Cuando uno es futbolista y conquista una Copa de Europa, se puede decir que ha tocado techo en su carrera profesional. Poco hay más que eso. Pero para Michael Robinson, aquella foto con la orejona acabó siendo prácticamente una anécdota más, un bonito recuerdo con el Liverpool de sus amores.
Michael Robinson fue un gran futbolista, sí, pero nunca entrará en ninguna de esas listas que tanto gustan actualmente de los mejores jugadores de... Fue un futbolista como muchos otros. Seguramente muchos jóvenes ni siquiera sepan que fue delantero, que nació en Inglaterra (12 de julio de 1958) pero que jugó con la selección irlandesa, que vistió la camiseta del Manchester City o que se retiró en España. "Nunca fui gran cosa", decía, seguro que con modestia, según recuerda hoy su amigo John Carlin en una columna publicada en La Vanguardia.
Con ese "nunca fui gran cosa" se refería, obviamente, a sus años de futbolista. Porque cuando colgó las botas a finales de los 80 con la camiseta de Osasuna, descubrió una nueva profesión en la que superó lo conseguido sobre el césped. Micrófono en mano, llevó la comunicación deportiva a un nuevo nivel con un sello y una voz inconfundibles.
Robinson llevó la comunicación deportiva a un nuevo nivel con un sello y una voz inconfundibles"
Su primera experiencia fue en Televisión Española en 1990, un año después de jugar su último partido profesional. "Apenas sabía 100 palabras, pero me dijeron que eso no les importaba", confesó años después el propio Robinson, que debutó como comentarista en el Mundial de Italia 90. Pero la decisión que lanzaría su carrera como un cohete llegó un año más tarde.
En 1991, Robinson fichó por el recién lanzado Canal+ (lo que ahora es Movistar+) y ahí se quedaría para siempre: primero presentado El Día Después y desde 2007 al frente de Informe Robinson. Entre medias, cientos de partidos comentados junto a Carlos Martínez e incluso presentado los famosos guiñoles. "Hola muy buenas noches, noches y tal y tal, Pascual me es igual", arrancaba siempre en el noticiario satírico. Su imagen también llegó a los hogares españoles en los 90 a través de los primeros ordenadores domésticos con el PC Fútbol, aquel videojuego que costaba 2.995 pesetas en 1996 y que permitía a los usuarios dirigir a un equipo de fútbol: desde hacer de entrenador y poner alineaciones a remodelar el estadio y manejar los derechos de televisión.
Contra la mala fama del "periodismo deportivo"
Con El Día Después marcó una época y abrió un mundo nuevo en la retransmisión del fútbol. Las cámaras de Canal+ captaban todo lo que ocurría en los campos de España, desde los banquillos a las gradas, dejando imágenes en la sección Lo que el ojo no ve que han quedado para siempre en la retina de muchos aficionados.
"Era fácil y divertido trabajar con él, tenía buen humor y era inteligente", afirmaba hoy en la Cadena Ser el ex director del As Alfredo Relaño, el hombre que le fichó para Canal+ a principios de los 90. "Tenía un don de gentes y un don para la comunicación sobre todo oral".
Ese don quedó más que demostrado con Informe Robinson, una serie de reportajes deportivos de una calidad narrativa y visual nunca antes vista en España. Nació en 2007, justo un año antes de Punto Pelota. El día y la noche. Porque Robinson ha representado la otra cara de la moneda de ese "periodismo deportivo" que tan mala fama tiene. Frente a esas tertulias llenas de ruido y polémicas infladas, Informe Robinson. Historias humanas, cercanas, con humor y épica e impecables desde . En La Leyenda de Tittyshev armó un documental de 25 minutos partiendo de apenas par de fotos.
Todo eso le valió para convertirse en un tipo querido y respetado por todos, salvo por esos hooligans que un día le veían del Real Madrid y al día siguiente del Barcelona. "Yo soy del Liverpool", respondía él con una sonrisa. Porque Robinson era "Red" y era un tipo feliz. Es complicado recordar algún enfado suyo en antena, algún mal gesto. Sus compañeros de Informe Robinson revelaron hoy una frase de Michael de una entrevista todavía no emitida: "No cabe en una vida de 61 años tanta felicidad y suerte como la mía. Si fuera por eso, tengo 130 años. No creo que la vida me deba nada, más bien al revés"
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