Las estanterías llenas de libros elegidos a conciencia, los sillones, la apuesta por el arte local, los consejos de los libreros, el olor de la literatura más pura. Sí, las librerías de barrio son especiales. Tienen una esencia distinta a la de las grandes superficies y completamente inexistente en los sitios web de vendedores a gran escala.
Estas pequeñas librerías contribuyen a formar el tejido social, cultural y económico de los barrios. "En las librerías pequeñas se ven, se huelen, se sienten los libros en tus manos. Nuestras estanterías son una tarde de entretenimiento perfecta. Hacemos barrio, traemos a los vecinos y vecinas a los autores y autoras de los libros, hacemos talleres y charlas. Se crea debate, conciencia cultural. Las calles se convierten en lugares habitados a escala humana. Hay un trato personal que muchas veces se convierte en amistad, en cariño", dice Sergio, de la Librería Grant, en el madrileño barrio de Lavapiés.
"Estamos muy volcados con el barrio y organizamos muchas actividades: damos espacio y herramientas para que nuestros clientes vengan al local a grabar sus podcasts (con público o sin público) y organizamos eventos de comedia", explica Abigail, de La Llama, una librería y galería barcelonesa especializada en humor.
Estos negocios generan "cierta sensación de comunidad que no pueden ofrecer las grandes empresas", señalan desde La Llama. Y es que estos pequeños centros de la literatura -y demás artes- son lugares "de encuentro, de debate, de conspiración", tal y como afirma para este periódico Hedoi, de la librería, editorial y cantina Katakrak, una cooperativa de iniciativa social de Pamplona.
Estos espacios, como muchos otros a nivel nacional, llevan ya más de un mes cerrados, y eso, sin duda, hará mella en sus economías. "Seguro que nos encontramos con librerías que no van a abrir, pero ojalá sean las menos posibles", indicaba el portavoz de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL), Álvaro Manso, en una entrevista con Europa Press.
Sin embargo, la incertidumbre se alarga más allá del estado de alarma. "No tenemos apenas gastos ni deudas, así que no nos preocupa estar cerrados uno o dos meses. Lo que nos preocupa es cómo va a ser la nueva normalidad: los eventos, la experiencia de compra y, sobre todo, la crisis. Si la gente tiene dinero, la tienda funcionará como ha estado funcionando hasta ahora", indican a El Independiente desde La Llama.
Estas librerías han impulsado iniciativas para reducir el impacto económico que pueda tener el confinamiento. Desde Tipos Infames, una librería de Malasaña especializada en narrativa independiente, han lanzado unos vales de 15, 35 o 50 euros que se pueden adquirir en su página web y se canjearán cuando termine el estado de alarma y puedan reabrir el local.
Sus clientes están respondiendo de la mejor forma posible: "Nos hemos sentido muy arropados por nuestros habituales parroquianos, así como otras personas que viven la librería a distancia a través de las redes sociales o visitas puntuales. Sentir que hay una comunidad Infame es muy reconfortante".
Además siguen ofreciendo la posibilidad de comprar libros a través de su web, que serán enviados a los domicilios durante este extraño periodo. La Llama ha seguido una estrategia similar, aunque matizan que "durante las primeras semanas de cuarentena nos hemos solidarizado con los mensajeros y no hemos hecho envíos hasta que no hemos creído que era seguro. Hemos encontrado una empresa donde se sigan todos los controles de seguridad".
Desde Katakrak, han mantenido el catálogo en la tienda online, donde, "por suerte", han recibido muchas reservas, según apunta Hedoi. "La mayoría de gente quiere recoger en tienda los libros una vez terminada la cuarentena. Y el resto compra libros, pero sabe que los enviaremos" cuando termine esta situación. "Querríamos hacer una fiesta de recogida de libros al final de todo", dice el portavoz de Katakrak.
Tenemos que empezar a poner sobre la mesa soluciones sectoriales de cómo saldremos de esta complicada situación"
Alfonso, Tipos Infames
Por su parte, desde Grant aseguran que han "deshabilitado" la web "para que no se pueda comprar, aunque sí reservar. No nos parecía coherente que nosotros nos quedemos en casa para evitar contagios, pero luego hagamos trabajar a toda esa maquinaria que debe funcionar para que un libro le llegue a casa a alguien (personal de la distribuidora, del almacén, de mensajeros, personal de correos, etc.)". Siguen haciendo publicaciones en las redes sociales "para mantener activa de alguna forma nuestra librería", evidencia Sergio.
Este 23 de abril va a ser complicado para todos ellos. "Celebrar en confinamiento es no celebrar. El Día del Libro se ha pospuesto al 23 de julio y la Feria a octubre por lo que no hay mucho que festejar, además se suprime el descuento sólo aplicable para esas fechas 'oficiales'. No queremos ponernos negativos con las pérdidas que suponen. Ya estamos todos muy afectados y ahondar en eso ahora no ayuda. Tenemos que empezar a poner sobre la mesa soluciones sectoriales de cómo saldremos de esta complicada situación", solicita Alfonso, de Tipos Infames.
