Si eres un millenial y piensa en la selección española de fútbol, seguramente las primeras imágenes que le vengan a la cabeza sean la de Andrés Iniesta marcando “el” gol en Sudáfrica o la de Iker Casillas levantando la Copa del Mundo. En cambio, si tienes más de 40 años y recuerdas a duras penas el título de la Eurocopa de 1964, hablar de las gestas de España te devolverá a la noche del 21 de diciembre de 1983 en el estadio Benito Villamarín de Sevilla.
Aquel día España aplastó por 12-1 a Malta en un partido de clasificación para la Eurocopa y el triunfo fue celebrado prácticamente como un título. De hecho, fue de lo poco que pudieron festejar varias generaciones hasta que los Casillas, Xavi, Iniesta y compañía encadenaron el Mundial de 2010 y las Eurocopas de 2008 y 2012 en la edad de oro del fútbol español. A pesar de que la selección ha defraudado en los últimos campeonatos, muchos jóvenes sólo han conocido a la España ganadora. Pero hubo un tiempo en el que clasificarse a un gran torneo ya era un triunfo.
Entre 1968 y 1976, España se quedó fuera de dos Mundiales y tres Eurocopas. Y en la Copa del Mundo que organizó en 1982 había defraudado. Con esa mochila tan pesada, quedó en una situación muy comprometida en la fase previa a la Eurocopa de Francia de 1984: necesitaba vencer a Malta por 11 goles en la última jornada para lograr el billete. El caché del rival podía invitar al optimismo, pero muy pocos se imaginaban lo que iba a ocurrir en el estadio del Betis. Antes del inicio del partido se habían vendido 30.000 entradas, un poco más de la mitad del aforo, y en el minuto 25 el resultado era de 1-1. Por si eso fuera poco, Juan Señor había fallado un penalti en los primeros instantes.
Pero ocurrió lo imposible tras el descanso, al que se llegó con un 3-1 en el marcador. Nueve goles entre el minuto 47 y el 84 le dieron a España el impensado triunfo y el billete a la Eurocopa. Poli Rincón y Santillana acabaron cada uno con cuatro goles, Maceda hizo un doblete y Manu Sarabia aportó otro tanto. El último gol fue obra de Señor en el minuto 84 y ya entonces el estadio estaba lleno, después de que miles de hinchas se acercaran a las puertas viendo el torrente de goles. "Sí, sí, sí, nos vamos a París!", tituló el diario As al día siguiente.
Es una bendición y a uno se le pone el bello de punta"
"Es una bendición y a uno se le pone el bello de punta", señaló el domingo el propio Señor en una entrevista con Telemadrid. "Fui el protagonista, pero que nadie se olvide de que esto es un deporte de equipo. Ese gol no habría valido nada si el equipo no mete antes 11 goles". Junto a Señor, pasó también a la historia la emotiva narración en TVE de José Ángel de la Casa. “Tanto escuchar que era un soso y al final todo el mundo me recuerda por un gallo. Era una situación tan especial que produjo una narración única. Me salió del alma", recordó en 2018 en una entrevista con el diario El Mundo.
El actual seleccionador, Luis Enrique, tenía apenas 13 años, pero se acuerda perfectamente. "Yo estaba en el salón de mi casa, tenía 13 años y sí que me acuerdo de pegar bastantes gritos por la ventana de la Avenida de Portugal en Gijón", indicó el sábado, a pocos días de la visita a Malta. "Fue un partido memorable, épico y único".
Aquél fue el gol de la selección más celebrado en décadas y fue de las pocas alegrías que dio España a sus aficionados entre 1964 y 2008. Entre medias hubo un desierto: la frustración de perderse grandes torneos, la maldición de los cuartos de final, el codazo al propio Luis Enrique o la indignación del Mundial de Corea y Japón 2002. En esas décadas sólo celebró el oro olímpico de Barcelona 1992, además de haber alcanzado la final de la Eurocopa de 1984.
"No volvería a mi país si me marcasen once goles"
Esta vez España no necesita marcar una docena de goles en La Valeta, pero el triunfo se da por seguro para los de Luis Enrique. El encargado de frenar a los delanteros españoles será el portero Henry Bonello, cuyo padre, John, fue el que recibió los 12 tantos en el Benito Villamarín. Unos días antes realizó unas declaraciones que todavía hoy se recuerdan: "No volvería a mi país si me marcasen once goles".
Aquel encuentro es recordado en España como una gesta, pero siempre despertó sospechas y todavía persiste el rumor de que se amañó en el descanso. Incluso el año pasado, varios jugadores de aquella generación de Malta realizaron una doble denuncia en un documental para Fiebre Maldini, una de ellas algo surrealista. Acusaron a los futbolistas españoles de ir dopados con esteroides y aseguraron que alguien les drogó al descanso con limones. "Recuerdo que entró al vestuario un hombre pequeño vestido de blanco con una bandeja grande con limones cortados", señaló el entonces seleccionador Victor Scerri. Me sentía borracho, como su hubiese estado toda la noche de fiesta", añadió Silvio Demanuele, autor del único tanto maltés en el Benito Villamarín.
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