"La gente no entiende los graffitis porque piensa que no tiene sentido que algo exista a menos que dé un beneficio". Banksy siempre lo ha tenido claro. Lleva toda la vida denunciando la injusticia parapetado tras el anonimato. Su arte callejero rezuma rabia, impotencia y solidaridad. Vándalo o artista, la contemplación de sus obras no deja a nadie inmune. Le odian y le adoran a partes iguales. Aquellos que aborrecen el arte callejero no pagarían un duro por sus obras. En el otro extremo del ring, los que se han dejado seducir por sus quejidos empapelan su vida con las obras de Banksy o atrapan imágenes de las calles con sus móviles para que el arte del graffiti, que nació para ser efímero, alcance la inmortalidad.
Banksy ha regresado. Lo ha vuelto a hacer, ha decorado los muros de París. La capital de Francia amaneció hace días con ocho nuevos graffitts que se atribuyen al artista británico de identidad desconocida, aunque haya quienes se haya atrevido a atribuírsela al cantante de Massive Attack.
A pesar de que los graffitis están sin firmar, todo apunta a que son obra del engimático artista. El estilo y su mensaje contestatario desde el anonimato refuerzan la teoría. Además, Banksy ha subido varias de las imágenes a su cuenta oficial de Instagram. En las nuevas obras del artista callejero la injusticia de la inmigración le sirve como hilo conductor. Entre todos, destaca la imagen de una niña afroamericana que pretende tapar una esvástica con flores rosas.
Sostiene la cadena BFM TV que esta primera obra fue realizada el pasado 20 de junio, fecha en la que se celebra el Día Mundial del Refugiado. Para colmo, el dibujo fue destrozado a las pocas horas con una esvástiva azul.
Parece que la segunda pintura surgió cerca de la Sorbona. En ella se puede ver a un hombre que da de comer a un perro al que acaba de amputarle la pierna. El artista ha elegido los barrios parisinos más afectados por el drama de la inmigración, los distritos XVIII y el XIX, en el norte de la ciudad, para plasmar su particular y sutil visión del problema de la migración.
No se ha olvidado de los atentados terroristas y ha decorado la puerta de emergencia de la discoteca Bataclan, el escenario de la mayor matanza de los atentados del 13 de noviembre de 2015 en los que murieron 130 personas, con una joven de semblante triste. Una obra que despierta la curiosidad de parisinos y turistas.
Además de llenar la ciudad de ratas, animal que puede ser considerado como su particular firma, Banksy ha reinterpretado en un muro de un bloque de viviendas sociales el cuadro de Jacques-Louis David, Bonaparte cruzando el Gran San Bernardo. El emperador aparece cubierto con un velo rojo que recuerda mucho al Islam.
Los lamentos de Banksy rezuman por todo el mundo. En el muro de la vergüenza, el artista fue capaz de abrir un agujero desde el que se vislumbra la paz y la felicidad. "Una pared ha sido siempre el mejor sitio para publicar tu trabajo". El conjunto de piezas que surgieron en el muro de Cisjordania representan a todos los niños atrapados por el conflicto entre israelíes y palestinos y a su anhelo de vivir en libertad.
"Las personas que realmente ensucian nuestros vecindarios son las empresas que colocan eslóganes gigantes en edificios y autobuses intentando que nos sintamos unos inadaptados si no compramos su mercancía".
Ni Disney ni McDonalds se han salvado de la rabia de Banksy. Su lucha contra la violencia le llevó a realizar este montaje en el que aunó a Kim Phuc, la niña del Napalm que en su día sobrecogió al mundo por el sinsentido de la guerra, con los iconos de dos grandes marcas norteamericanas.
"Algunas personas se hacen policías porque quieren hacer del mundo un sitio mejor. Algunas personas se hacen vándalos porque quieren hacer del mundo un sitio más bonito". El antibelicismo de Banksy es un recurrente en toda su obra.
"Se necesita mucho valor para levantarse anónimamente en una democracia occidental y pedir cosas en las que nadie más cree como la paz, la justicia y la libertad".
"En una encuesta reciente a los hombres de Estados Unidos se concluyó que el 42% tenían sobrepeso, el 34% eran obesos críticos y el 8% se comió la encuesta". Esta pieza realizada en Los Ángeles surge como un sutil recordatorio de nuestra naturaleza humana, y de esas cosas que hemos adoptado que no son tan naturales. "Tan esquizofrénico es ver al hombre de atapuerca con comida rápida como que consumamos grasas transgénicas y comida que no sabemos ni de dónde viene".
"Imagina una ciudad donde el graffiti no sea ilegal, una ciudad donde todo el mundo pueda dibujar lo que quiera. Donde cada calle esté llena de un millón de colores y pequeñas frases. Donde esperar en una parada de autobús nunca sea aburrido. Una ciudad que se sienta como una fiesta a la que todo el mundo esté invitado, no sólo los agentes inmobiliarios y los magnates de los grandes negocios. Imagina una ciudad así y deja de apoyarte en la pared, está húmeda".
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