"Sant Jordi ha sido un caos. El sector del libro se empeñó en esperar, pensando que el día 23 de abril estarían las tiendas abiertas", indica Albigail, que añade que "el hecho de que las librerías nos hayamos empeñado en hacer actividades online para hacer que el día sea un poco festivo no ha ayudado a desvincular Sant Jordi de la fecha original". "Los mensajes contradictorios desde las instituciones, animando a comprar online primero y luego desmintiendo, y la publicidad constante para comprar libros en los medios generalistas ha acentuado este caos, y la gente se ha lanzado a última hora a comprar por internet. Está todo bastante descoordinado", destaca la portavoz de La Llama.
"Cuanto más se alarga el estado de alarma y se van cayendo los eventos, las ferias y los días especiales, más miedo nos va entrando por el futuro. Estos días son muy importantes en la facturación general", afirma el portavoz de Grant.
Diferencias con las grandes empresas del sector
La gran amenaza para estas pequeñas librerías, ahora y siempre, son las grandes empresas del sector, que acumulan las ventas a gran escala. Desde hace unos años, Amazon se ha convertido en el dueño y señor de la venta de libros, por la amplitud de su catálogo y la comodidad en la entrega. Son este tipo de compañías las que dañan duramente del desarrollo de estos humildes negocios que tratan la literatura, y el arte en general, con el mimo que se merece.
"Somos especialistas en literatura, sabemos en lo que trabajamos. Nuestras librerías son centros de pensamiento crítico, espacios de debate, de conocimiento y de ayuda para ampliar horizontes a aquellas personas con inquietudes en la vida, con ganas de conocer el mundo, o entretenerse desde la calidad", dice Sergio, de Grant.
"Todo lo que hay es porque lo hemos seleccionado uno a uno. Tenemos secciones que interesan mucho, pero que no se atienden en otros lugares, como feminismo, música, filosofía, poesía, historia, narrativa europea o arte", defienden desde Katakrak. Abigail incide en este razonamiento: "Tratamos cada libro como un objeto premium, como un regalo".
Las librerías pequeñas somos fundamentales en cualquier ciudad que considere la cultura necesaria"
Sergio, Librería Grant
La recomendación de libros es la principal compensación que reciben los clientes de este tipo de librerías. Alfonso lo define como uno "de nuestro pilares", ya que tratan de "buscar y adecuar los títulos a las necesidades de nuestros lectores". Pero la importancia de estos espacios no se basa sólo en esto. Son ellos los primeros que apuestan por editoriales independientes y por autores menos conocidos. "Las librerías damos a conocer los títulos que a las editoriales les cuesta tanto publicar, que a los autoras y autores escribir y se las ponemos a las personas al alcance de la mano", indica Sergio.
"Pretendemos que en la librería sucedan cosas: exposiciones, presentaciones, que sea un espacio cultural cercano, de barrio, abierto y dinámico. Una librería donde además conoces a los libreros y ellos te conocen a ti", explica el portavoz de Tipos Infames. Y completan su planteamiento desde Grant: "Las librerías pequeñas somos fundamentales en cualquier ciudad que considere la cultura necesaria".
Recomendaciones para la cuarentena
- Sergio, de Grant: "Yo recomiendo leer lo que el cuerpo te pida en momentos tan excepcionales. Hay quien ha buscado evadirse, viajar desde la novela, otras personas estudiar, o conocer un tema a fondo y han encontrado en estas semanas el momento perfecto"
- Abigail, de La Llama: "El Quijote. Es largo, es buenísimo, es divertidísimo y es gratis. No hay libro mejor".
- Hedoi, de Katakrak: "Hay quien está yendo a libros extensos. Podría leer tres clásicos: La guerra no tiene rostro de mujer, de Svetlana Alexievich; La creación de la conciencia feminista, de Gerda Lerner; o Mujeres, raza y clase, de Angela Davis. Y hay quien busca respuestas a la crisis actual. Podría leer El triángulo funesto, de Stuart Hall; La sociedad del rendimiento, de Sebastian Friedrich; o Desarrollo desigual: Naturaleza, capital y producción del espacio, de Neil Smith.
- Alfonso, de Tipos Infames: "Si siempre defendemos leer lo que más apetece, ahora más que nunca. A todos nos cuesta más mantener la concentración en estos días. Por eso creemos que no hay que forzar la lectura ni determinados libros. Quizá sea un buen momento para leer la pila de libros pendientes o atacar algún clásico al que siempre le hemos tenido ganas. Nosotros recomendamos la novela El día del Watusi, de Francisco Casavella (editorial Anagrama), crónica periférica de los años de la democracia desde unos personajes tan erráticos como apasionantes".
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