El aplazamiento de los Juegos Olímpicos de Tokio al 2021 conllevará pérdidas millonarias para los organizadores, pero estas últimas semanas de tensiones y negociaciones dejan un claro ganador, el propio deporte. La cita deportiva adquiere ahora una carga simbólica monstruosa y su celebración el año que viene podría convertirse en el mejor ejemplo del triunfo del ser humano sobre el coronavirus.
Si se hubieran disputado este año, la derrota sería mayúscula, ya que muchos atletas se habrían negado a ir y las gradas lucirían seguramente vacías. Sería la viva imagen del deporte dando la espaldas a la realidad. Y si se hubieran cancelado, habría sido otro desastre desde cualquier punto de pista. Pero el aplazamiento le otorga a Tokio la oportunidad de organizar un espectáculo a la altura de lo que merecen unos Juegos Olímpicos.
Con miles de millones de personas confinadas ahora en sus casas es difícil imaginar un futuro de luz y alegría. Por ahora es harto complicado saber cuándo será derrotado el coronavirus y, sobre todo, cómo será la vida después del derrumbe económico que se está produciendo. Pero en esos momentos de tormenta, el deporte siempre ha actuado como un pequeño refugio.
Crear un ambiente espectacular para 2021
"Esta llama olímpica será la luz al final del túnel por el que transita ahora mismo el mundo", afirmó el presidente del COI, Thomas Bach, tras acordar con el Comité Organizador de Tokio la decisión más complicada desde que sentó en el sillón presidencial en 2013.
Estos Juegos tienen ahora el potencial para ser el mayor espectáculo de unidad, vida y deporte que se ha visto jamás"
En esa misma línea se pronuncia José Patxi Perurena, uno de los pocos españoles que son miembros del COI. "La decisión de presidente Bach y del Comité Organizador va en la línea de crear un ambiente espectacular para 2021", señala por teléfono a El Independiente. "Para Japón habría sido más fácil hacer los Juegos en octubre de este año porque se ahorraría cientos de millones. Incluso celebrarlos en 2022 y evitar tocar todo el calendario de 2021".
Por lo tanto, la idea del COI es que los Juegos de Tokio coincidan con el final de la pandemia. "Y si no hemos salido en 2021 de esto, pues que dios nos pille a todos confesados", dice medio en broma medio en serio Perurena. "Lo cierto es que, como ha ocurrido antes, después de esta pandemia vendrá una crisis emocional y económica. En ese contexto, los Juegos pueden servir de revulsivo para reactivar las dinámicas de antes".
El ejemplo de España con la selección de fútbol
En España, por ejemplo, el deporte ha unido a la gente como pocas cosas. La conquista del Mundial de fútbol en 2010 fue un oasis y un motivo de alegría para millones de persones justo en un momento en el que crisis financiera golpeaba casi todos los hogares.
"Aquella época dorada de la selección de fútbol sirvieron de acicate para olvidar posiciones políticas. Había mucha gente deprimida y en situación de desempleo que encontraron en del deporte un bálsamo, una vía de escape", añade Perurena, presidente de la Federación Internacional de Piragüismo. "Eso es lo que quiere el COI con los Juegos de Tokio en 2021".
Ahora el COI tiene más de un año por delante para ir alimentando de nuevo la llama olímpica. Si todo va bien, la pandemia estará bajo control en los próximos meses y en 2021 el mundo empezará a levantarse de nuevo. "Estos Juegos tienen ahora el potencial para ser el mayor espectáculo de unidad, vida y deporte que se ha visto jamás", resumió en Twitter el atleta irlandés Brendan Boyce. Poca gente conocerá a este marchador, pero ahí reside también la grandeza de los Juegos: ser el escaparate de los deportistas menos mediáticos, el escaparate de la vida real al fin y al cabo.
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