Son el alma del verano, lugares de paso obligado en el programa playero. Desde el clásico de toda la vida hasta su versión más ‘cool’, nada hay como estos refugios a la sombra en los que materializar el sueño de una cerveza bien fría. Larga vida a este invento mediterráneo que permite comer en bañador.
Quioscos sombreados con vistas al mar, trincheras donde dar tregua a la invasión de la arena, escenarios por los que desfilan arroces, pescaíto y tinto de verano. Imposible entender una jornada playera sin el paso por estos chiringuitos alegres y despreocupados, que están en el ADN de las vacaciones.
Hay una atracción irresistible hacia su promesa de trago fresco, su perezosa cadencia de pies descalzos y bañador mojado, justo en las horas en que el sol más aprieta o al caer la tarde, refrescado ya el ambiente por la brisa marina. También la hay hacia esas delicias que contentan el estómago entre chapuzón y chapuzón. Porque aunque muchas veces estos bares a pie de mar son territorio de guiris hambrientos, la tendencia es que se vayan erigiendo en exquisitos templos gastronómicos. La prueba es que ya hay uno (Casa Manolo, en la playa de Daimús cercana a Gandía) que hasta goza de estrella Michelín.
Orígenes cubanos
Nada que ver con sus orígenes, allá por 1913, cuando nació el primero de esta especie en la solitaria playa de Sitges, entonces un pueblo de pescadores a media hora de Barcelona. Eran los tiempos de esplendor para los indianos, aquellos emigrantes españoles que retornaban ricos de América una vez finalizada la colonia. En concreto de Cuba, de donde procede precisamente la palabra chiringuito.
Allende los mares, en esta isla caribeña tapizada de plantaciones de caña de azúcar, los campesinos interrumpían sus jornadas de trabajo para tomar una suerte de café: el que preparaban presionando una media para extraer un delgado chorro al que llamaban chiringo. Un café que hacían en quioscos improvisados, levantados con cañas y hojas de cocoteros. «Vamos al chiringuito», acabaron diciendo en su práctica diaria, para designar a estos lugares en los que, a sorbo de chiringo, disfrutaban de su descanso.
Así, hay quien cuenta que uno de estos emigrados regresó a la localidad catalana y, con la fortuna amasada, se dispuso a abrir un bar. Y entonces lo llamó Chiringuito en homenaje a este simpático recuerdo de su larga estancia en la isla. Fue el primero de España y el que acabaría dando nombre a estos establecimientos situados al borde de la playa.
Convertido en ‘hit’
Mucho tiempo después, el concepto se mantiene, aunque con ciertas variaciones. En lo gastronómico, como decíamos, pero también en lo estético: aquellos merenderos de estructuras precarias construidos con tablas de madera conviven ahora con auténticos alardes de diseño que exhiben una decoración vanguardista.
Clásicos o contemporáneos, hippies o sofisticados, diurnos o nocturnos, los chiringuitos son el alma del periodo estival, como bien puso de manifiesto Georgie Dann en su pegadiza canción del verano de 1988. Un tema que, curiosamente, confesó haber escrito a raíz del intento frustrado de zamparse unas sardinas en Málaga, debido a que la Ley de Costas los había cerrado a cal y canto.
Afortunadamente, hoy para comer, para tomar un cóctel en la puesta de sol o para acabar bailando hasta la madrugada, existen miles de chiringuitos desperdigados por nuestra geografía. Estos son algunos de los que no hay que perderse este verano:
EL TXIRINGUITO DE ARRIGUNAGA (Getxo, País Vasco)
Con un entorno privilegiado, este local de madera es perfecto para disfrutar de una carta honesta y sin pretensiones (ensaladas, hamburguesas, bocatas y sándwiches), degustar un café o paladear una copa de vino sobre la misma arena. Pero sobre todo es ideal para admirar unas sangrientas puestas de sol, ambientadas con música en directo.
PLAYA CHICA (La Manga, Murcia)
Es el típico chiringuito mediterráneo, como se define a sí mismo. Tiene forma de cabaña de madera y está situado en una lengua de arena, a pocos pasos de la orilla. Se distingue por el trato familiar, muy de andar por casa, y por su cocina fresca y rica, como mandan los cánones murcianos. Cocina en la que no faltan las típicas sardinas que tan bien maridan con la playa.
CALA SA NAU (Mallorca)
Escondido en una idílica cala dotada de sombrillas de paja y hamacas de madera, goza de un ambiente desenfadado, se diría que incluso tropical. Abierto desde la hora del desayuno hasta la de la cena, su repertorio culinario, siempre con ingredientes locales, es de lo más amplio y variado, aunque destacan las verduras, el pescado y la paella.
LA PLAYA LUANCO (Luanco, Asturias)
Una reforma integral a lo que había sido un merendero popular dio como resultado este espacio de diseño, a pie de playa (eso sí), pero en una versión sofisticada de lo que entendemos por chiringuito. Aquí todo está cuidado al detalle: la música, la luz, la vajilla y la decoración que juega con el azul, los peces y el mar. Ofrece hasta un brunch para subrayar su toque alternativo.
LA MÁS BONITA (Valencia)
Aires puramente mediterráneos son los que se respiran en este chiringuito blanquiazul, que es la versión playera de un famoso restaurante homónimo. Aquí, sobre la arena de La Patacona, sus refrescos, licuados y frapés saben mucho mejor. Especialmente si se toman en sus cómodas tumbonas o puffs, con vista al mar infinito.
AQUÍ TE QUIERO VER (Marbella, Málaga)
Punto de encuentro de un público variopinto que incluye a familias locales y extranjeros glamourosos, este chiringuito tiene el privilegio de sumar más de 40 años frente a las idílicas aguas de una de las playas más bonitas de Marbella. Se abrió en 1977 y hoy es una referencia para comer excepcionales mariscos y pescados frescos.
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