A finales de agosto, los Milwuakee Bucks se negaron a jugar ante los Orlando Magic en los playoffs de la NBA. Lo hicieron como protesta después de que Jacob Blake, un ciudadano negro acusado de agresión sexual, recibiera siete tiros a quemarropa por parte de un policía delante de sus tres hijos. Poco después, la mejor liga de baloncesto del mundo anunció el aplazamiento del resto de partidos que se iban a jugar esa jornada.
En una época marcada por la lucha racial de las principales estrellas de la NBA, con LeBron James convertido en el mayor altavoz que ha tenido nunca la raza negra en el deporte, a nadie le sorprendió la decisión tomada por la liga. Sin embargo, no hace mucho tiempo, en la época dorada del baloncesto norteamericano, la de Michael Jordan, Larry Bird y Magic Johnson, alzar la voz contra el racismo no era lo habitual. Incluso tenía repercusiones.
Hace casi tres décadas, en 1991, Rodney King, un ciudadano negro en libertad condicional, recibió una paliza por parte de cuatro agentes que fueron después absueltos. Las protestas tras la sentencia dejaron decenas de muertos y centenares de heridos en California. En la NBA no hubo rodillas en el suelo ni camisetas de Black Lives Matter. De hecho, Craig Hodges, jugador de los Bulls, pidió a Michael Jordan y Magic Johnson que boicotearan el primer partido de la final entre el equipo de Chicago y los Lakers. Un mensaje así por parte de dos megaestrellas mundiales, creía Hodges, sería un impulso en la lucha contra el racismo.
Por entonces, Hodges, que estaba a punto de cumplir 31 años, ya llevaba mucho tiempo siendo activista además de deportista. Su madre era secretaria del movimiento de derechos civiles en Chicago Heights y desde los cinco años acompañaba a su familia en las marchas por los derechos de los negros.
“Intenté que ambos equipos boicotearan el primer partido de las Finales de 1991", relató hace unos meses a la web argentina Infobae Hodges, que publica ahora en España el libro Tiro de larga distancia (Capitán Swing) junto con el periodista Craig Fanning. "En ese momento, al igual que hoy, la NBA no tenía mucho liderazgo de directivos negros en las oficinas centrales. En la historia de la NBA hemos tenido un total de nueve gerentes generales negros. Mis compañeros de equipo y los jugadores de los Lakers pensaron que un boicot era demasiado extremo”.
Del equipo campeón al ostracismo
Craig Hodges jugó durante diez temporadas en la NBA, primero en los San Diego Clippers, después en Milwaukee Bucks y Phoenix Suns, hasta que en 1988 fichó por los Chicago Bulls. Estuvo cuatro años junto a Michael Jordan y, aunque siempre perteneció a la segunda unidad, puso su granito de arena a los títulos de campeón de 1991 y 1992. Además, ganó tres ediciones seguidas del concurso de triples, algo solo igualado por Larry Bird.
Tras el anillo de 1992, los Bulls visitaron al presidente de Estados Unidos, George Bush, en la Casa Blanca. Hodges se presentó vestido con un dashiki blanco, un atuendo típico de África, y entregó al presidente una carta en la que le animaba a tomar decisiones para frenar el racismo estructural del país.
Su activismo político le pasó entonces factura. Los Bulls decidieron no renovarle y ningún equipo de la NBA se interesó en sus servicios. El propio Hogdes asegura que las franquicias tenían miedo de ser consideradas "anti-Jordan". Con 32 años se terminaba su carrera en la mejor liga del mundo. Después pasó por Italia, Turquía y Suecia hasta que regresó a Estados Unidos para iniciar su carrera como entrenador. Desde que dejó los Bulls vivó en el ostracismo, pero siempre mantuvo la cabeza alta.
"Muchos jugadores sabían que teníamos que hacer más por las comunidades de las que proveníamos, pero el miedo a perder nuestra posición siempre superaba a la urgente necesidad de combatir el racismo y la pobreza estructural. No en mi caso", señala en el libro. "No recuerdo quién ganó qué en los Juegos Olímpicos de México del 68. Lo que sí recuerdo es tener ocho años y ver la imagen de Tommie Smith y John Carlos levantando el puño en el saludo del Black Power, con sus guantes negros, la chaqueta abierta y el collar. No tenían miedo".
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