Desde hoy hasta el próximo 30 de mayo se podrá visitar la exposición 'Sorolla. Femenino y plural' en el Museo y Fundación Sorolla de Valencia. Fundación Bancaja ha presentado este miércoles en la ciudad del Turia la que es "una lectura de la presencia de la figura femenina en la producción artística del pintor y deja testimonio del papel de la mujer en la sociedad española de finales del siglo XIX y principios del XX".
La exposición revela que la presencia femenina es abundante y variada en la producción del pintor, "sensible a cualidades estéticas como su gracia o belleza, pero sobre todo a otras cualidades como su valentía o fortaleza". Su obra recoge muchos de los estereotipos femeninos propios de su tiempo: ángeles del hogar, mujeres caídas, sencillas y trabajadoras mujeres del pueblo, elegantes burguesas y "modernas"; pero rara vez son solamente "tipos": son personas individuales, de carne y hueso, y como tales, Sorolla las trata siempre con respeto.
La vida de Sorolla coincidió con los inicios del movimiento feminista en España, pero este era todavía muy minoritario. Las mujeres españolas tenían aún un nivel cultural muy bajo, pocas accedían a la educación secundaria, y la universidad les estuvo prácticamente vetada hasta 1910. Cuando Sorolla murió en 1923 aún quedaban ocho años para el reconocimiento del derecho al voto de la mujer. El pintor se caracterizó por ser un hombre de ideas liberales y mantuvo estrechas relaciones con la Institución Libre de Enseñanza, donde educó a sus hijas.
La muestra se estructura en cinco bloques: historia, mitología y otros pretextos; mujeres del pueblo; trabajadoras y madres; elegantes y modernas; y escenas familiares. Este último bloque se ha incorporado en la presentación de la exposición en Valencia en una ampliación de la obra expuesta respecto a su presentación en el Museo Sorolla en Madrid en 2020.
Esta revisión de la representación del universo femenino en la obra de Joaquín Sorolla se realiza a través de más de medio centenar de obras procedentes de las colecciones del Museo Sorolla, Fundación Museo Sorolla, Fundación Bancaja, Museo del Prado, Diputació de València, Museo de Bellas Artes de València, Colección Abelló, Colección BBVA, Colección Pedrera Martínez, San Sebastián Galería Kur, Colección Álvarez de Miranda y la Universidad Complutense de Madrid, entre otras colecciones públicas y privadas.
Historia y mitología
La historia y la mitología han servido tradicionalmente a los artistas como pretexto para introducir los desnudos femeninos en sus obras. A las evocaciones del mundo antiguo o grecorromano, el Romanticismo añadió las fantasías orientales con sus harenes y odaliscas. Estos temas eran todavía vigentes en la juventud de Sorolla, en la que se popularizó también el motivo de la modelo en el estudio del pintor.
Sorolla aprovecha esos argumentos para crear imágenes abiertamente sensuales, situadas en la Antigüedad clásica o un imaginario Oriente, pero a veces prescinde de escenografías y pinta sencillamente modelos. En su obra posterior los desnudos escasean, pero exhiben una extraordinaria maestría técnica.
Realismo social en clave femenina
La aparición de las campesinas marca un hito importante en la obra de Sorolla. Retirado en la ciudad italiana de Asís por un tiempo, busca en solitario un estilo propio y lo encuentra en el naturalismo de la representación, sencilla y directa, de lo que tiene a su alrededor: las aldeanas en sus campos. Paralelamente se gana el sustento con cuadritos amables de escenas valencianas cuyas protagonistas responden a los estereotipos tradicionales de la mujer doméstica: devota, laboriosa y buena madre.
El realismo social irrumpe en su obra durante unos cortos pero intensos años (1892-1899). Su producción en esta tendencia va destinada a los grandes certámenes y es ambiciosa tanto técnicamente como en los temas escogidos; Trata de blancas aborda el tema de las mujeres “caídas”, pero lo hace con una mirada compasiva, insinuando la penosa condición de estas mujeres obligadas por la miseria a ejercer su oficio.
Las principales heroínas populares de Sorolla serán las pescadoras valencianas, vigilando a sus chiquillos en la playa o esperando la llegada de las barcas para ir a vender la pesca del día. La dureza de sus vidas se adivina en la tensión de esas esperas, en el continuo cargar con los niños en brazos además de los cestos de pescado, o en la extrema juventud con que vemos a algunas incorporarse al trabajo, pero la fuerza benéfica del sol suaviza los aspectos más sombríos: ellas aparecen siempre como figuras fuertes, dignas. Mujeres de otras regiones aparecen también en sus cuadros, afanadas en sus tareas, cuidando a sus hijos o simplemente posando, siempre envueltas por el pintor en una mirada admirativa.
Elegantes y modernas
En la época de Sorolla, pocas mujeres podían aspirar a una independencia cómoda. Si no tenían una fortuna propia solo podrían disponer hasta cierto punto de su vida mediante una voz excepcional, talento escénico o alguna otra cualidad extraordinaria.
Sorolla se hizo pronto con una clientela escogida entre la alta sociedad. Retrató a burguesas o aristócratas elegantes en cuadros refinados en los que el vestido compite en protagonismo con la propia modelo. Pero también fue requerido por esas mujeres que en su tiempo aspiraban decididamente a ser "modernas": algunas solamente en lo externo, en su peinado y vestuario (y Sorolla tenía un gran instinto para la moda), otras por su educación y cultura, y otras por sus profesiones artísticas: actrices o cantantes cuya fama y riqueza les permitía una libertad inalcanzable para las demás.
Escenas familiares
Sorolla se sirvió con frecuencia de las mujeres de su familia como modelos, tanto para hacerles retratos formales como para incluirlas en escenas cotidianas en las cuales actúan de meras figurantes, a veces sin rostro o incluso de espaldas: ellas siempre están disponibles para sus pinceles.
Clotilde, su mujer, es la protagonista más frecuente de estas escenas.
Su temprano noviazgo y feliz matrimonio con Sorolla contribuyeron a crear un ambiente de estabilidad alrededor del pintor que sin duda facilitó su trabajo, y el hecho de que ella fuera una mujer inteligente y sensata estimuló seguramente la admiración de Sorolla por las mujeres en general.
Una «mujer del pintor» que asumió con total convicción el papel que la tradición le dictaba y lo llevó a sus últimas consecuencias creando el Museo Sorolla.
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