A medio camino entre la guía de viaje y los Paseos por Roma de Stendhal, el Viaje al corazón de España (Arzalia) de Fernando García de Cortázar es lo que promete: un salvoconducto para sobrevivir al turismo de masas y disfrutar de las maravillas de España.
Deudor de la experiencia de los grandes viajeros del pasado, es una inmersión en las raíces visibles de España. El viaje de de Cortázar es el fruto de una largo camino personal y profesional por España, iniciado en la infancia del autor (el libro está dedicado a su padre) y continuado a lo largo de toda una vida enfocada al estudio de la historia desde su cátedra en la Universidad de Deusto.
El libro combina mapas, dibujos y reseñas de lugares imprescindibles
Esta “descripción sentimental de las provincias” -así la define el autor- es al mismo tiempo vértice y resumen de una vida consagrada al amor para España, su arte y su cultura. Después de Breve historia de España e Historia de España desde el arte (que le valió el Premio Nacional de Historia en 2008), el Viaje al Corazón de España es un producto de síntesis entre geografía e historia destinado a quien está dispuesto a aprender andando, a conocer de más allá de los libros; al viaje como debería ser.
La elegante factura del libro combina mapas, dibujos y reseña de lugares imprescindibles. Incluye un plano desplegable de la península. No se trata de un volumen de bolsillo. Al revés, es un texto que apetece consultar antes de cerrar la maleta, para decidir dónde ir. En apenas mil páginas pasa en reseña, con precisión enciclopédica, no solo los hechos de la historia artística y cultural de España, sino también las “sugerencias de viaje”, las impresiones y los sentimientos, del caminante atento.
Hay páginas que son una crítica feroz a la turistificación y la vulgarización que ha convertido los vestigios del pasado en tiendas de recuerdos y franquicias. Pero también, como toda buena guía, sugiere paseos poco conocidos, qué temporada y a qué hora es la mejor para entrar en sintonía con el genius loci, el espíritu del lugar.
Desde Huelva a Melilla, el viaje de Cortázar es también fruto del tiempo convulso que vive España, lacerado por el órdago de los independentista en Cataluña. Para el autor es importante reafirmar la unidad profunda de un País que ha labrado su destino unido desde siglos.
En su recorrido, como es obvio, tienen protagonismo las "maravillas" de España. Desde la Sagrada Familia a la Torre del Oro de Sevilla, los monumentos están liberados de la vulgarización turística y enmarcados en su contexto cultural y literario. García Lorca, Unamuno, Alberti, el periodista Chaves Nogales son los Cicerones a los que de Cortázar deja la palabra para describir lo que el visitante verá.
En todo viaje hay un tiempo dedicado a la gastronomía. En el Viaje al Corazón de España se convierte en ocasión para volver a la literatura. Como en el desglose de las tiendas de la Plaza de Santa Ana en Madrid, con su Cervecería Alemana donde Ernest Hemingway tomaba notas y Valle-Inclán se paraba antes del estreno de Divinas Palabras en el Teatro Español, que también se encuentra en la misma plaza.
El jamón "de Gijuelo", la cecina "de León", se convierten en una metáfora para hablar de la relación "de derrota y gloria" entre campo y ciudad, profundamente transformado por la llegada del AVE.
No faltan los apuntes al margen, los símbolos del presente que serán monumentos mañana, como la Ciudad financiera del Banco Santander en Boadilla del Monte. Lugares que probablemente a día de hoy no merezca la pena visitar pero que el viajero tiene que conocer.
Los monumentos están liberado de la vulgarización turística y enmarcados en su contexto cultural
Pero como la historia es mucho más que un recuento de glorias y maravillas, en las páginas del libro de Cortázar hay sitio también para los lugares del dolor: el atentado del 11M en Atocha o la Plaza de la Cruz Verde en Madrid, donde un coche bomba de ETA mató cinco personas en 1992. O una Barcelona que en opinión del autor, ha pasado del "cosmopolitismo" de los años setenta a convertirse en una "aldea perdida en un bucle melancólico".
En conversaciones con El Independiente, lamenta Cortázar que el Estado durante mucho tiempo haya dado las espaldas a la valorización del patrimonio cultural, dejando a las administraciones periféricas, en particular a las comunidades autónomas, el cargo de valorizar el patrimonio histórico. El resultado es la idea reduccionista de “turismo rural”, totalmente insuficiente e irrespetuoso con el alcance de la herencia cultural española, el segundo país por patrimonio histórico después de Italia.
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