El 21 de agosto de 1911 París se convirtió en el escenario de un suceso que cambiaría -posiblemente- la historia del arte. Por aquel entonces, la Mona Lisa de Da Vinci era muy conocida, pero no había alcanzado la fama que tiene a día de hoy. El motivo por el cual esta obra tiene el reconocimiento mundial es debido a que ese lunes 21 de agosto de 1911 desapareció, a plena luz del día, la pintura del italiano.
El listo que logró burlar la seguridad del Museo del Louvre de París protagonizó un delito que conmocionó al mundo. El museo permaneció cerrado hasta el día 29 para así poder investigar la desaparición de la joya de la corona y, una vez reabierto, recibió un aluvión de visitas. ¿El motivo? Los más curiosos no se acercaban para ver la colección de arte, sino que tenían un exclusivo interés por contemplar el hueco que había en la pared debido a la ausencia de la Gioconda. Los responsables del Louvre estaban emocionados por la gran cantidad de gente que se adentraba en sus salas, pero, al mismo tiempo, sentían humillación por haber sido burlados. La obra de Da Vinci tenía que aparecer.
La Policía tenía a dos sospechosos en el punto de mira que contaban con antecedentes: el poeta Guillaume Apollinaire y el pintor Pablo Picasso. Cuatro años antes, un amigo que tenían en común los dos artistas, de nombre Joseph Géry Pieret, robó dos estatuas ibéricas del Louvre aprovechando sus puntos ciegos de seguridad. Estas reliquias acabaron en el taller de Picasso, que en ese momento se encontraba pintando sus Señoritas de Avignon, y estaba maravillado por el arte antiguo y primitivo, tal y como recoge Historia del Arte. Con la ayuda de Apollinaire, Picasso adquirió por 50 francos las piezas aun sabiendo su lugar de procedencia.
Los cuatro ganchos desnudos en la pared del Louvre que una vez sostuvo la Mona Lisa. De la biblioteca de imágenes de Mary Evans
Tiempo después, Picasso y Apollinaire quedaron impunes cuando, en noviembre de 1913, la Gioconda apareció en manos de un hombre llamado Vincenzo Peruggia, antiguo trabajador del Louvre, que escondió el cuadro debajo del uniforme. Según el propio ladrón, su objetivo era llevar la pintura a Italia, su lugar de origen. Aunque Peruggia fue condenado a un año y quince días de prisión, sí logró su cometido: la Mona Lisa fue expuesta en los Uffizi de Florencia durante cinco días, en los que no dejó de entrar gente. También fue colgada en las paredes de la Galería Borghese de Roma, tal y como publica ABC.
Muchos tildaron a este como "El robo del siglo". Sin embargo, esta historia quedó rápidamente eclipsada tras el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914.
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