La capacidad de exploración humana no tiene límite, y la búsqueda de respuestas más allá de lo establecido como ordinario y universal, una opción plausible para jóvenes como Manel de Aguas (Barcelona, 1996), para quien las capacidades intrínsecas del ser humano no resultaban suficientes. Tras adentrarse poco a poco en el arte cíborg y conocer a exponentes de la rama artística como Neil Harbisson -el primer cíborg legalmente reconocido en el mundo- o Moon Ribas -la primera mujer cíborg-, el barcelonés comenzó a entrar en contacto con un movimiento que "encajaba mucho conmigo y me permitía explorar fuera del terreno que ya conocía", admite a El Independiente.
Fue en 2017 cuando entendió que, a través de dicho movimiento, podía acercarse a la percepción vital de otras especies. Así, Manel se define como transespecie, un término que hace referencia a "alguien que ha añadido a su cuerpo órganos y sentidos que no son tradicionalmente humanos y que están inspirados en otras especies, o por otro lado, alguien que no se identifica al 100% con el ser humano", explica. En su caso, "es ambos", pues ha añadido a su cuerpo unas aletas y no considera que, biológicamente, sea un humano de forma exclusiva. "Siento que, en la definición de ser humano, como no se incluyen unas aletas, para mí está incompleta", recalca.
¿Por qué unas aletas?
Por medio de un proyecto fotográfico para la universidad, Manel de Aguas conoció a dos de los mayores exponentes del arte cíborg: a la barcelonesa Moon Ribas, que incorporó la tecnología en su cuerpo por medio de unos implantes en los pies con sensores sísmicos que le permiten percibir todos los terremotos del mundo a tiempo real mediante vibraciones, y Neil Harbisson, británico nacido en Mataró que cuenta con una antena implantada en la cabeza.
Sin embargo, Manel prefirió incorporar un elemento más acuático "porque la biología marina siempre me ha inspirado mucho" y porque, durante el proceso de creación de dichas, comenzó a "ver una idea poética de cómo ver la atmósfera como un mar de aire". Así, por medio de sus aletas, el joven barcelonés "quería expresar la idea de que me sentía, por medio de este nuevo órgano, como el pez del mar del aire", explica.
Diseñadas en 2019 con la colaboración de varios ingenieros, Manel encontró rechazo en su ciudad natal al ver que ningún profesional quería correr el riesgo de implantárselas. "Contacté a diferentes especialistas dentro de la modificación corporal en Barcelona y recibí rechazo porque quería aplicar al implante, que era una pieza entre el cráneo y la piel, una vibración constante por medio de la cibernética" explica. Dado que se trata de un sector que "está fuera de la ley y es un poco underground", que algo saliese mal en la intervención podría influir en su reputación, y por ello “en Barcelona no se la quisieron jugar".
Ante la imposibilidad de incorporar este elemento en España, y aprovechando un viaje que tenía planeado a Japón, Manel recorrió medio mundo para convertirse en transespecie. "Cuando llegué allí me di cuenta de que hay una cultura de la modificación mucho menos extendida, pero por internet encontré a un señor que sí estaba metido en ese mundo, que conocía el movimiento del arte cíborg y que decidió arriesgarse y ver qué pasaba al incorporar la cibernética en continuidad" en las aletas que el propio Manel había diseñado.
Por muy complejo que pueda sonar, el joven insiste en que "la operación no es una cirugía incisiva o agresiva", pues la compara con "un piercing grande, un metal entre la piel y el hueso que hace de puente entre el chip que vibra en la aleta y mi cráneo". Manel explica que el mayor riesgo que podía sufrir era que el implante se infectara o que el "input nuevo de la aleta" le afectara mentalmente. "Los primeros días estaba en una burbuja y muy atento a este nuevo sonido" que las aletas le proporcionaban. "Ibas por la calle, había tráfico y no estás tan atento; como efecto secundario estás más distraído", señala.
Burbujas, sonido y presión cambiantes
La gran duda es, ¿qué nuevas sensaciones recibió Manel a raíz de la incorporación de este nuevo órgano marino? "Con aletas todo mi entorno se ha vuelto más líquido y atmosférico, como burbujas que cambian dependiendo de los datos meteorológicos de cada momento", relata. "El volumen (de sonido) de las burbujas cambia con la presión".
"Si un día estoy en casa y no me he movido por diferentes atmósferas, me puedo anticipar a fenómenos como la inestabilidad en el tiempo o la llegada de una borrasca", indica. ¿Habría podido anticiparse a la llegada de Filomena si hubiera estado en Madrid? "Hubiese notado cómo baja el volumen de las aletas y eso querría decir que se acerca más inestabilidad", responde.
Las aletas de Manel funcionan, así, por medio de la presión atmosférica. "Cuando hay tormenta la presión es baja, por lo tanto baja el volumen y la intensidad del sonido", indica. Aún así, admite que es complicado "hacer una predicción porque tendrías que estar como una estación meteorológica fija, todo el rato quieto, y yo soy una estación meteorológica móvil", aclara.
Señala que sus allegados ya estaban familiarizados con sus procesos de instalarse "chips en la cabeza", y que la cirugía fue el colofón de "un desarrollo natural" ante el que "se alegraron y me apoyaron". Sin embargo, las aletas son el primer paso para una mayor transformación. "Las quiero volver a diseñar para que sean más ligeras y poder acercarme a la percepción de la lluvia, en vez de ser una estación meteorológica como ahora, en la que puedo sentir la temperatura, humedad y presión". Además de convertirse en un "radar de lluvia", Manel quiere "añadir wifi a las aletas para conectarme a diferentes estaciones y radares del mundo" y para percibir, así, la meteorología de cada lugar. "Seguiría referenciándome de las especies marinas y sus sentidos", destaca en referencia a futuros implantes.
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