Cuántas luces dejaste encendidas, yo no sé cómo voy a apagarlas! Ojalá que te vaya bonito.
“No te mueras nunca”, le gritaban a María Dolores Pradera en todos sus recitales. “En eso estoy” contestaba siempre. Al final perdió la batalla. La gran dama de la canción ha fallecido este lunes en Madrid, a los 93 años. Peleó con la parca y, al final, como siempre, la dama de negro ganó la batalla.
Pradera nació en Madrid un 29 de agosto de 1924. De niña, cantaba en la ducha y los vecinos protestaban: “¡Esa radio!”, estas quejas animaron a la joven a dar el salto profesional. La voz de la canela, María Dolores Pradera, deja un legado inmenso. A lo largo de sus siete décadas sobre los escenarios, ha grabado más de 600 canciones, recogidas en 40 discos. Estaba convencida de que a pesar de vivir en fase de prórroga todavía le quedaban cosas por hacer. “Pero ya no me queda tiempo”, decía.
El óxido del tiempo se olvidó de ella. Su voz no envejeció nunca. Si existiera en España un caso de longevidad artística llevada con dignidad, el primer premio sería para María Dolores Pradera. Se dedicó a entrecruzar primaveras con inviernos, Semana Santas con Navidades sin perder ni un hálito de voz.
Ella confesaba que con el paso del tiempo la vida le divertía más que cuando era pequeña. No es para menos cuando con seis años ya te has convertido en inmigrante (su familia se trasladó a Chile) y con 12 sufres los desastres de una Guerra Civil. Aprendió a valorar la vida y a utilizar el sentido del humor como arma arrojadiza ante necios, ineptos e ignorantes.
No le gustaba hablar de sí misma, se definía como “pasional y metepatas”
No le gustaba hablar de sí misma, se definía como “pasional y metepatas”. Estaba convencida de que había mucha gente más interesante que ella. “En el caso de los artistas el egocentrismo es acusado”, solía decir.
Con una figura de fina estampa y su estela de gran dama de la canción, donde no llegaban sus palabras llegaban los gestos. Sus manos bailaban majestuosamente, era capaz de hablar con ellas, con delicados movimientos de cámara lenta. María Dolores Pradera llevaba la elegancia grabada en su ADN. Una distinción que no se aprende en ninguna escuela, sino que rezuma de manera inexplicable.
Antes de triunfar en la música lo hizo también en el cine. Su carrera artística comenzó en 1941 como extra en la película Porque te vi llorar, también actuó en teatro con versiones de La Celestina, Mariana Pineda o Fortunata y Jacinta. Fue en esa época cuando se topó con el gran Fernando Fernán Gómez , padre de sus dos hijos, Helena y Fernando. Se casó con él en 1945 y tras 12 años de matrimonio, en plena dictadura, cuando el divorcio no existía en este país, cuando las mujeres se quedaban atadas de pies y manos y se dedicaban a sus labores, le devolvió el rosario de su madre y se separó.
Con una figura de fina estampa y su estela de gran dama , donde no llegaban sus palabras llegaban los gestos
Acompañada por sus gemelos, cosechó grandes éxitos con su faceta de cantante y paseó palmito por los escenarios de medio mundo. Su repertorio fue la canción latinoamericana, en especial la de autores como Chabuca Granda (de la que aprendió Fina estampa y su inmortal La flor de la canela), Horacio Guaraní, Mercedes Sosa, Sánchez Ferlosio, Amancio Prada o Carlos Cano.
Entre sus innumerables galardones, la cantante recibió el Premio Nacional de Teatro, la Medalla de Oro de las Bellas Artes, la Encomienda de la Orden de Isabel la Católica, la medalla de Madrid al Mérito Artístico o la medalla de Oro de Madrid al Mérito Artístico y un Grammy a la Excelencia Artística por toda su carrera profesional en 2008.
Llegó a la edad de los nuncas. “Nunca me había dolido la cadera, nunca me había dolido la espalda” con aquella fina estampa de la canción que la inmortalizó.
A Carlos Cano le debía el triunfo de la segunda parte de su carrera. Él le ofreció su mano para volver a los escenarios en un momento muy complicado. “Estaba delicada, había sufrido una caída en el Palau de la música de Barcelona y tuve que retirarme por los vértigos... Me sentía fatal, era incapaz de cantar en público. Luis del Olmo me dio un homenaje en el mismo escenario de mis sufrimientos y allí canté con Carlos Cano. Fue un momento muy especial. Él acababa de salir de su problema de corazón y yo me sentía aterrorizada con mi tema. Nos dimos la mano, mejor dicho, Carlos me la dio a mí. Aquel día empezó todo”. Juntos se fueron de gira, pero al cantante granadino se le rompió de nuevo el corazón en el aire y no fue capaz de superarlo.
Su muerte fue todo un mazazo. “Era como un hijo para mí”. María la Portuguesa y las Habaneras de Cádiz se mantuvieron vivas durante años en su voz. María Dolores Pradera tenía el don de hacer suyas todas las canciones que interpretaba. Caló en el alma del pueblo a través de heredadas melodías tradicionales, esas que no mueren porque se aferran al subconsciente colectivo. Igual que ella.
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