Luka Doncic ha desatado la locura desde su llegada a Dallas Mavericks. El jugador formado en el Real Madrid aterrizó en la franquicia texana vía Atlanta Hawks tras un traspaso en la noche del draft que, con total seguridad, ha cambiado el rumbo de un equipo que llevaba unos cuantos años abonado a la mediocridad.
Porque Doncic es un excelente jugador de baloncesto. Si no pasa nada raro será Novato del Año, el segundo europeo tras Pau Gasol, y todo apunta a que en unos años se instalará en la constelación de estrellas que conviven en la NBA todas las noches.
Sin embargo, la euforia que provocan sus actuaciones partido tras partido es desmedida. Doncic tiene un enorme potencial, pero todavía no ha hecho nada para ganarse el estatus de leyenda, de superestrella o de All Star que ya se le otorga desde muchos medios españoles. Y así lo dicen los números, más allá de las sensaciones subjetivas que pueda despertar su juego.
Por supuesto, todo lo que hace el joven esloveno está dentro del contexto de su equipo. Dallas Mavericks tiene un buen entrenador, Rick Carlisle, y un par de jugadores aprovechables, pero es un plantel que adolece de talento. Luka Doncic es el mejor de su equipo y ejerce como tal desde que su técnico le entregó las riendas a sabiendas de que es el único que puede manejarlas.
A 28 de diciembre, los Dallas Mavericks ocupan la décima posición de la salvaje Conferencia Oeste, con un récord de 16 victorias y 17 derrotas, unos números excelentes teniendo en cuenta el talento de una plantilla que no da para entrar en Playoffs y que necesita retoques urgentes. Eso tiene su influencia en los números del lampiño base, pero dado su estatus cabría esperar unos guarismos algo mejores de los que ha registrado en estos primeros 33 partidos.
El contexto lo es todo
Hace unas semanas circulaba en redes sociales un gráfico que comparaba los números de Doncic y de LeBron James en su debut en la NBA. Eran francamente similares, dando armas a aquellos que tenían la osadía de siquiera plantear que ambos jugadores son mínimamente comparables.
Sí, Doncic promediaba, cuando se publicaba esa imagen, 19 puntos por partido, frente a los 21 de James. También presentaba mejores porcentajes en tiros de dos y de tres, y reboteaba más aunque daba una asistencia menos por noche. Como decíamos, todo igualado.
El problema surge cuando se le aplica el contexto a estos números. Cuando LeBron James debutó en la liga, elegido número 1 del draft del año 2003 por Cleveland Cavaliers y procedente del instituto, la NBA ni se parecía a lo que es ahora. Por entonces, los equipos promediaban 93,4 puntos por partido con un ritmo de juego que les hacía disponer de 90,1 posesiones.
Hoy, Luka Doncic, número cinco del draft, habita en una competición en la que cada equipo anota 110,2 tantos y se juega a 99,6 posesiones por equipo. ¿Eso que quiere decir? Hay más puntos para anotar, más tiros para tirar y, como consecuencia, muchas más asistencias y rebotes para engordar las estadísticas.
Para un jugador que es la piedra angular, y casi única, sobre la que está construido un proyecto, rellenar las casillas de la hoja de anotadores es mucho más fácil. Y eso, esa tabla que comparaba a uno de los dos mejores jugadores de la historia y a un excelente jugador, como es Doncic, no lo reflejaba.
Números en caída libre
Una vez aislados, los números de Luka Doncic muestran que su rendimiento ha ido cayendo en los dos meses y medio de competición que ya se han disputado. El base esloveno arrancó octubre tirando bien, jugando mucho y teniendo un protagonismo adecuado para su rol.
En esos primeros compases del curso, Doncic estaba en un correcto 45,8% en tiros de dos, anotaba el 40% de sus triples -un excelente dato- y jugaba casi 35 minutos por noche. Estos guarismos mostraban signos de enfriamiento en noviembre, el primer mes completo de competición, en el que se quedaron en un 43,3% para los lanzamientos de dos, un 36,8% en triples y su tiempo sobre el parqué bajó hasta los 32,1 minutos.
Podría haber sido una anomalía, producto de la normal adaptación a la liga y de todo lo que supone jugar cada dos noches con extenuantes viajes de por medio. Sin embargo, en diciembre el agujero se hizo mayor. El porcentaje en tiros se estancó en el 40,6%, con los triples en un alarmante 30,4%, todo ello en un minuto menos en pista que en el mes anterior.
Doncic -un excelente jugador, por si no queda claro- apenas consiguió anotar al menos la mitad de sus tiros en 12 de los primeros 32 partidos que jugó, siendo los lanzamientos a tabla su arma más efectiva, pues anota dos de cada tres, aunque no deja de ser un recurso en su juego y no una de sus principales armas.
