España está fuera del Mundial de Rusia. Los fallos de Koke y de Iago Aspas en la tanda de penaltis contra el anfitrión han mandado a casa al equipo español que, pese a dominar el encuentro de octavos de final, cierra su participación con un sonoro fracaso.
Los motivos de este mal resultado no hay que buscarlos en los lanzamientos marrados por el centrocampista del Atlético o el delantero del Celta. No se puede negar la influencia en el resultado final que han tenido esos tiros desde los 11 metros, pero el gran problema de España no fue ese.
Alrededor del cuartel general de la Selección en Krasnodar han flotado muchas polémicas, la mayoría extradeportivas ya que el grueso del equipo no ha cambiado demasiado. Es cierto que Fernando Hierro, técnico de circunstancias por aquello de que ya estaba en Rusia, tiene su dosis de responsabilidad, pero más allá de cambios individuales aquí y allá, existía un consenso en el once que disponía sobre el césped.
Han existido un puñado de razones deportivas por las que España ha quedado eliminada del Mundial, con un juego en el que no se ha apreciado mejoría desde el empate en el debut contra Portugal, donde si que se vieron algunos destellos.
Nulo ritmo
España ha convertido los partidos en una sucesión de pases horizontales sin ritmo, velocidad ni tensión. Los jugadores se agarraron al toque como quien se aferra a un recuerdo, el de aquél equipo ganador que defendía con la pelota.
Sin embargo, las diferencias son notables. Por entonces, en los años gloriosos, los pases entre los centrales se alternaban con penetraciones de laterales largos, como Jordi Alba, y envíos filtrados entre líneas. Nada de eso se ha visto en Rusia.
Jugadores como Koke, Nacho o Busquets buscaban una y otra vez pases horizontales, con los agradecimientos de los muchos defensas contrarios. La teoría de mover el balón de un lado a otro para encontrar una grieta en el sistema defensivo está muy bien, pero cuando lo haces tan lento que los rivales basculan andando, estas muerto.
Y así fueron pasando los minutos, sin solución de ningún tipo. Desde el banquillo Hierro pedía calma. ¿Más? Con 10 jugadores en campo rival, nadie la pedía al espacio (no había muchos, es cierto) y todo el mundo miraba al de al lado. Más allá de Isco, el mejor de largo tanto en calidad como en actitud, no había nada.
Es imposible ganarle a nadie andando. Decía Sergio Ramos al final del encuentro que los jugadores lo han dado todo y que "no se nos puede pedir más". Sí, se puede y se debe pedir mucho más que sobar la bola sin ninguna intención de hacer daño al contrario.
Falta de ideas
Irán, Marruecos y Rusia. Tres equipos, tres partidos y un mismo planteamiento. Como a Hierro y al equipo técnico de la Federación se le supone un alto nivel de conocimiento futbolístico, debemos asumir que se han dado cuenta de que las tres selecciones plantaron el autobús y buscaron balones a un delantero tanque descolgado para, a partir de ahí, ver que rascaban.
Contra los persas nos salvó un fuera de juego tardío y un rebote en la rodilla de Diego Costa, contra nuestros vecinos del Sur, Iago Aspas en el descuento gracias al VAR y, por desgracia, contra Rusia no hubo milagro.
Cabría suponer que tras años de ver como Real Madrid, Barcelona o Atlético, además de por supuesto la Selección, se encuentran con sistemas defensivos por acumulación con hasta 10 rivales por detrás de la pelota, alguien habría desarrollado el más mínimo concepto de cómo atacar. Es obvio que si algún técnico lo ha conseguido no estaba en el banquillo del Luzhniki.
Laterales, pases entre líneas, disparos desde fuera del área, algún centro a Diego Costa... nada, ninguna alternativa. Queríamos entrar dando pases hasta la línea de gol y está demostrado que eso no funciona siempre.
