El Teatro de La Abadía ridiculiza la política del (ex) Gobierno sobre los refugiados. De las 17.387 almas errantes que España se comprometió a acoger en 2015, sólo llegaron 1.212. Su tragedia ya no ocupa espacio en los medios de comunicación. ¿Quién se acuerda de Aylan? El 2 de septiembre de 2015 su cuerpo inerte en la orilla conmocionó al mundo. Los políticos utilizaron la convulsión popular para prometer medidas que nunca cumplieron. Han pasado casi tres años y el drama continúa. Que no tenga visibilidad en los medios de comunicación no significa que las heridas se hayan cerrado. El drama de los refugiados es una vena abierta por donde se desangra la humanidad. “Cada vez nos acordamos menos de los refugiados. Ya sea porque nos hemos acostumbrado, porque no nos interesa o porque desde la política prefieren que veamos otras cosas”. Ronal Brouwer, coordinador artístico del Teatro de La Abadía, tiene muy claro que una de las funciones del teatro es mostrar la realidad social. De ahí que, en el mes en el que se celebra el Día Mundial del refugiado, el Teatro de la Abadía acoja el ciclo Partir/Venir/Quedarse.
El drama de los refugiados es una vena abierta por donde se desangra la humanidad
Se trata de un programa que ofrece, hasta el 23 de junio, seis montajes de diferentes nacionalidades en los que se representarán las desgarradoras historias de emigrados, exiliados y refugiados a través de testimonios reales. “Son espectáculos muy diferentes en cuanto al lenguaje teatral y el enfoque, pero todos ellos con el mismo hilo conductor”, explica Brouwer.
"La idea surgió cuando estrenamos Incendios. En La Abadía llevamos una temporada trabajando con obras que pivotan entre las heridas de la Guerra Civil, la posguerra y la Transición con espectáculos como Unamuno: venceréis pero no convenceréis; Azaña, una pasión española y Tiempo de silencio. Este ciclo es la evolución lógica", añade.
La palabra puede curar. Eso no lo dice sólo la gente del teatro; la sanación por la palabra es la base del psicoanálisis. Las historias pueden ayudar a superar traumas, tanto para el que las narra como para el que las escucha. El teatro es un territorio que puede ayudar a las personas a superar miedos y dificultades, a expresar emociones y sentimientos.
“El teatro es entretenimiento, pero también es la disciplina artística que genera más empatía porque sucede en el presente”, recalca. "El título del ciclo Partir/Venir/Quedarse está formado por tres verbos que evocan decisiones muy distintas. De este modo, a través de los espectáculos se podrán apreciar perspectivas diferentes de esta problemática, con una vertiente política, de denuncia, pero también con cierto grado de poesía".
El título del ciclo Partir/Venir/Quedarse está formado por tres verbos que evocan decisiones muy distintas"
El ciclo arrancó el pasado 30 de mayo con la representación de Palabras, una historia que nació de la experiencia de Helena Tornero que, tras un viaje al campo de Nea Kavala al norte de Grecia, “recogió testimonios de los refugiados y los trenzó para construir una función en la que la dramaturgia no habla de los emigrantes sino que son sus propias palabras y sus experiencias las que protagonizan la obra”. En Palabras la dramaturgia se pone al servicio de la documentación. “Salimos conmocionados de la representación. Uno de los refugiados que consiguió salir de Grecia y ahora vive aquí estaba allí sentando escuchando su propio relato. Fue conmovedor”.
El segundo montaje, Avistamiento narra la llegada de un inmigrante a un país imaginario. Allí se topará de golpe con la soledad, la burocracia y la añoranza. El joven se encuentra solo en un mundo en el que la cultura es nueva y el lenguaje incomprensible. “Avistamiento es un montaje de una plasticidad bellísima. Basado en una novela plástica de Shaun Taun, evoca sin palabras un mundo onírico. Es el espectáculo más amable del ciclo, podría conectar muy bien con un público joven. No en vano es el único montaje del ciclo que no cuenta con una carga de denuncia o de tragedia real”.
La cuota histórica recae sobre el relato en el que bucea la directora y actriz israelita Naomi Yoeli . Del 6 al 8 de junio se subirá a las tablas de La Abadía para contar Buenas Nuevas, un relato, una perspectiva histórica que pulula por la experiencia de los judíos que huyeron de centroeuropa durante el auge del nazismo. Yoeli encontró en un armario las cartas que su abuelo se cruzaba con la familia cuando decidió huir del holocausto judío en Polonia. “Se trata de una obra muy personal e intimista. Cuatro actores leen las cartas y recrean las experiencias de una familia que fue exterminada en el holocausto. El abuelo desde su exilio les preguntaba siempre cómo estaban y ellos en las cartas disimulan para no contarle la verdad de lo que estaban sufriendo”, explica Brouwer.
El ciclo continuará con el estreno de Los invitados (15 y 16 de junio). Una pieza escénica sobre las migraciones nacida en forma de documental teatralizado “a partir de los testimonios de Emilia Kamvisi (85 años) y el pescador Stratis Valiamos ( 40 años), ambos nominados al nobel de la paz por su esfuerzo con los refugiados”. La imagen de la octogenaria dando un biberón a un bebé recién llegado a Lesbos dio la vuelta al mundo. Mientras, Stratis rescató a varios refugiados cuando estaban a punto de morir ahogados sin más ayuda que sus barcas y sus manos. “A partir de los testimonios de los protagonistas, Ricardo Maldonado ha ideado una performance que conecta este éxodo del siglo XXI con los flujos de emigración que sufrió España tras el desastre de la Guerra Civil”.
El teatro también acogerá Salon Kraus. Los últimos días de la humanidad el 19 de junio, en el que a través de las palabras del periodista austriaco Karl Kraus, se ofrece un testimonio satírico de la primera Guerra Mundial y se reflexiona sobre el papel que tiene el periodista en los conflictos bélicos. "Una obra aguda, llena de humor pero también de dolor", desvela Brouwer.
Por último, el ciclo se cerrará con Me llamo Suleimán, una adaptación teatral de la novela homónima escrita por Antonio Lozano que cuenta la historia de Suleimán, un niño que harto de la situación de pobreza que vive en Mali, decide marcharse a Europa. "Es una historia narrada desde la perspectiva de la policía que lo arresta, un testimonio desgarrador, muy duro y muy emocionante. La propuesta está acompañada por cerca de 25.000 láminas que acompañan el monólogo, los dibujos suavizan y hacen más llevadera la emoción del relato, aportan cierta ternura e inocencia", concluye Brouwer.
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