En cuanto a la capacidad para anotar los tiros, Doncic apenas encesta el 39,5% de sus tiros en suspensión, los más comunes en un partido de baloncesto. Además, ha conseguido acabar con éxito 49 de las 93 bandejas que ha intentado, si bien es cierto que gran parte de ellas han sido en penetraciones en las que se veía obligado a superar a un defensor.
El base esloveno anota 19 puntos por noche, una estadística en la que sí que ha conseguido mantener una estabilidad notable. Sin embargo, con el paso de los partidos ha cambiado mucho la forma en la que consigue anotar para su equipo.
Ahora, quizás por la experiencia que ha ido cogiendo y por su mejor gestión del juego, saca mucho más partido de los tiros libres. En octubre apenas conseguía ir a la línea 4,4 veces por noche, y sólo 3,8 en noviembre, mientras que en el último periodo del año ha conseguido elevar sus viajes a esa marca a 4,7 metros del aro hasta las 8,8 ocasiones por partido. De ahí que su bajón en porcentaje de tiro no haya afectado de forma drástica a su anotación.
Más responsabilidad, más presencia
Los números globales muestran que, cuando está en pista Doncic, a su equipo le va un poco mejor. Un poco, muy poco. Cuando el esloveno se encuentra entre los cinco elegidos por Carlisle, su equipo saca una ventaja de 0,7 puntos por cada 100 posesiones. Es decir, en un partido a 100 posesiones por equipo en el que el base estuviera en pista en todo momento, los Mavericks ganarían todos ellos, aunque fuera por la mínima.
Puede parecer algo positivo, pero hay hasta siete compañeros de Doncic que tienen un mejor balance cuando están en cancha. Una vez más, no podemos dejar de lado el contexto, pues el ex madridista es uno de los que más minutos disputa y por tanto está más expuesto a sufrir peores números cuando llegan las derrotas. Aún así, no está de más reflejarlo, pues uno de los apartados más valorados por entrenadores y analistas.
Las estadísticas avanzadas también reflejan un curioso caso en el juego de Doncic. A la vez que bajaba su acierto, subía su porcentaje de uso -usage, en inglés-, que no es otra cosa que el número de posesiones que un jugador utiliza cuando está sobre la pista.
Así, en octubre, el 24,6% de las posesiones de los Mavs las terminaba su número 77. Ese dato creció hasta el 25,2 en noviembre y se disparó hasta alcanzar el 27,3% en el mes de diciembre. Es decir, Doncic termina más posesiones en un momento en el que su acierto es peor, con su equipo ganando seis partidos y perdiendo ocho en ese tiempo. De nuevo, la línea de tiros libres sigue siendo su gran refugio, protagonizando el 42% de estos lanzamientos que hace su equipo.
Del mismo modo, hay que tener en cuenta, dentro de esos números de usage, la responsabilidad que el esloveno tiene en un equipo en el que es la gran referencia. Aglutina muchas posesiones -por talento propio y por la ausencia del mismo en muchos de sus compañeros-, pero también reparte el 42% de las asistencias que da su equipo cuando él está en cancha, si bien también es el responsable de una de cada tres pérdidas. Una vez más, es algo que sólo le pasa a alguien que es el motor de su equipo.
En el apartado del true shooting, una estadística que mide la eficiencia de los tiros y que tiene en cuenta los lanzamientos de dos, de tres, los tiros libres y los puntos anotados, Doncic se queda con un 55,7%, suficiente para colocarse en la posición 76 de la liga.
No es un dato desastroso, pues una vez más influye el volumen de tiros -lanza casi 15 veces por partido a canasta- y las condiciones en las que los hace: sólo el 34% llega tras una asistencia de un compañero, mientras que el resto se los tiene que fabricar él mismo a través del bote y del talento individual.
Una estrella en ciernes
Todos estos números lo único que gritan es que Luka Doncic es un jugador talentoso, quizás uno de los mejores rookies que haya aterrizado en la liga en el últimos lustro, pero que todavía tiene mucho camino por recorrer. No es una superestrella, no es una leyenda. Todavía.
Porque, más allá del frío dato, lo que sí está claro es que el base esloveno ha resucitado a una franquicia gris y triste como eran los Mavericks de los últimos años, condenados a sobrepagar para atraer a jugadores que, en el mejor de los casos, son mediocres -véase los casos de Barnes, Harrison y de Matthews, Wesley-.
De momento, la temporada de Dallas es mejor de lo que cabría esperar. Lo normal, aunque según está este año la liga pronosticar es arriesgado, es que con el paso de los encuentros el conjunto pierda fuelle y acaben entre los puestos más bajos de la terrible Conferencia Oeste, una vez que los pesos pesados pongan la velocidad de crucero.
Será la normal, como decimos, en una franquicia que sabe que ahora mismo tiene una única misión: dar armas a Luka Doncic para crecer de la mano del gran base esloveno. Él, por su parte, tiene todo el arsenal de recursos necesarios: carisma, talento, suerte, brillo y capacidad para aprender. Este chico será una superestrella. Pero denle tiempo.
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