La solución no pasaba por tirar centros al área una y otra vez, porque Rodrigo o Aspas no juegan a eso. Pero sí por adaptarse a los efectivos que tienes en cancha. Ambos juegan de segundo punta con un delantero de referencia -Zaza en el Valencia, Maxi Gómez en el Celta-, pero entraban al campo dando el relevo a Diego Costa, el único punta capaz de fijar a los centrales que había en el plantel. Difícil de entender.
"No creo que haya ausencia de ocasiones. Los Mundiales son complejos", contaba Hierro tras el partido. No se puede referir al partido contra Rusia, desde luego, porque más allá de algún fogonazo de Aspas y Rodrigo, no ha habido absolutamente nada.
Jugadores lejos de su mejor nivel
Es obvio que la mejor generación del fútbol español ha firmado su último gran campeonato. Busquets, Piqué, Iniesta o Silva jugaron papeles fundamentales en los triunfos en las Eurocopas y en el Mundial de Sudáfrica, pero han llegado con lo justo a tierras rusas.
Iniesta ni siquiera ha sido titular en este último partido, con su marcha a Japón para disfrutar de la última fase de su carrera ya firmada. Silva, que ha tenido una temporada complicada por motivos personales, no ha aparecido, ha sido una sombra de lo que es.
El papelón para Busquets ha sido el más difícil, con muchos metros por defender y poca ayuda cuando Koke no estaba sobre el terreno de juego. Hasta él admitió que necesita un aliado para cubrir terreno, todavía añorando a Xabi Alonso.
El resto de jugadores más jóvenes tampoco han encontrado el punto de forma que hace falta para llegar lejos en un Mundial. Los hay a los que todavía les falta cocción, como a Asensio, y otros a los que la ausencia de oportunidades (Iago Aspas) no les ha permitido desarrollar lo que han insinuado en los pocos instantes que les ha dado Hierro.
Con todo eso, y pese a que está siendo un campeonato con poco dominio de las grandes estrellas más allá del recital de Mbappé, quedaba Isco. Desde fuera daba la sensación de que es algo que sabían los jugadores, y también el malagueño, y le buscaban en todo momento.
Intentó echarse el equipo a la espalda y lo hizo hasta que le sostuvieron las fuerzas, después de haber disputado los tres partidos de la fase de grupos. Con 55 partidos en las piernas en la temporada, bastante aguanto el jugador del Real Madrid.
¿Ahora que?
A España le espera ahora un vía crucis en el que primero tendrá que encontrarse a sí misma. El cambio generacional va a ser obligado -Iniesta o Piqué han afirmado que no volverán a vestir la camiseta de España, y no sería extraño que alguno más también se retirara- y habrá que encontrar nuevas referencias.
La primera, en el banquillo. "Ha sido y es un placer entrenar a este equipo", decía Hierro de forma enigmática. El cargo le llegó de rebote tras el despido de Lopetegui y no sería de extrañar que evitara quedarse al mando ahora que las cosas no pintan demasiado bien.
¿A quién recurrirá Rubiales? Tendrá que ser alguien que cuente con el beneplácito de los pesos pesados y cuya forma de ver el fútbol pueda ayudar a evolucionar a una Selección que aún vive en 2012, esperando a ver si aparece David Villa a salvar los muebles.
También hay jugadores que tienen que decidir si de verdad quieren formar parte del núcleo que tira del carro. De Gea, Carvajal, Saúl (horrible la falta de oportunidades que ha tenido), Asensio e Isco tienen que ser algunos de los que tomen las riendas de la Selección, acompañados por un Sergio Ramos que seguro que seguirá todavía algunos años más.
Al presidente de la Federación, Luis Rubiales, le toca ahora no dejarse llevar por el pánico y tener la cabeza fría. ¿Qué necesita este equipo? Un líder en el banquillo y una idea de juego que sea algo más que sumar cientos de pases irrelevantes porque, está visto, así no le ganas ni a Rusia.
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