemano y la repercusión de su obra acompañó a tanta efusividad. Pero el Nobel fue a parar a Herta Müller, de Rumanía, y todos sintieron que se lo habían robado al grande de la literatura estadounidense.
Murakami y Roth
Quizá, por eso, en 2010, Mario Vargas Llosa fue tan aplaudido. El latinoamericano, aunque con nacionalidad española, se alzó con el galardón, y la Academia dejó de lado la fama que se había ganado años anteriores. Ese año, el nombre de Roth ni se mencionó como candidato. Fue en 2012 cuando el estadounidense volvió a entrar en las quinielas y cuando el escritor chino Mo Yan consiguió el Nobel dejando atrás a Roth, a Murakami, a Amos Moz y al poeta Adonis. La Academia volvía a olvidar a Estados Unidos y lo hacía despreciando al más querido de sus escritores.
Un año más tarde, Joyce Carol Oates, y otra vez el japonés Haruki Murakami y Philip Roth dominaron los pronósticos. Parecía, que por fin, al incluir a otro estadounidense entre los posibles candidatos, Roth saldría vencedor. Pero Canadá se llevó el Nobel a casa con Alice Munro.
El nombre de Roth fue perdiendo fuerza, aunque, tres años más tarde, en 2016 volvió a sonar junto al otro eterno denostado por la Academia, Murakami. Fue ese año, cuando la Academia Sueca eligió a un estadounidense, a Bob Dylan, alejando aún más las posibilidades de Roth de ganarlo en las siguientes ediciones.
Pese a eso, su obra, que fue criticada por judíos y feministas, recibió la práctica totalidad de premios excepto el Nobel. Medalla de Oro 2001 de Narrativa, el más alto galardón que concede la Academia Norteamericana de las Artes y de las Letras, y Medalla Nacional de las Artes, obtuvo además el premio Man Booker International en 2011. Recibió el premio PEN/Faulkner Award por Operación Shylock (Operation Shylock: a confession 1993) y por La mancha humana y el premio PEN/Nabokov.
También obtuvo el National Book Award con El teatro de Sabbath (Sabbath's Theater 1995), el Premio Pulitzer de narrativa con Pastoral Americana y el prestigioso National Book Critics Circle Award con su novela Patrimonio (Patrimony: A True Story 1991). En el 2012, ganó en España el Premio Príncipe de Asturias tras imponerse en la última ronda de votaciones al japonés Haruki Murakami.
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