García Noblejas es la nomenclatura con que el 17 de julio de 1974 el entonces Príncipe Felipe inauguró una de las nuevas y anchas estaciones de la línea 7 de Metro de Madrid. Es uno de los nombres que hasta hace poco tambaleaban en el callejero, a partir de la aplicación de la Ley de Memoria Histórica por el Ayuntamiento. Sin embargo, la placa de Hermanos García Noblejas se mantiene después de que los juzgados hayan considerado que, en este caso, no aplica la normativa.
Sin embargo, lejos de la Ley de Memoria Histórica, el callejero de Metro ha visto bailar los nombres de sus estaciones una decena de ocasiones por avatares de lo más variado. La línea 1, por ser la más antigua, contó durante un corto periodo de tiempo con un pintor entre sus filas: Joaquín Sorolla, en la glorieta del mismo nombre.
Según recoge el libro 90 años de Metro de Madrid, el proyecto inicial bautizó la estación de Iglesia como Martínez Campos. Sin embargo nunca se llegó a colocar esa placa. La boca, situada al pie de la parroquia de Santa Teresa y Santa Isabel, templo erigido por cuestación popular con el patrocinio del gobierno y de la propia Isabel II en 1856. En 1932, el gobierno de la República le dio el nombre de Sorolla. Tras la Guerra Civil, volvió a ser Iglesia.
"Queremos dejar claro que [nuestra petición] no tiene ningún caracter político ni religioso", señala el tataranieto del pintor, Luis González-Almarza. "Cuando se dio nombre a la estación ya había fallecido y no tenía ninguna filiación política".
Junto a su hermana María, han creado la web metro-sorolla.org, para recabar apoyos. También se ha presentado una propuesta en la web municipal decide.madrid.es, pese a que la decisión del cambio corresponde a la Comunidad de Madrid.
De Metropolitano al Estadio Metropolitano
De un pintor sin estación, a una estación sin estadio. Metropolitano, de la línea 6, rinde homenaje justamente al Estadio Metropolitano del Atlético de Madrid, pero no el actual, sino el que fue inaugurado en 1923. Su nombre, sin embargo, tiene que ver con Metro. Lo toma de la colonia de viviendas promovida por la compañía del Metropolitano de Madrid.
Devastado por los bombardeos durante la Guerra Civil, se reconstruyó en 1942. En 1966, en una gigantesca operación inmobiliaria, se vendieron los terrenos para construir los actuales bloques residenciales y de oficinas. El Atlético de Madrid se trasladó al Manzanares y la estación quedó como recuerdo. Ahora, la marca está casi duplicada, tras el cambio de nombre de estación de Estadio Olímpico (lejos quedó el sueño de los Juegos) por Estadio Metropolitano, promovido y financiado parcialmente por el club rojiblanco.
En el caso de Sorolla, los descendientes que promueven el cambio reconocen estar "tratando de buscar alguna colaboración con alguna fundación que pudiera estar interesada", para podar aportar al gasto. Fuentes de Metro, que no precisan el coste exacto, sí recuerdan que no sólo habría que contar el importe de la cartelería, sino la impresión de planos, grabación y sustitución de megafonía y cambio en servidores de datos.
El fútbol también se coló en la estación de Lima, que desapareció en 1997 para llamarse Santiago Bernabéu, en la misma plaza, por razones obvias. En este caso, no sólo cambió su denominación. Cambió su línea: de rosa a azul oscuro, de línea 8 a línea 10.
L10, la línea que cambió entera de nombre y número
La línea 10 de Metro hoy atraviesa Madrid de norte a sur. De Sanse a Alcorcón. Pero cuando fue inaugurada en 1966 no era sino el Ferrocarril Suburbano de Carabanchel (FSC). Estaba explotado por una empresa estatal, a diferencia del Metro, que por aquel tiempo era de explotación privada. Partían sus coches, similares a los de FEVE, de Plaza de España.
Allí, a una profundidad equivalente a un edificio de diez plantas, se construyeron las escalaras mecánicas más largas de Europa. Esa es la razón de que hoy una parte de la L10 sea aérea.
Hay una curiosidad añadida. La actual línea se prolonga, a partir de Tres Olivos, en lo que se denomina Metronorte. La cartelería deja, sin embargo, entrever un color turquesa bajo la cinta azul oscuro que representa a la 10. En realidad, ese tramo iba a ser la línea 14 de metro y, de hecho, bajo esos rótulos en realidad figura ese número. Se decidió finalmente mantener el color y número 10 a la espera de que se acometiese otra línea desde Chamartín que conectase con los desarrollos de la operación Castellana Norte en lo que sería la ampliación de la L10, de manera que la L14 partiría de Chamartín hacia Alcobendas y San Sebastián de los Reyes, como ocurre ahora. Nunca se ejecutó. Por cierto que, como se puede comprobar, en aquellos borradores no se contempló nunca la existencia de línea 13 alguna, ya que la última construida es la 12, Metrosur.
Progreso, José Antonio, Banco...
La historia de España quedó marcada en la Avenida de José Antonio, que no era otra que un tramo de la Gran Vía. Justo ahí, en La Red de San Luis, se erigía un templete que desde 1970 está en la localidad gallega de O Porriño, lugar de nacimiento de su arquitecto. En el proyecto original la estación se llamaba justamente Red de San Luis.
Poco después, en 1921, se inauguró la estación de Progreso. Tras la Guerra Civil pasó a ser Tirso de Molina. Como curiosidad, los restos de los frailes del convento que había en la actual plaza se encuentran detrás de las paredes de la estación.
Son nombres que han ido variando por razones histórico-políticas o por ajustarse mejor al callejero. En tiempos más recientes ocurrión con la estación de Banco que, para precisar, pasó a ser Banco de España. U Hospital del Norte, en San Sebastián de los Reyes, que pasó a ser Hospital Infanta Sofía, cuando el centro sanitario cambió de nombre. Metro, que no se cierra a futuros cambios, sí reconoce que convendría hacerlos de una vez, justamente para optimizar la inversión. Quizás ahí Sorolla se pueda subir a ese tren.
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